Cap. 03 Dylan y Kendall…
Dylan y Kendall, se habían subido a un árbol y en aquel momento Kendall se burlaba de su amigo.
- Vamos Dylan ¿No decías que hoy lo lograríamos?
- Bueno el día aún no termina ¿no? -- contestó el chico -- A ver, en esta posición se tiene una nueva visión del mundo -- dijo colgándose de la rama flexionando las rodillas y quedando cabeza abajo
- ¿Qué haces necio? -- dijo el otro alarmado -- Te romperás el maldito cuello y de seguro me culparan a mí.
El otro rió balanceándose peligrosamente en la rama, y haciendo que Kendall dudara de su salud mental.
- No seas cobarde Kendall
- No es cobardía es buen juicio, idiota -- le respondió -- En mi caso digamos que sería una pena estropear tanta perfección, y si me matara mis padres aún tienen un heredero, pero en el tuyo querido amigo, sería una verdadera tragedia para tu apellido.
Como siempre que le recordaban que era único hijo y sus responsabilidades, Dylan perdía su alegre sonrisa. Se enderezó sobre la rama y miró a su amigo.
- Siempre tienes que estropeármelo todo ¿verdad? -- le dijo de mal humor
Pasaron un rato sobre el árbol y luego comenzaron a vagar sin rumbo fijo, como lo hacían a menudo entre charla, bromas y juegos. A pesar del peso de sus apellidos, eran dos normales y alegres chicos de trece y catorce años, que se dedicaban a pasar sus horas libres vagando por el bosque aledaño a sus propiedades.
- Bueno, creo que hoy tampoco será -- dijo Kendall en tono resignado -- y será mejor regresar a nuestras casas, si como dijiste habrá tormenta mi madre no se pondrá muy feliz si me agarra de nuevo fuera.
- Habrá tormenta tal y como dije, pero aún es temprano.
La verdad no era tan temprano y Dylan sabía que la tormenta estaba muy cerca, siempre había tenido un especial sentido para detectarlas, pero lo cierto era que no deseaba regresar a su solitaria casa. A pesar de que sus padres estaban allí, como todos los inviernos, para él era lo mismo. A muy temprana edad decidió que no sufriría más la desilusión de verles marchar una vez finalizado el invierno, de modo que prestaba poca y casi ninguna atención a sus visitas, obligándose a llevar la vida del modo habitual y evitando en lo posible un contacto muy cercano con ellos.
Cuando unos finos copos de nieve comenzaron a caer, Kendall lo miró con ira.
- ¿Lo ves? -- le gritó -- Esta vez te falló tu instinto y mamá va a matarme.
Comenzaron a correr mientras Dylan reía, pero de pronto un grito los paralizó.
- ¿Tú también lo escuchaste? -- le preguntó a Kendall
- Por supuesto, no soy sordo -- le contestó -- Y estoy seguro que eso, “no” es un oso.
- Claro que no, eso es una persona -- dijo Dylan -- ¡Vamos, date prisa!
- ¿Qué? -- preguntó el otro pero no le quedó más remedio que seguirlo -- ¿Dylan has perdido el juicio?
- ¿Te parece sensato dejar a alguien atrapado, con una tormenta a punto de desatarse? -- preguntó el chico mientras caminaba de prisa en dirección a donde habían colocado la trampa.
- Bueno, ahora sin duda sí nos mataran -- dijo Kendall
Comenzaron a correr al ver que la tormenta arreciaba, pero no parecían avanzar mucho.
- ¿Dónde demonios pusimos la maldita trampa? -- se preguntó Dylan -- No recuerdo que estuviese tan lejos.
Siguieron y siguieron, hasta que por fin vieron el bulto en el suelo. Dylan comenzó a avanzar con cautela aunque ya había determinado que era un ser humano.
- Date prisa -- lo urgió Kendall -- el pobre hombre debe estar adolorido y congelándose.
- Espera -- lo detuvo
- ¿Por qué? Es una persona y no un animal peligroso.
- Sí, pero las personas suelen tener armas, genio -- le dijo en forma mordaz -- y si no sabe lo que se le está acercando, fácilmente podemos terminar con una bala en el cuerpo. Te aseguro que eso le gustará mucho menos a tu madre.
Ya casi habían llegado, pero la figura no se movía y notaron que era de escaso tamaño cuando estuvieron a su lado.
- ¡Demonios! -- exclamó Dylan -- ¿Qué hace una niña tan pequeña, sola por estos lugares?
- No lo sé, pero discutirlo no nos ayudará a averiguarlo -- dijo Kendall -- Vamos a quitarle esta cosa del pie -- y ya se había agachado a abrir la trampa
Entre ambos lograron liberar el pie de la niña, y luego se miraron.
- ¿Y ahora qué? -- preguntó Kendall -- No podemos dejarla aquí.
- Estoy pensando -- le contestó
Pero ya la tormenta los estaba castigando duramente. Kendall recuperó la capa de la niña para cubrirla, pero ya Dylan se había quitado su chaqueta de piel y se la estaba colocando.
- Genial, ahora tenemos una niña congelada y tú morirás de una pulmonía como la señora que fueron a visitar ayer nuestros padres -- le dijo
- Deja de decir idioteces, tenemos que salir de aquí -- y diciendo esto levantó a la pequeña en brazos.
- De acuerdo tú la cargas un rato y luego me la das, y así hasta que lleguemos a casa -- dijo el chico
- En verdad a veces dudo que tengas cerebro Kendall -- dijo Dylan -- Con esta niña en brazos no llegaremos a casa. Conozco un sitio donde podemos esperar a que pase la tormenta.
Caminaron en silencio hasta que Kendall notó que estaban en la entrada de una cueva.
- Solo espero que el oso que pretendíamos cazar no esté aquí -- dijo Dylan
Entraron y Kendall extendió la capa en el suelo donde depositaron su carga. Examinaron el lugar y lo encontraron seguro. Pero el tiempo comenzó a pasar y la tormenta no amainaba, así que comenzaron a preocuparse. De pronto la niña empezó a quejarse y ellos se miraron.
- Padre -- dijo la niña débilmente
Se acercaron a ella y se arrodillaron a su lado. Kendall le puso la mano en el hombro y la sacudió suavemente. La niña abrió los ojos con lentitud y poco a poco fue enfocando la mirada, pero a los pocos segundos tuvo conciencia de dos cosas, la primera, que los ojos que la miraban no eran los de su padre, y la segunda, que no estaba en su casa. Abrió los suyos desmesuradamente y ahogó un grito haciendo que los chicos retrocedieron sorprendidos.
- Tranquila -- dijo Kendall, al notar el susto de la niña -- no vamos a hacerte daño.
- ¿Dónde estoy, quienes son ustedes? -- preguntó ella, mirando alternativamente a uno y al otro.
- Yo soy Kendall Arlingthon -- dijo el rubio, y ella miró al otro
- Dylan -- dijo él -- Dylan Danworth
Aquello no le decía nada a ella, y siguió mirando asustada.
- ¿Y tú quién eres? -- preguntó Kendall
- Me llamo Sophie, Sophie Saint-Claire -- le contestó ella
Los chicos se miraron porque si bien ella no sabía quiénes eran ellos, en su caso sí conocían ese apellido.
- Bien Sophie, no te preocupes -- la tranquilizó Kendall -- somos vecinos, nuestros padres se conocen y sin duda ya nos están buscando -- luego miró hacia la herida que tenía la niña en el tobillo -- ¿Te duele?
- Un poco -- contestó ella
Kendall miró a Dylan y este se encogió de hombros.
- Supongo que hay que curarla o se le infectará, pero no tenemos nada aquí con qué hacerlo -- dijo ceñudo.
- ¿Podrías traerme un poco de nieve? -- le preguntó ella a Kendall, que por algún motivo le inspiraba más confianza que el otro
Ellos la miraron como si se hubiese vuelto loca, pero no discutieron y fue Dylan quien salió por la nieve, porque rápidamente había notado que la niña se sentía más cómoda con Kendall. Enseguida volvió con un puñado de nieve en las manos y la miró.
- Gracias -- dijo ella extendiendo las suyas
Acto seguido y disimulando una mueca de dolor, se la colocó en la inflamada zona, era lo poco que recordaba que debía hacer. Cuando se derritió, Kendall fue por más y así hasta que en realidad se había sentido mejor. Kendall desgarró un trozo de su fina camisa, y con ello Sophie se limpió la sangre.
- ¿Dónde estamos? -- preguntó ella
- En una cueva, era el único sitio donde podíamos guarecernos, con esta tormenta no habríamos podido llegar a casa -- le contestó Kendall
- Gracias -- le dijo ella y luego miró a Dylan -- a ambos.
Kendall le sonrió pero Dylan ignoró el agradecimiento, su cerebro estaba ocupado pensando en cómo salir de allí. Aunque Kendall decía con frecuencia que sus padres lo matarían por no llegar a casa a tiempo, en esta ocasión en verdad los iban a matar a ambos, porque ya pasaba en mucho la hora de haber vuelto. No obstante, descubrieron que el solo hecho de desearlo no contribuía a que la tormenta pasase más de prisa. Dylan literalmente moría de frío, pero bajo ninguna circunstancia lo reconocería. Sin embargo, Sophie no tardó en notarlo y comenzó a quitarse la chaqueta.
- ¿Qué haces? -- le preguntó el chico cuando la vio
- Te estás congelando -- dijo ella
- Por supuesto que no -- dijo él molesto -- Vuelve a ponértela y no nos busques más problemas -- concluyó malhumorado y se alejó de allí.
- No le hagas caso -- le dijo Kendall -- él es así pero no es una mala persona, solo algo desagradable -- concluyó sonriendo.
El tiempo avanzaba y la oscuridad era cada vez mayor. Sophie a pesar de ser una niña muy valiente se sintió asustada y comenzó a llorar en silencio. Los sucesos del día parecían haberla superado. Primero el encontrarse perdida, luego su caída y ahora ante la perspectiva de pasar una noche lejos de casa y casi a la intemperie, terminaron por quebrar su ánimo. Kendall miró incómodo a Dylan y éste como era su costumbre, simplemente se encogió de hombros tratando de ignorar la situación.
- No te preocupes -- le dijo Kendall a la niña -- nada va a sucederte aquí.
Sin embargo, aquello no pareció tranquilizarla, pero no encontrando nada más qué decir Kendall guardó silencio. La oscuridad se hizo absoluta, ya ni siquiera podían mirarse, y solo escuchaban el ruido de la tormenta afuera y el apagado llanto de Sophie.
- Deja de llorar -- dijo Dylan con exasperación -- eso no nos sacará de aquí.
Kendall como pudo lo asió por un brazo y lo arrastro hasta donde consideró que la niña no podía escucharlo.
- ¿Qué te sucede? -- le preguntó -- Déjala en paz, está asustada, es poco más que una bebé.
- Entonces no debería pasearse sola por allí -- contestó el otro
- Dylan ten un poco de misericordia -- le dijo -- lo que debemos hacer es sentarnos junto a ella y al menos protegerla de este frío, cosa que a ti también te vendría bien.
Finalmente Dylan aceptó y ambos se sentaron junto a Sophie. Otra cosa que no había contribuido mucho a mejorar el humor de Dylan, era que llevaban todo el día sin haber podido ingerir ningún alimento, y su estómago se lo estaba recordando dolorosamente. En algún momento Kendall se quedó dormido, pero ni Sophie ni Dylan podían conciliar el sueño. Ella seguía llorando en silencio, y él comenzó a experimentar un gran malestar por no poder calmar ese llanto. Quería alejarse, y al mismo tiempo tenía la necesidad urgente de conseguir que dejara de llorar. No sabía por qué le producía tanta desazón aquel llanto. No era rabia exactamente, sino una especie de opresión en el pecho que no podía identificar. Instintivamente tomó la mano de la niña y la apretó.
- Vamos señorita Saint-Claire -- le dijo -- estoy seguro de que es usted lo suficientemente valiente como para superar esta situación. No es tan malo, al menos no estamos allí afuera.
- No estoy asustada -- dijo ella -- es solo que…
Pero ella tampoco sabía muy bien por qué lloraba. De modo que sin saber por qué, Dylan comenzó a hablar y a contarle las aventuras de Kendall y de él, le habló de sus padres, de su tutor, y poco a poco Sophie se fue calmando. En algún momento previo al amanecer, ambos se quedaron dormidos, pero Dylan despertó sobresaltado cuando escuchó el susurro apremiante de Kendall.
- Dylan -- estaba diciendo el chico -- Dylan despierta.
Abrió los ojos, no estaba muy seguro de cuánto había dormido pero ya había cierta claridad, y en seguida se puso alerta.
- Hay algo o alguien allí afuera -- dijo el rubio
Dylan soltó la mano de Sophie que aún tenía sujeta, para incorporarse, pero enseguida la niña abrió los ojos.
- ¿Qué sucede? -- preguntó al ver que ambos se ponían de pie.
Pero ninguno le dio una respuesta. Kendall miraba hacia la entrada de la cueva y Dylan registraba frenéticamente con la mirada el lugar en busca de algo con qué defenderse. Localizó unos trozos de ramas tiradas en un rincón y se apresuró a recogerlos. Entre tanto Sophie también se había puesto de pie, y en cuanto ellos comenzaron a moverse hacia la entrada ella fue tras ellos.
- Quédate dónde estás señorita Saint-Claire -- le ordenó Dylan
Pero Sophie no era de las que obedecía pacíficamente ninguna orden, y como él en realidad no estaba mirándola, siguió avanzando tras ellos. Al llegar a la entrada notaron dos cosas, la primera, que la tormenta seguía, con menos fuerza pero seguía, y la segunda que estaban en muchos problemas, porque el probable habitante de la cueva había hecho acto de presencia. Un enorme oso gris se acercaba y al verlos un gruñido feroz brotó de su garganta. Tanto Kendall como Dylan, miraron los trozos de madera que tenían en las manos y llegaron a la conclusión de que no estaban adecuadamente preparados para enfrentarse con aquello. Pero no tuvieron mucho tiempo para preocuparse por ello, un terror mayor los invadió cuando vieron pasar a Sophie como una exhalación entre ellos y dirigirse directo hacia el animal. Aunque tardaron unos segundos en reaccionar, para cuando lo hicieron ella les llevaba mucha ventaja. La niña se plantó frente al oso mientras los chicos se acercaban desesperados, pero de pronto Kendall sujeto y detuvo Dylan quien luchaba por soltarse.
- ¡Suéltame! -- le gritó forcejeando
- Espera, mira -- le dijo éste
Dylan miró en la dirección que su amigo le señalaba, y vio con asombro que el animal parecía “escuchar” a la niña. Parpadeó repetidamente y concluyó que debía estar soñando. A los pocos minutos el animal comenzó a alejarse y Sophie se dio vuelta y caminó hacia ellos.
- No nos molestará -- les dijo y siguió caminando hacia la cueva.
Los chicos se miraron estupefactos y después de unos segundos de duda, caminaron tras ella. Fue el primero de los muchos eventos “extraños” de los que serían testigos con el correr de los años, pero uno de los que más recordarían.
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