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Fue mi abuela quien metió a la familia en eso del Carnaval. O el metete de mi hermano chico, que encontró una foto de la abuela vestida con un traje de chola, o de india o de ella misma, no se veía mucho por lo antigua de la foto.

—¿Eres tú güeli?
—Sí corazón. ¿Te gusta? Yo creo que la güeli le dijo el ‘te gusta’ porque hace tiempo que andaba regalando cosas, un pañuelo del año del ñauca, un espejito, una estampita de la virgen. Como que se estaba despidiendo y si algo he aprendido de ella, es que se puede ser feliz sin tener nada.

—Y sí güeli, gracias.- Mi hermano chico parece que entendía lo mismo que yo, porque dio las gracias antes que le regalara la foto. Pero preguntó. —¿Y de qué estas disfrazada?
La Abuela Toña lo pensó varios segundos, casi un minuto en que revolvió el azúcar que no le echaba al café porque ya a la abuela le hacía mal la sal y el azúcar, pero la cucharada que iba en la pregunta del metete era de azúcar y nostalgia.

—No es disfraz corazón, estoy vestida para la virgencita.
—Te vei linda güeli
—Te ves- intentó corregir la güeli.
—jajaja, pero si yo no estoy en la foto güeli, cómo me voy a ver.

La abuela, que estaba al cuidado de la familia por ese mes mientras mis padres nunca se supo dónde andaban, no renunció y empezó a enseñarle al metete, le habló del verbo ver, de verse, yo veo tú ves, yo te veo y tú no te ves. De que existen reglas. Y yo había pasado por las reglas, las mismas, quizás las mismas por las que pasó mi güeli. Le habló de que a ella ahora la ven vieja, pero fue igual a mí. De hecho me nombró y dijo: yo era igual a la Angelita.

—Güeli, ¿Y quién es el que te abraza, el de la máscara?
La güeli dejó la cuchara, dejó de abrazarse a sí misma y comenzó a hablar.

—Es tu abuelo, Renato. El papá de tu mamá.— Y acalló toda pregunta mirándome a mí, que le puse la mano en la boca al cabro chico que iluminaba a la güeli con preguntas. El abuelo siempre se llamó Carlos, y ahora se llamaba Renato, la que renacía era la güeli contando su verdadera historia.

—El de la máscara es tu abuelo Renato.- Dijo la güeli y remachó para el metete, porque todo el resto entendimos a la primera. — Fue en la fiesta - Continuó relatando la abuela en un discurso que tuvo dormido por años.-

—Fue en el Carnaval, yo me vestí como me viste en la foto y tu abuelo no creía en la virgen, ni en la iglesia. Sólo creía en sus compañeros de la salitrera. Para él no había Carnaval porque lo perseguían por sindicalista. Corazón. –lo de corazón era para mi hermanito- Usted encontró la foto, pero junto a la foto estaban sus poemas, sus escritos, algunos recortes de prensa obrera, “El tocopillano”, “El Grito Popular”, “El Proletario”. “El trabajo”.

—Yo nunca supe que mi abuelo escribía.- Dijo el pendejo de mi hermano. Y le caímos con palmadas en la cabeza.
Aclaro que el abuelo Carlos fue cariñoso, trabajador, honrado, limpio y decente. Pero no podría llenar media página con su vida. En cambio la de este nuevo abuelo Renato era para escribir mucho, siempre que el weón de mi hermano chico dejara que la abuela hablara.

Se me ocurrió pedirle a mi hermano que fuera a comprar donde doña Mirta, a 2 casas de la mía, y le pedí que me trajera cigarrillos, y que se quedara con el vuelto. Él sabía que mis papás no me dejaban fumar, así que me endeudé con él.

Lo pensó, me miró y miró a la abuela y antes de cerrar la puerta dijo: —Gracias. Total ni entiendo de que ***** hablan.— La risa fue fuerte y corta, como que todos primos y hermanos esperábamos la continuación del relato de la güeli.

—A tu abuelo lo mataron.-Me dijo la güeli. —Por ser sindicalista no lo dejaban entrar en el campamento. Lo esperaron después de reunirse conmigo y en la pampa con noche de Luna, eran presa fácil con su camisa blanca. “Palomear” decían los capataces, porque tu abuelo cayó como paloma, vestido de camisa blanca.

De nada le sirvió la máscara con que fue a prometer a la virgen en el Carnaval. Ustedes niños son nietos de la máscara, Fue en el carnaval donde primero me hizo el amor y luego dijo que me amaba, porque decir te amo se puede de muchas formas. Y ustedes son prueba de ello.

Yo no sé que entendieron mis hermanos o mis primos. Yo ya había dejado de creer en Dios, y en la virgen dejé de creer luego de que dejé de ser virgen. Siempre pensé que María era triste, que te anunciaran que estabas embarazada sin conocer al que te hizo el milagro era al menos una denuncia o querella. Al menos mi abuelo Renato tuvo la hombría de ponerse la máscara para estar con la mujer que ya lo amaba. Otros mandan ángeles a anunciar el milagro.

Ahora mi güeli duerme y yo espero que llegue la fecha del Carnaval o semana santa para viajar y ver la tumba de mi abuelo Renato, tan sin flores.

Texto agregado el 05-02-2013, y leído por 2317 visitantes. (14 votos)


Lectores Opinan
14-09-2013 Otros mandan ángeles a anunciar el milagro. impecable, magistral cafeina
15-06-2013 Comparto esa sensación de que los abuelos han guardado bajo cerrojos trozos de sus historias, que son nuestras historias. Gatocteles
06-05-2013 Me recordaste a García Marquez y Paco Ignacio Taibo. Cinco aullidos literarios yar
15-04-2013 Un relato querible. MarceloE51
12-04-2013 Mi abuela era lo más.Hermoso escrito. El_Quinto_Jinete
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