De pronto me vi viajando en un tren, sin saber a qué hora lo había abordado ni cuál era mi destino, aparecí en un vagón de pasajeros medianamente iluminado e iba sentado del lado derecho con la vista hacia el frente conforme el sentido de avance del tren, el cual iba en franca subida y en una curva interminable en sentido de las manecillas del reloj. Asomé la cabeza por la ventanilla y vi al frente, el camino se veía completamente iluminado por la luz de la locomotora y los vagones de más adelante lucían con más luz en su interior, cuando vi hacía atrás vi como la parte trasera del tren se perdía como desvaneciéndose en las tinieblas. Estaba completamente solo en ese vagón, como si el tren estuviera completamente a mi disposición para viajar en el lugar que más me complaciera, estaba algo confuso y me preguntaba dónde estaban los demás pasajeros, pues era incosteable para la empresa hacer un viaje con un solo pasajero. En eso se acerca una persona mayor a mí y se sienta a mi lado y me pregunta.
_¡Hola…! ¿Qué tal tu viaje?
_Bien, pero… ¿Dónde están los demás pasajeros?
_¡Aquí mismo…! Es el mismo viaje para todos, pero muy diferente para cada uno, tienes todo el tren para ti y puedes viajar en el lugar que quieras, pero el destino del viaje dependerá de eso precisamente.
_¿Y a qué hora es la llegada al destino?
_Hoy mismo, cada viaje dura un día, hay quien llega a destino, hay quien se baja con el tren en marcha y hay quien se pierde en las tinieblas de la parte trasera del tren.
De pronto suena el silbato del tren interrumpiendo el dialogo, despierto, y era el tren de las 5:30 a.m., mi casa está cerca de un crucero y a veces es inevitable despertar a esa hora.
José A. Guerrero. (08/02/1) |