Dice Enrique Páez, en su libro Escribir, que hacerlo es como preparar los ingredientes para elaborar un cocido: Tiempo suficiente para que la cocción sea perfecta.
Le hago caso, pero cambio a otra receta más exótica y elaborada, una tajine de cordero, así que me pongo manos a la obra y comienzo partiendo la carne en trozos.
Mientras mezclo aceite de oliva, curcuma, jengibre, cominos, pimienta negra...sueño con el pais vecino, Marruecos, tan cerca y tan lejos. Estoy enamorada de esa tierra, de su gastronomía, de su gente. Y continúo, untando cada trozo de carne con el aceite y las especias, lo hago como si diera un masaje a una espalda dolorida. Con mucho cuidado.
Continúo escribiendo hasta que llega la hora en que debo poner a cocinar el rico cordero, bien especiado y reposado. Busco la tajine y la pongo bajo el chorro de agua, al mezclarse me regala un olor a tormenta, evocador de otras tierras. Aceite, cebollas, carne, laurel quedan acostadas sobre el fondo del recipiente que ya esta bien templado al contacto con el fuego. Lo tapo con tanto amor como lo hago conmigo misma en las frías noches de este invierno mesetario.
De nuevo surgen palabras que quieren estar escritas, todas las que he acumulado durante estos meses de silencio.
Vuelvo a mi tajine y lo cubro de almendras fritas, ciruelas pasas, piñones..
El placer de hincar mis dedos en la carne jugosa y sabrosa me hace recordar las palabras de Rachid, los tres dedos de la derecha, la izquierda agazapada por indecorosa, se alzan en un vuelo hacia mi boca como se alzan las palabras al encuentro con mis ojos. |