Cap. 04 La Búsqueda…
Phillipe no bajó a almorzar con sus hijas, sino que se quedó con Daphne que recuperaba y perdía el conocimiento a intervalos regulares. Razón por la cual no se enteró de la ausencia de Sophie. Las hermanas de la niña o no notaron su ausencia, o no les importó.
Entre tanto, Brenda Arlingthon estaba furiosa con su hijo porque no había ido a comer de nuevo.
Aunque dentro de las costumbres de aquella época se incluía el hecho de que los niños no compartiesen el comedor con los mayores, ya que toda su vida estaba confinada a las áreas de sus hogares destinadas para ellos, y quienes se encargaban de sus cuidados y educación eran las institutrices y tutores, en el caso de los Arlingthon, gustaban de compartir más con sus hijos.
- Debes hablar con él William -- le decía a su marido que se esforzaba por no escucharla -- es la segunda vez esta semana.
- Querida déjalo en paz, es un chico -- le dijo con cansancio -- Seguramente se habrá distraído jugando y no se ha dado cuenta de la hora.
- Debe aprender a ser más responsable -- insistió ella -- Será el próximo Duque de Darnley, no puede andar por ahí haciendo quién sabe qué. Además -- continuó -- esa amistad con Dylan Danworth solo le traerá problemas, ese niño es un pequeño demonio.
Aunque William Arlingthon estaba bastante de acuerdo con lo último, no creía que eso fuese a representar un problema. Si bien era cierto que el futuro Duque de Livingstone estaba bastante alejado de lo que se suponía debía ser un futuro duque, no era menos cierto que con toda seguridad, su padre se encargaría de remediar esa situación en un par de años más.
En aquel momento los Danworth también se encontraban en el comedor, pero a diferencia de los Arlingthon, no tenían ni la más mínima idea del paradero de su hijo, y ciertamente no les importaba. Era usual para ellos no verlo mucho, sin embargo, cuando fueron debidamente informados que el chico no se encontraba en el castillo, simplemente pasaron al comedor sin hacer preguntas.
Joseph Danworth asumió que su hijo estaría por allí de cacería, y era algo que encontraba perfectamente normal. Mientras que Helen no le dedicó ni un solo pensamiento al asunto. Ella era una dama que se comportaba de acuerdo a las costumbres de la época, de modo que los asuntos relacionados con el chico recaían por completo en su tutor, el señor James.
No obstante, hacia media tarde el señor James fue a hablar con el Duque porque Dylan seguía sin aparecer.
- ¿Milord, me permite un momento?
- ¿Qué quiere James?
- Milord, vengo a solicitar permiso para organizar un búsqueda del joven Lord Danworth -- dijo el hombre
- ¿Búsqueda?
- Sí milord. Ya ha pasado en mucho la hora en la que debía estar de vuelta, ha comenzado a nevar y podría resultar peligroso.
- De acuerdo, haga lo que crea conveniente -- dijo Joseph
- Gracias milord
Joseph se preguntó por un momento dónde se habría metido su hijo, pero en cuanto James abandonó el estudio se olvidó del asunto.
En el castillo Arlingthon la situación era completamente diferente. En cuanto los sirvientes informaron que Kendall seguía sin aparecer, Lady Arlingthon se había desesperado y su marido había dado órdenes de ensillar su caballo y que reuniesen a varios de los sirvientes para salir a buscar a su hijo.
- Cálmate Brenda -- le estaba diciendo a su esposa antes de salir -- seguramente no se dio cuenta de la hora, y una vez iniciada la nevada tuvo que buscar dónde guarecerse.
Pero la mujer seguía llorando sin control, de modo que le indicó al ama de llaves que le diese un té fuerte y se quedase con ella. Arthur, el hermano más joven también se quedó al lado de su madre, y preguntándose cuál era la fascinación de Kendall por mortificar a sus padres, pero al mismo tiempo rogando porque no le hubiese sucedido nada al muy necio de su hermano mayor.
Hacia media tarde, Phillipe se extrañó de no ver aparecer a Sophie en el cuarto de su madre, por lo que comenzó a hacer indagaciones entre sus hijas, y al no obtener respuesta, acudió a los sirvientes, quienes le informaron que la última vez que habían visto a la niña había sido a media mañana cuando salió al jardín. Después de realizar un exhaustivo registro en el interior, comenzó a preocuparse. Llamó a varios de los trabajadores y organizaron la búsqueda por los alrededores, búsqueda que no arrojó ningún resultado positivo. Phillipe estaba angustiadísimo, la tormenta que se había iniciado, había incrementado su intensidad y seguían sin encontrar a la niña. Los caballos avanzaban con dificultad a causa de los varios centímetros de nieve, de modo que se detuvieron un momento a discutir qué ruta seguir. Mientras hablaba con sus hombres, vieron otras figuras que se acercaban. Estaban en los linderos de la propiedad de Lord Arlingthon y justamente era éste el que se acercaba.
- ¿Phillipe? -- preguntó -- ¿Qué haces fuera con esta tormenta?
- Una de mis hijas ha desaparecido -- informó Phillipe
- ¡Por todos los cielos! -- dijo el hombre -- Mi hijo mayor también, al igual que el joven Danworth.
- ¿De veras? -- preguntó asombrado
- Así es milord -- contestó un hombre a quien Phillipe no conocía.
- Él es el señor James -- informó Lord Arlingthon -- el tutor de Dylan Danworth.
Pero Phillipe había dejado de prestarle atención pensando dónde habían podido meterse aquellos tres niños.
- Ya que todos tenemos un interés común -- dijo el señor James -- me permito sugerir que unamos fuerzas y extendamos la búsqueda hacia el área del bosque.
Los dos hombres aceptaron la propuesta, pero Phillipe tenían una creciente sensación de fatalidad.
Después del episodio con el oso los chicos habían vuelto a la cueva, pero Kendall miraba a Sophie de modo extraño, mientras que Dylan evitaba por completo el mirarla, y ambos se preguntaban qué demonios había sido aquello. Sin embargo, otro asunto de mayor importancia, en opinión de Dylan, comenzó a preocuparlo, pronto tendrían veinticuatro horas sin ingerir ningún alimento, y él chico sentía que estómago rugía ferozmente, pero la maldita tormenta aun persistía y no podían arriesgarse a salir así porque lo más probable era que se perdieran, y con una niña herida para más señas… Dylan se volvió y miró el tobillo de Sophie. Si bien era cierto que la inflamación había desaparecido la noche anterior, por fuerza aun debía dolerle, pero hacía un momento cuando la niña había caminado hacia el oso, no la vio cojear.
- ¿Cómo está tu tobillo? -- le preguntó
- Mejor, gracias -- dijo ella levantando un poco la falda de su vestido y mostrándoles el tobillo.
Ellos notaron que la zona seguía amoratada y con las marcas de la trampa en la piel, pero ella insistió en que no le dolía.
Hacia media mañana escucharon ruido afuera y se pusieron alertas. Según Sophie, el oso no volvería, pero a pesar de haber sido testigos de lo sucedido, no estaban muy dispuestos a confiar en eso, especialmente Dylan.
Después de pasar toda la noche en una inútil búsqueda, Phillipe, William y el señor James, estaban francamente desesperados. Sin embargo, cuando ya había avanzado la mañana, dieron con el apartado rincón donde se hallaba la cueva. Los hombres dejaron sus monturas, y se acercaron con precaución a la abertura.
- ¡Papá! -- gritaron dos voces
Phillipe se sintió tan aliviado al escuchar la voz de su hija, que las piernas casi se negaron a sostenerlo. La niña corrió a sus brazos, y él la recibió apretándola muy fuerte contra su pecho.
William estaba en una situación bastante parecida, y aunque fue mucho menos expresivo que su vecino, también abrazó con alivio a su hijo.
Dylan avanzó al último, si bien no le sorprendía que su padre no estuviese allí, no por eso dejó de experimentar cierto dolor.
- ¿Estás bien? -- le preguntó el señor James.
- Perfectamente -- dijo el chico sin detener su camino hacia la salida
Entre tanto William interrogaba a su hijo.
- ¿Qué sucedió? ¿Se extraviaron?
- En realidad no, íbamos camino a casa cuando escuchamos a Sophie gritar -- estaba diciendo Kendall
- ¿Se conocían? -- preguntó Phillipe
- No señor -- contestó el chico y siguió explicando -- Dylan y yo decidimos ir a socorrer a quien gritaba porque nos sentimos responsables, ya que habíamos colocado una trampa y lucía muy probable que alguien hubiese caído en ella. Cuando llegamos la encontramos allí, y aparte de tener el pie apresado en la trampa, estaba sin sentido -- hizo una pausa y continuó -- Una vez que la liberamos, Dylan señaló acertadamente que no podríamos llegar a casa porque la tormenta ya se había desatado, de modo que vinimos a guarecernos aquí.
- Pues se lo agradezco mucho Lord Arlingthon -- dijo Phillipe y miró a Dylan que seguía de pie en la salida -- y también a usted Lord Danworth
- Bien, será mejor que regresemos a casa -- dijo William y miró a la niña -- Enviaré a nuestro médico para que revise su tobillo señorita Saint-Claire
- Gracias, pero no es necesario -- y el hombre abrió mucho los ojos
En primer lugar, porque no esperaba que la niña dijera absolutamente nada, en esa época las mujeres de cualquier edad, no se dirigían a un hombre al que no habían sido presentadas. Y en segundo, porque en ningún caso habría esperado que una niña tan pequeña le hablase.
Phillipe tenía una idea bastante aproximada de lo que Arlingthon debía estar pensando, pero decidió no prestar atención a ello, tenía verdadera urgencia por llevar a su pequeña de vuelta a casa.
- Gracias por su ayuda -- le dijo extendiendo la mano hacia William y luego a James
Cuando salían, Sophie se detuvo y soltando la mano de su padre se acercó a Kendall.
- Muchas gracias Kendall -- y tirando de su brazo lo hizo inclinarse y le dio un beso en la mejilla, con lo que el chico enrojeció violentamente
Aquello era del todo inapropiado, pero tanto el señor James como Lord Arlingthon decidieron ignorarlo y pensar que la pequeña señorita Saint-Claire aún tenía mucho que aprender.
En cuanto Dylan había visto la escena, se había dirigido rápidamente hacia donde estaban los caballos y se subió al que reconoció como el del señor James. De modo que Sophie se acercó y miró hacia arriba.
- Gracias Dylan
- No tiene nada que agradecer señorita Saint-Claire -- le contestó sin mirarla
Después de eso, todos subieron a las monturas y se marcharon.
Si Dylan había esperado por lo menos cierto grado de preocupación de sus padres, se llevaría otra decepción, porque cuando entró al castillo quien lo recibió fue el ama de llaves.
- ¡Milord! -- exclamó al verlo sucio y empapado
- Señora Adams -- dijo él y siguió hacia las escaleras
- Le subiré algo caliente -- dijo la mujer
- Que incluya algo de comer, porque mi espina dorsal está perforando mi estómago -- dijo sin volverse
Llegó a la parte superior y se dirigía a su habitación cundo casi choca con Helen.
- ¡Dylan! -- exclamó ella -- Pareces un pordiosero ¿dónde estabas metido?
- Ahora no madre -- le dijo y siguió, pero Helen aferró su brazo
- Un momento jovencito
- He dicho que ahora no madre -- y ella lo soltó muy de prisa la ver la fría expresión de sus ojos
En el caso de Kendall, su recibimiento fue muy distinto. En cuanto Lady Arlingthon fue avisada de la llegada de su esposo y su hijo, caminó de prisa hacia el vestíbulo y abrazó a Kendall
- Madre estoy mojado -- dijo el chico
- Gracias al cielo estás bien -- dijo ella mientras lo miraba, y él sintió un enorme pesar al ver los enrojecidos ojos de su madre
- Lo lamento madre
- Olvida eso ahora -- lo detuvo ella -- Vamos, debes tomar un baño caliente, y luego comer algo.
Acompañó al chico a su habitación, y luego de asegurarse de que todo estaba en orden, bajó de nuevo y escuchó las explicaciones de su esposo.
- ¿Y la niña está bien? -- preguntó cuándo él finalizó
- Hasta donde me fue posible notar, sí.
- Pero aun así, creo que deberíamos enviar a un médico
- Ya lo hice, mientras estabas arriba con Kendall
- Me alegro querido -- dijo ella con una sonrisa -- Pero ahora, tú también necesitas atención
Se acercó a él y tomándolo por un brazo lo empujó suavemente hacia las escaleras. Entre tanto, Arthur había entrado a la habitación de su hermano y discutía con él.
- No tienes ninguna consideración por nuestra madre Kendall.
- No me fastidies Arthur -- dijo el chico -- Ya te expliqué lo que sucedió.
- En primer lugar, no debías estar allí a esa hora -- siguió Arthur -- no tienes por qué hacer siempre lo que Dylan dice, porque si no lo has notado, siempre terminas metido en algún lío por ello.
- En esta ocasión hicimos lo que debíamos, si no hubiésemos estado allí, la señorita Saint-Claire con toda seguridad habría muerto congelada.
- Pues en mi opinión, ella tampoco debía estar paseándose sola por el Bosque.
En este punto Kendall sonrió con malicia y dejando la camisa que estaba por ponerse, se volvió a mirar a su hermano.
- Por mucho que te disguste Dylan, acabas de sonar como él.
- ¿A qué te refieres?
- Él también opinaba que ella no debía estar allí.
- Pues en eso, sin duda tenía razón.
Después que Kendall terminó de vestirse bajó a comer, pero no pudo deshacerse de la molesta cháchara de Arthur durante el resto de la tarde. Aunque Kendall como la mayoría de los chicos de su posición, estaba muy orgulloso de sí mismo, en ocasiones pensaba que la naturaleza había cometido un serio error, y que su lugar quien debía ocuparlo era su hermano que parecía tener las características apropiadas y la dosis justa de seriedad para convertirse en el próximo heredero del título. Pero aquellos períodos de reflexión solían durar poco, y a pesar de que amaba a su hermano menor, lo consideraba un real fastidio.
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