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( Del libro de Laura )

( Reedición corregida. Editada en la Página de los Cuentos el 10 de Enero de 2005 )


Dedico esta narración a mis hermanos: Juan Carlos ( Q.E.P.D ) Ricardo, María Cecilia y María Alejandra. La historia no existiría si alguien no mira hacia atrás y relata los momentos de los que fue testigo
.


Un automóvil Chrysler coupé del año 1947, se detuvo frente al número 2221 de la Avenida Irarrázaval, corría una acequia en el borde de la vereda y un ancho bandejón de tierra aún lucía las líneas de un tranvía que ya había dejado de transitar por el sector, por ambas vías de la avenida, los cables de los trolley bus testimoniaban el progreso de la ciudad y su nueva tecnología de transporte. Solo unas cuantas casas poseían un antejardín, el resto evidenciaba un antiguo barrio rural, de grandes sitios y casas orilladas a la calzada. En una de ellas sus habitantes, solo mujeres, contemplaban el devenir de la vida, sentadas en la vereda en sillas de comedor. La casa asignada con el número 2221, estaba a la venta, transcurría el año 1950, Laura y su familia habían llegado hacía dos meses desde Punta Arenas y su padre buscaba una casa para vivir con su esposa, sus cuatro hijos y sus padres. La casa era hermosa, grande, un sólido cierre de concreto y torneados pilares de madera, cercaban la propiedad. Su fachada rosa tenue tenía un revestimiento en donde el sol del atardecer insertaba minúsculas estrellas. En el antejardín multicolores dalias y rosales, un prado y la infaltable buganvilla color lila, en todo su esplendor, ocultaba el muro que separaba la casa de la propiedad vecina; enmarcaban los elaborados senderos, dos grandes tinajas de greda que exhibían coloridos geranios.

Ya en el umbral del portón de madera, cobijado por un alero, el padre de Laura dijo: _ Yo vi construir esta casa el año 1935, cuando viajaba en el tranvía desde el centro de Santiago hasta la Plaza Los Guindos, de ida y de vuelta _ viaje que aprovechaba para estudiar su último exámen de titulación profesional. Al llamado del timbre un elegante y gentil caballero les abrió el portón para invitarlos a visitar la propiedad. El padre, la madre, los abuelos, Laura y sus hermanitos ingresaron por el jardín, subieron las escalinatas de una glorieta con sus columnas, su jarrón y sus hermosas baldosas, el acceso principal de la casa. Las puertas de madera finamente talladas, las interiores con vitrales y vidrios biselados, cornisas pintadas al óleo por un artesano, espacios amplios, dormitorios para toda la familia, sala de música, comedor de diario, terrazas y jardines, árboles frutales, un largo parrón de doble columna.

Comenzaron las conversaciones. Los niños dichosos de correr a sus anchas, al cuidado de Laura, acostumbrados a jugar siempre en el interior de la casa de Punta Arenas, en donde el clima no les permitía tan magnífica libertad.

Para el padre de Laura el costo de la propiedad, era mucho mayor de lo que realmente disponía, felicitó a su propietario y agradeció su gentileza. Comenzó la despedida, el hijo de seis años le rogaba _ ¡ un rato más papá ! _, el de ocho se acoplaba al ruego _ ¡ si, papá, quedémonos ! _ para ellos era un paseo más, Laura solo quería marcharse, aburrida de sujetar de la mano a su hermanita de un año y medio. Los abuelos, caminaban hacia la salida detrás del hijo, hablaban al unísono en catalán, el padre de Laura solo movía la cabeza en señal de negación, él tenía un presupuesto y no se arriesgaría adquiriendo una deuda, recién llegado a Santiago, que para él significaba un nuevo inicio laboral. No lo conmovieron los hermosos ojos celestes de su esposa, que brillaban con lágrimas retenidas, ni el alegato de sus padres. El silencio se hizo en el interior del automóvil, solo el berrinche de la hija más pequeña, los acompañó las seis cuadras de regreso a la casa que arrendaba.

El día de Navidad de ese mismo año de 1950, mientras se encontraba la familia reunida en el comedor a la hora del almuerzo, llegó una visita, los niños se alborotaron, quizás en Santiago, como era todo tan diferente, el Viejito Pascuero llegaba más temprano y salieron en estampida al portón de entrada, la madre puso orden y recibió al visitante, el propietario de la casa de la avenida Irarrázaval.

_ Vengo a conversar con su esposo, señora, vi su automóvil estacionado y me detuve_ , _ ¡ adelante por favor !, y disculpe toda la incomodidad _ Poco espacio quedaba en la casa en arriendo, para hacer vida social, ocupada con las tinajas y cajones de la mudanza, el arbolito de Pascua y el pesebre del niño Jesús.

A puerta cerrada y en su dormitorio, cordialmente el doctor recibió a su visitante._ ¿ En qué lo puedo ayudar, señor ? _ De pausados y elegantes modales, el propietario habló con mucha dulzura y emoción. _ No he podido dejar de pensar en usted desde que visitó mi casa y en el objetivo que me hizo construirla, formar una familia, como la que usted tiene, no lo logré, fue con mi primera esposa con la que forjé esos sueños, pero ella falleció, años después me casé con su hermana, pero también falleció, mis hijos ya son hombres, no viven conmigo y la casa ya no me acomoda. Durante su visita solo imaginé niños jugando y un matrimonio joven disfrutándola. Vengo a ofrecérsela por el monto con el que usted cuenta, mi ilusión es que esa casa se llene de alegría y de vida, y de eso estoy seguro que usted cumplirá, tiene una hermosa familia, doctor _

Se produjo el silencio de los pensamientos, el propietario se puso de pié y se despide afectuosamente de su desconcertado comprador: _ Aquí tiene mi tarjeta, lo espero el Lunes en mi oficina para documentar la compra venta _

Había emoción, agradecimiento, las palabras no eran fáciles, para el joven doctor, solo pudo dar un apretado abrazo al propietario y conducirlo hacia la salida de la casa.

Por ocho años la casa de Irarrázaval brilló con toda su luz, los niños crecieron y ocuparon todos sus espacios, la consulta del padre, instalada en la misma casa, Laura tenía su sala y su piano, y un gran salón para ensayar sus ejercicios de danza cuando lo quisiera y posteriormente ocuparlo por completo de juventud rock and rollera. En 1956 nació otra hija y la familia la recibió con mucha felicidad.

En 1959, en un accidente imprevisible al interior de la casa, falleció el padre de Laura a los cuarenta y cinco años, la menor de sus hijas tenía dos años y medio, Laura, la mayor, dieciocho, solo había cursado el primer año de Universidad, a la menor, le faltaban tres años para ingresar al colegio. La madre de Laura, guerrera por naturaleza, inteligente y valiente, cumplió el proyecto de vida y futuro que con su esposo habían soñado, los cinco hijos se titularon profesionalmente y, al menos, su hija Laura pudo celebrar su fiesta de bodas, allí, en donde el alma de su padre estaría presente.

La propiedad fue vendida, su madre y sus cuatro hermanos se mudaron a una casa más pequeña y funcional.



Ayer, Laura, pasó por el frente de la casa, le pareció ver un letrero que decía " Se vende " recordó la hermosa historia de su niñez, adolescencia y juventud. Muchas vidas pasearon por sus jardines, ocuparon sus espacios y mágicos rincones.

Hoy, abandonada y deteriorada, en ella y sus hermanos perdurará el recuerdo de una historia que la vida dejó inconclusa.

Texto agregado el 03-02-2013, y leído por 409 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
04-02-2013 Estas historias de vida nos llenan de emoción, las ilusiones de nuestros seres queridos que en oportunidades se ven quebradas por el destino nos dejan huellas imborrables, el pensar lo que pudo ser y no fue es quizá uno de los peores pesares del ser humano. Felicito esta magnífica historia y me alegra el logro de los hijos de esa sufrida familia. elbritish
04-02-2013 Una historia de vida, llena de bellos y profundos momentos, excelentemente narrados. Querida Ignacia, tal vez en la escritura haya tiempos similares a los vividos en mi niñez, por lo que transporté mis pensamientos que me provocaron algunas emocionadas lagrimillas. Mis ***** Gracias. chilicote
03-02-2013 ...casas de ayer (quise decir) girouette-
03-02-2013 Una historia que me atrapó. Me encanta como describes cada detalle, cada momento, las espaciosas de ayer con historias de vida en familia; algo que ya no existe. Felicitaciones querida amiga y, un cielito de ***** girouette-
03-02-2013 Mi querida Ignacia, toda esta semana he leído historias conmovedoras sobre remembranzas de eventos que estremecen. Esta historia, igual que tu anterior narración, me conmueve por la profundidad del tema tratado y por toda la majestad que le otorgas a algo tan importante como es la vida familiar, el recuerdo, en fin, las raíces que cuando son bien sembradas, no hay quien las arranque. Me ha encantado. Me ha deleitado y yo te agradezco con un abrazo bien sentido. Te quiero. SOFIAMA
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