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Viejos son los trapos
Una linda casa en un próspero pueblo, una buena familia formada, y una salud controlada, era el mejor regalo a mis sesenta años recién cumplidos. Con una excelente esposa, buena ama de casa y mejor madre, y una hija a punto de terminar su carrera universitaria, qué más podía pedirle a la vida... Que más que aguardar la jubilación con suficiente dignidad y aceptarla con más optimismo que desesperanza. Como si fuera realmente un premio al esfuerzo de toda una vida, y no una indemnización en cuotas por esas limitaciones físicas que los años nos van endosando sin demasiada contemplación. Lo digo así porque mi existencia no terminaría con esto, disfrutaría con intensidad ese tiempo libre junto a los míos con lo que me quedara de plenitud... El trámite de mi retiro por discapacidad parcial ya estaba en marcha desde bastante tiempo atrás y esperaba una buena plata por retroactividad...
-Escuchen, -les dije aquel día: . -Desde hace mucho tiempo esperé un momento como éste, porque nunca perdí las esperanzas de hacer un buen viaje de placer... Con esta plata podríamos conocer Europa, o ir adonde ustedes quieran. Creo que ésta es nuestra oportunidad... Que opinan de esto...
La sonrisa de complacencia en los labios de mi hija me dio pronto su aprobación, pero los de mi señora se apuraron para refutar: . -Adónde vamos a ir con tu reuma y mi artritis a cuestas. Así como estamos, a adónde... Es imposible lo que estás diciendo...Tenés que darte cuenta que ya estamos viejos para estos trotes. - Viejos son los trapos - contesté molesto. Si se quiere, se puede. Tengo algunos achaques pero nada me impide, los supero si me siento joven. Joven de espíritu les digo...
- ¿Pero mamá... ¿ porqué sos así ? Él tiene razón... Yo te acompaño papá.- se animó a rebatir mi hija...
- Entiendan bien las dos; Lo que estoy proponiendo es un viaje de placer, y para los tres, no una discordia... Vamos todos o ninguno. Sentencié...
No fuimos ninguno a ningún lado. Cobré esa plata y la puse a plazo fijo...
Recuerdo bien aquel día en la ciudad... Mi hija estaba viviendo allí por sus estudios y me acompañó a cobrar y a depositar aquel dinero en el mismo banco.
-Papá- me dijo enseguida al ver con qué cara salí de allí – A lo mejor, más adelante mamá cambia de opinión y puedan viajar ustedes dos solos, en cualquier momento. Y no te preocupés por mí, porque soy joven y tengo una vida por delante... Recién estoy de novia y seguro que tendré otras oportunidades... Y ahora prometeme que no vas a seguir enojado con mamá por aquello que te dijo de la vejez... Vos sabés cómo es ella; Obsesiva con los años que pasan, y es de exagerar... Y te digo otra para que sepas; aunque ustedes se casaron bastante grandes, yo siempre los vi jóvenes... Especialmente a vos papá... Y vas a seguir siendo joven... No quiero ser zalamera, te lo digo de corazón. . - Gracias hija, sos la única que me comprende cuando hablo - Le contesté conmovido hasta las lágrimas. Y esas palabras tan oportunas me llevaron de inmediato a pensar en mi propia madre, y decidí visitarla. Hacía varios meses que no la veía y estaba en deuda con ella. A sus ochenta años todavía vivía sola en nuestra aquella misma casa, y ella sí que no había viajado más que en tranvía la pobre….
Llegué casi a mediodía y la encontré acostada. Sus huesos ya no le obedecían como antes, y yo sabía que por terquedad se negaba usar el bastón. No quería que los vecinos la vieran así... Estaba esperando que le trajeran la comida de afuera, y se alegró de mucho por mi inesperada visita, y más porque yo mismo me encargaría de hacérsela como aquellas. La ayudé a levantarse y almorzamos juntos en la mesa conversando animadamente de todo. Luego ella quiso acostarse enseguida para descansar su espalda, y yo aprovecharía una siesta corta, antes de tomar el micro que me devolvería a mi pueblerino hogar.
Éste es aún mi dormitorio, me dije al recostarme y recorrerlo con la vista. Ha pasado tanto tiempo... Éste fue mi territorio de ilusiones juveniles... y ésta es mi cama, de una plaza estrecha... Mi mesita de luz que ahora no enciende... Mis manuales de mecánica en la repisa cuando estudiaba para técnico, El Wincofon para escuchar a Sandro de América, los Iracundos y a Roberto Carlos. Y el ropero de cedro allá, de tres puertas con espejo grande al medio. Todos aquellos años están acá… Por qué me levanté de golpe y lo abrí, no lo sabía... Algo encerraba allí que tenía que volver a ver...
Qué otra cosa podía ser que no fuera mi ropa de aquel entonces...
En ese momento yo no me había dado cuenta que mi madre, lentamente y cómo pudo había llegado hasta la puerta y estaba observándome subrepticiamente...
-Qué estás mirando, nene... Me preguntó con ternura.
-Mi ropa, acá en el ropero. Contesté sorprendido...
Viste, está como la dejaste... todo el cuarto está igual...
-Sí, fijáte vos, este traje... el paletó, están como nuevos... Esta camisa, el pantalón y el saco... Y las corbatas acá, mirá... Todo como cuarenta años atrás...
- Ya lo sé. Si cada vez que miro eso me acuerdo de cuando vos eras joven...
- Y yo también. Cuando los varones íbamos a los bailes de clubes así tan bien vestidos...
¿ Te acordás? Y más adelante me tocó la época de las confiterías bailables, Y por último los snak bar... Claro, como a tus treinta y pico... Pues sí que me acuerdo. Y qué buenos tiempos aquellos...
De pronto, mientras recorría cada rincón de mi cuarto de soltero envuelto en esos recuerdos, creí ver que por un instante ese gran espejo devolvía mi completa imagen vestido de aquella manera. Tan ridícula a los ojos presentes, pero tan pegada a mi lejana juventud... Y un impulso inexplicable me indujo a probarme esa vestimenta ya mismo...
Decididamente eché todo sobre la cama y elegí un conjunto, mientras que mi madre aún seguía con gran esfuerzo apoyada en el marco de la puerta, mirando asombrada lo que yo quería hacer. Y al adivinar mi intención intervino:
-Pero hijo querido, no me vas a decir que te vas a medir esa ropa... Para qué, si no te va a entrar...
- No sé, no sé…Últimamente me puse a dieta para sentirme mejor y creo que adelgacé...
- Puede ser... Yo no veo muy bien. Tengo que operarme de cataratas, pero a esta edad tengo un poco de miedo... si fuera menos vieja, a lo mejor...
-Es normal que te pase eso. Si yo ya tengo reuma, pero trato de no hacerle caso, sinó... Contesté mientras me calzaba con dificultad el pantalón... . - Quiero saber cómo me queda, nada más, me anticipé.
- ¡Pero es ropa viejísima! llegó la réplica.. . A ella no me animé a responderle con aquel dicho, a ella no...Lo pensé nomás y me contuve a tiempo... Y seguí con lo mío, como si no la hubiese escuchado...
El pantalón me quedaba un poco ajustado arriba, por suerte en las piernas se ensanchaban abajo porque era de aquella moda loca... una camisa rosa bien ajustada, una corbata búlgara y un saco Príncipe de Gales. . Y terminé calzándome esos zapatos con plataformas que en aquella época también estuvieron en auge para hombres... Hasta me harán un poco más alto ya que habré perdido algunos centímetros, calculé... Y así ataviado, como de golpe y sorprendiéndome, me miré al espejo... Y no fui absurdo. Ni ridículo. Dentro de esa vestimenta había un muchacho de veinticinco años. Que no quiso mirar hacia la puerta, para no ver la cara que pondría esa madre al notar que un desconocido estaba en mi dormitorio... Pero a mi pesar la escuché.
-Sacáte todo eso de encima, por favor... Me da impresión verte así, y me van a volver las palpitaciones, ya sabés...
Tuve la intención de hacerle caso, pero cuando quise quitarme el saco me detuve un segundo. Tal vez instintivamente, o por esa antigua costumbre de revisar los bolsillos antes de guardarlo, busqué algo... Y algo encontré. Una vieja tarjeta que decía: “Te invitamos estes viernes a que pases una buena noche entre amigos y algunos tragos... Confitería Alburquerque”
¿Y por qué no? – hasta me pregunté, si hoy es viernes... Y me volví a acostar como estaba vestido. Como si fuera para una larga siesta y ya preparado para una larga noche… Creo que soñé que hacía un viaje de jubilados a las Cataratas de Iguazú. Y ahora quiero creer que mi madre no me ha visto durmiendo así. Que no aguantó quedarse parada en el marco de la puerta, porque cuando me levanté y me vestí como la gente ella ya estaba acostada en su cuarto. No me vio, ni quise despertarla, pero le dí un beso en la frente y llamé a un remís…

Texto agregado el 07-02-2013, y leído por 212 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
07-02-2013 No he dejado de sonreír casi desde el principio. Siempre me pareció especial esa mirada al pasado, con nostalgia pero sin ser deprimente ni demasiado emotivo, con cierto optimismo. Ahí me reconozco, aunque me queden años por andar. Es repasar nuestra Historia personal. Mi enhorabuena compañero. Lekapi
07-02-2013 Jubilar es toda una experiencia bastante deprimente, no recordamos el origen da la palabra: _ JUBILEO _ El primer día despertamos desconcertados porque el reloj despertador no funcionó y al recordar que no tenía por qué hacerlo podemos llegar a pensar: ¿ y… ahora qué ? Con el tiempo tenemos todas las respuestas, ahora y en adelante disfrutaré la vida que me queda por vivir, sin horarios, hijos independientes, realizar todos aquellos simples sueños para los que nunca tuvimos tiempo. Ignacia
07-02-2013 ¿ Los achaques ? todos los sufrimos y sabemos cómo atenuarlos. Mi actividad fue el deporte en consecuencia no tengo ninguna articulación libre de la artrosis, que me impide caminar rápido, hace unos meses decidí abandonar la tintura del cabello, hoy luzco mis canas, modestia aparte son hermosas y he vuelto a sentirme yo, erguida, relajada, satisfecha. Si, los trapos son los viejos, nosotros la experiencia que ayudará a las generaciones que nos siguen. Mis 5 *S Ignacia
07-02-2013 Que lindo, cuantos recuerdos. elbritish
 
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