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Pedro Ponce

Al fin los chiquillos se durmieron, exhaustos de tanto correr y saltar para tratar de calmar el hambre.

La mujer se acercó al camastro donde dormían los tres muy juntitos, para no tener tanto frío y los acarició, pensativamente.

-¿Por qué te escapaste, Pedro Ponce?- susurró -Los niños no te molestaban para nada y te querían tanto. Aunque no trabajaras todos los días, eso poco que ganabas, junto con lo que me pagaban por lavar ropa de otros, nos bastaba para vivir y comer. Yo me conformaba con que trataras bien a los chicos y no me importaba trabajar todo el día.

El mayor de sus hijos se movió intranquilo en la cama. Abrió los ojos somnolientos y le preguntó a su madre: -¿Volvió papá?

Ella lo tranquilizó con unas palmaditas:-No, hijito, todavía no terminó el trabajo que le encomendaron. Pueda ser que mañana regrese…

Unos sollozos reprimidos le indicaron cuanto sufría su hijo por la ausencia del padre.

-Maldito seas, Pedro Ponce, que sin motivo haces sufrir a mis hijos. Te esperaré hasta mañana en la noche y si para ese entonces no has regresado, te saldré a buscar y te traeré de vuelta. Si estás con otra mujer, no me importa y te perdono, pero debes volver por tus hijos.

A la hora del desayuno, que esta vez fue un tazón de mate cocido con un trocito del único pan que les quedaba, comenzaron los hijos a preguntar por el padre.

Decidió inventar una historia para calmarlos.

-Papá no puede volver todavía porque está muy enfermo. Lo mordió una víbora ponzoñosa y está en el hospital de la ciudad. Pero cuando ya esté bien, se vendrá con nosotros.
-Papá no nos quiere más y no volverá -lloriqueó la más chiquita.
-No digas eso. Él los quiere a todos, mucho, pero mucho, mucho y yo misma lo iré a buscar esta noche.
-¿No podemos ir todos a verlo? Y si ya está bien lo traeremos- dijo el mayorcito, muy seguro de si mismo.
-No puede ser, porque el hospital está muy lejos y yo deberé ir a la noche para caminar con la fresca ¿Me prometen que se van a portar bien, si los dejo solos, mientras voy allá?
-Siii, mamita -contestaron a coro

Esa noche, le pidió prestada la mula a su compadre Juan y luego lo buscó en todos los bares y fondas del pueblo sin resultado. En el hospital, no había nadie que se llamara Pedro Ponce

En el cuartel de policía un viejo sargento lo conocía y le dio los datos para encontrarlo.

-Creo que está con la Zunilda. La he visto con él. Esa no le hace asco a ninguno…

Muy cerca de la madrugada, llegó la mujer a su casa, donde todavía dormían sus críos. Bajó de la mula el tieso bulto que traía atravesado en su lomo y lo entró al rancho.

Al sentir movimientos en la cama, les habló a sus hijos:

-¡Sshh! No enciendan la vela. Papá llegó a casa.

Una semana después, las cenizas de Pedro Ponce volaban al viento.

Texto agregado el 07-02-2013, y leído por 216 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
19-04-2013 demasiado triste este cuento yosoyasi2
07-02-2013 Me gustó, gracias. hugojoin
07-02-2013 triste y desolador, relatas la dignidad de una madre por encima de todas las miserias. elisatab
07-02-2013 ¡Qué triste!!! Me emocionaste zumm... y tantos P.P. que andan por ahí. Mis***** girouette-
 
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