Al mirarme en el espejo del pequeño ser, que va disminuyendo a medida que pasa lentamente el tiempo, me he dado cuenta que ya no hay vuelta atrás, no, ya no. No me gusta lo que veo, odio lo que veo, ya no veo.
Todo comenzó al partir para siempre mis ilusiones con ella, ese día me acuerdo, era un 16 de agosto de 1997, más menos como las 18:00 horas discutíamos por quien era el responsable de una relación inexistente de hace mucho tiempo ya.
Ninguno de nosotros se pensó que a tres peldaños de distancia estaría el fin inminente de un ser tan hermoso como ella. Baja los escalones, despacio como sabiendo el destino que le espera, silenciosa me mira y grita con lagrimas en los ojos que no me quiere volver a ver, luego... desciende... desciende... desciende y desciende enfrentándose a la fuerza inexplicablemente injusta para ese momento, para esa persona, para esa mujer. Dos ojos relucientes, encandiladores, frente a los ojos de ella, que por primera vez lucían indefensos y se cerraron frente a mí para siempre tan sencillo como decir: ¡Apagué la luz, váyanse a su casa! Lo único que se me vino a la cabeza fue llorar por primera vez en mi vida con ira, con rabia. Luces gritos, yo sentado, mirando por la estrecha puerta trasera de un microbús, una lagrima se empieza asomar por mi ojo derecho, como el comienzo de algo interminable de algo que no se agotará nunca, y aquí es cuando comienza la rabia, la ira, el sentimiento de impotencia que se ahoga en llanto que me quema por dentro.
Luego, rápidamente se ven imágenes de mí, corriendo hasta el pilar donde se encontraba el timbre, tocándolo desenfrenadamente, un nudo en la garganta que me impide respirar. Logro bajar después de unos minutos de gritos desesperados para el conductor, corro y encuentro un plástico vede, ¿donde esta Francisca? grito, pero lo único que me responden es que salga de ahí porque no hay nada que ver, ¿Nada que ver? ¿Nada que ver? Que mierda les pasa, donde esta, que hicieron con ella, ¡donde! Miro los ojos de ella, por fin sé de donde los saco, y siento un calor que se escurre por mi cara, que se siente más fuerte con la brisa de mar de Valparaíso me limpio la saliva arrojada con desprecio y culpabilidad, no podía hacer nada, ni siquiera sentía que me humillaban, solo sentía que me habían robado parte importante de mi vida y la habían cambiado por un cuerpo destrozado. Mientras ella me grita, ella descansa junto a su padre, sí, están juntos, creo que por eso me desprecia tanto la madre, le quite lo único que tenía pero ella no sabe que también era lo único que yo también tenia, mi vida.
¿Por que la mate, por que?, Se repite en mi cabeza una y otra vez y no encuentro la respuesta a esta simple pregunta, muchos dicen que no fue mi culpa, que era inevitable, pero... no lo creo, todo hubiera cambiado de no ser por mi maldito egoísmo, el de nunca perder, me llevo perderlo todo, ya nada vale la pena, cierro mis ojos y lo único que veo son los suyos, ¡te extraño maldita sea, te extraño!.
Ya no tengo por que seguir aquí, no tengo algo que me amarre, cierro mis ojos y nuevamente veo tus enormes ojos verdes con la lagrima descendiendo, no lo soporto, donde miro estas, ya no puedo ocupar mi cama, solo siento tu olor. Me estaré volviendo loco, creo que alucino, veo sombras que me persiguen, ya ni el tragar saliva me da confianza. Ya no me griten por favor, ya no me griten.
Dame una señal, si fui yo el de la culpa por favor dímelo no lo soporto más, ¡ya no más!¡¡¡DISCULPAME POR FAVOR!!!
Lo mejor que he sentido en años, la brisa, un prado lejos de todo, un manzano, nuestro sueño te acuerdas. Por fin lo hallé, ya nadie podrá alejarte de mí ¡nadie, nadie!
Por fin podre sentir tu piel junto a la mía. |