El fantasma que nunca se fue
Corría el año mil novecientos sesenta y cuatro. Edward tenía solo ocho años cuando murió ahogado en un río situado en las cercanías de su casa, dejando muy tristes a su madre, a su padre y a sus tres hermanos mayores.
A diferencia de sus hermanos, a Edward no le gustaban ni el rock&roll ni las motocicletas, él era diferente: le gustaban los aviones y soñaba con ser un gran piloto como su padre, quien había estado en la segunda guerra mundial. El niño poseía un conocimiento sobre los aviones bastante avanzado para su corta edad, incluso tenía las condiciones necesarias para pilotear cualquier avión; desde un simple fumigador hasta un complejo avión de combate. Era un niño prodigio.
Él, con la ayuda de sus hermanos, diseñó un modelo a escala de un biplano. Su padre, un reconocido y respetado piloto del ejército, solía llevar al pequeño Eduard a los hangares, donde permanecían durante horas contemplando cada uno de los aviones que allí estaban; incluso lo llevaban a los talleres para que adquiriera un conocimiento más profundo acerca de los motores, fuselajes, etc.
El pequeño pasaba más tiempo en los talleres del aeropuerto que en la escuela, y sus cuadernos estaban llenos de dibujos de aviones. Su favorito era el Stuka(un avión de procedencia alemana utilizado durante la guerra); su sueño era volar mas alto que cualquier ave, desafiando al mismísimo cóndor y atravesar las nubes.
Edward hubiera preferido ser un pájaro para poder cumplir el sueño que tanto anhelaba, volar. Él soñaba todas las noches con atravesar el océano, llegar hasta el horizonte y sobrevolar la montaña más alta; y aunque no era una tarea fácil deseaba cumplirla a como dé lugar.
El diez de Marzo de mil novecientos sesenta y cuatro siendo las mil doscientas horas, Eduard cumplía ocho años. Era un día soleado con algunas nubes en el firmamento, aunque tenía la posibilidad de festejarlo en su amplio y acogedor jardín él prefirió festejar su nacimiento en uno de los hangares del aeropuerto. Recibió muchos regalos de parte de sus amigos, maestros y familiares; y no solo eso, también fue nombrado “piloto honorario” y condecorado con las alas de plata; además, participó de un vuelo ceremonial acompañado por su padre, quien se retiraría el próximo año.
Al día siguiente el pequeño Edward llevó su avión hasta una colina ayudado por un par de amigos, puso el motor en marcha y pidió a éstos que empujen la aeronave. El avión avanzaba a una velocidad impresionante, el niño sostenía los controles con firmeza procurando que su avión, de dos metros y medio de largo, no pierda su curso. Al llegar a la rampa situada al borde del río miro al cielo y dijo -¡¡¡¡¡lo voy a lograr!!!!!-, el pequeño Edward estaba a punto de cumplir su sueño de volar. ¿Podría alcanzar las nubes?, ¿cumpliría el sueño que tanto anhelaba?; era un gran salto en la vida del niño, pero ese sueño pronto se esfumó. El avión pasó la rampa pero cayó al río, quedando con el tren de aterrizaje hacia arriba y aquel deseo se apagó. Edward no pudo salir de su avión, el cual se convirtió en su sepultura dejándolo morir ahogado.
Todo el pueblo estaba de luto, había muerto el pequeño piloto del lugar. Se llevó a cabo un emotivo funeral, el cual fue presenciado por todos los pilotos de la fuerza aérea, familiares y amigos de la víctima. Su padre pidió a sus superiores que lo enterraran a la orilla de la pista porque él así lo hubiera querido, hasta hicieron un monumento en la plaza central en su honor. Aquel día el cielo se tiñó de negro, como si también estuviera de luto por la pérdida de quien podría haber sido el mejor piloto de aviación de la historia.
Pasaron ya treinta años de aquella trágica muerte; y hoy, once de marzo de mil novecientos noventa y cuatro, se conmemora como cada año el fallecimiento de Edward, el piloto más joven de la historia de la aviación. El padre del niño murió de un infarto, dejando este mundo para reencontrarse en el cielo con su hijo.
Varios ciudadanos de ese pueblo aseguran haber visto al pequeño Edward en la colina arreglando su avión tratando de cumplir su deseo de volar, esto ocurre cada año, cada día once. La gente piensa que él no dejará esta tierra hasta que logre su cometido.
Edward no pudo cumplir su sueño de volar y por esa razón su espíritu nunca se fue. Aún permanece allí, reparando su avión intentando volar, una y otra vez hasta el fin de los tiempos.
martes, 06 de marzo de 2001
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