Como gubia de artesano que poco a poco rae mi corazón, así me siento en estos días de bienvenidas y adioses. Me doy cuenta que cada golpe vacía este recipiente, dejándolo como útero legrado dispuesto a empezar de nuevo, con un contenido semejante pero no igual.
No hay adioses iguales.
Una sabe que el camino, en esta vida, solo tiene una dirección: Un paso, otro paso... Continuo aprendizaje que se puede enseñar pero no se hereda.
Daría todo lo aprendido. No, no es el caso.
No se regalan los caminos, hay que vivirlos, transitarlos por sus verdes orillas, sus piedras pulidas a golpe de zancadas, sus polvos y sus barros.