La tempestad en lo profundo del océano
La historia se remonta al siglo XVIII, época en la cual, se creía la existencia de sirenas; personajes que actualmente son un mito.
Un barco de procedencia inglesa, “El príncipe de Gales”, sale en busca de islas vírgenes para ser habitadas y allí formar nuevas colonias.
La tripulación constaba de quince marineros, incluyendo al capitán, y cinco civiles. El día estaba parcialmente nublado, pero no había peligro de tormenta. El viaje seguía su curso con normalidad, el barco avanzaba a una velocidad de veinte nudos; una suave brisa acariciaba las velas del galeón y apenas asomaban unos rayos de sol de entre las nubes. Los marinos se encargaban de los quehaceres(mantener limpia la cubierta, observar desde el puesto de vigía, la comida, y atender a los civiles entre otras cosas), procurando que todo esté en perfecta armonía.
Llegando al noreste de Groenlandia el cielo empezó a oscurecer, las velas eran abofeteadas por fuertes vientos huracanados, el barco se sacudía de babor a estribor como si colgara de un péndulo y fuertes relámpagos ensordecían a los que tripulaban el mismo. Se formaban olas de mas de ocho metros de altura que amenazaban con hundir la embarcación. Nadie se podía mantener en pie, la magnitud de aquel huracán era tan devastadora que “El príncipe de Gales” corría riesgo de chocar contra los arrecifes aledaños y allí perderse en lo profundo del mar.
Una pareja de entre veinte y veintitrés años se había unido a la travesía tomando esta como un viaje de placer. De pronto, una blonda y esbelta mujer, de considerable estatura y rasgos germánicos cae desde estribor perdiéndose en el mar. Su pareja, un noble caballero con un gran porte, acento y rasgos anglosajones se precipita en su ayuda, perdiéndose también entre las olas. El resto de la tripulación corrió precipitadamente hacia los camarotes y así salvaguardarse del viento y la lluvia que los azotaba, la tormenta mas poderosa de la historia.
El hombre busca desesperadamente a quien sería su esposa el siguiente mes. Eran las mil seiscientas horas(las cuatro de la tarde), pero el cielo estaba tan oscuro que parecía de noche. La joven fue absorbida hacia el fondo del mar como un imán atrae el metal. Él se precipitó ráudamente en su ayuda, pero le fue casi imposible alcanzarla ya que se le agotaba el aire; no pasó mucho tiempo para que la perdiera entre las oscuras y turbulentas aguas.
Agotado por tanto nadar y casi sin fuerzas el inglés deja que las heladas aguas lo lleven hasta lo mas profundo del océano. De pronto estalla una tormenta aún mayor que la de la superficie, con fuertes remolinos que levantaban la arena del fondo y hacían imposible la visibilidad; una tempestad el lo profundo del océano, algo jamás visto por el hombre.
La tormenta seguía su curso mientras el joven yacía casi moribundo en el remolino. De ella nada se sabía, pero con seguridad ya estaba muerta.
El Joven, casi a punto del deceso, logra divisar en lo mas profundo del mar una luz blanca que lo encegueció por un instante y un rostro como el de un ángel lo miraba sonriente. Se produjo un fenómeno nunca visto: el joven fue expulsado hacia la superficie por un torbellino, como si el mar no quisiera llevárselo dándole una segunda oportunidad de vivir.
La tripulación pudo rescatarlo, lo cubrieron con frazadas y le dieron de tomar una bebida caliente, ya que su cuerpo estaba entumecido por permanecer tanto tiempo en el agua helada. Estaba como paralizado, no paraba de temblar y su semblante era cadavérico; tal vez estaba conmocionado por la pérdida de su amada o por el fenómeno vivido.
Cuando se recuperó solo miraba el mar y decía: -¿por qué te la llevaste?, ¿qué te hizo ella para tener que pagar semejante condena?- no entendía por que una fuente de vida tan rica como el mar se había llevado su tesoro mas preciado.
La tormenta cesó y volvió la calma al “Galés”(llamado así por el capitán). El mar se tornó calmo y las nubes se fueron desvaneciendo mientras que el cielo se tornaba rojizo ya que se acercaba la noche. Faltaban solo mil metros para llegar a tierra firme, tuvieron que atracar en uno de los astilleros en Groenlandia para reparaciones de emergencia; cuando el joven vio el mar por última vez para despedirse de quien iba a ser su esposa, observó que de entre las olas asomaba una cabellera rubia, asombrado grito -¡¡¡¡Mi esposa!!!!-, pero aquel cabello dorado desapareció dejando ver la cola de un pez.
Las razones por las cuales uno se separa de sus seres mas queridos son muchas. ¿Cómo a veces el destino puede ser tan cruel y despojarnos de lo que nosotros queremos?, ¿qué precio tenemos que pagar para poder estar siempre al lado de las personas que nos dan felicidad?; no hay respuestas para esto. No se si es el destino o el curso de la vida que se da así, pero a veces ésta nos da una segunda oportunidad .
viernes, 02 de marzo de 2001
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