Capítulo 35: “Mantén la Mirada en el Horizonte”.
Nota de Autora: Favor leer mientras que escuchan la canción “Lilium”, de Kumiko Noma para el animé Elfen Lied.
Amanecía en el Asgard. Era la mañana del 22 de diciembre, el día siguiente a la cruenta batalla del Ragnarök. Los cuerpos de los Jothuns y traidores que habían decidido tomar por asalto la morada de los dioses ya habían desaparecido de esa tierra sagrada.
Los cadáveres de los Aesir y Vanir muertos en pelea ya estaban siendo preparados para su rito final, en aquel que su honor se resaltaría, el día por el que valía la pena vivir, el orgullo eterno, el último, la muerte en batalla.
El Árbol de la Vida seguía en pié, estoico, dando sus frutos a los Aesir y Vanir que quisieran seguir viviendo para la eternidad. Y las nornas seguían tejiendo alrededor suyo los destinos del Midgard y su gente.
En la playa del suroeste de Knivskjellodden, sentada en un roquerío, estaba Esperanza. Una brisa fría pasó bailando por su cara y el sol se irguió en el horizonte.
Esa tenue luz la alumbró en cierta forma. Ese era el amanecer más triste de su vida, pero, a su vez, el más bello. Pero la primera emoción era más fuerte, mucho más fuerte que la segunda.
Al frente suyo estaba el mar, la costa en la cual el Rosa Oscura había desembarcado. El hermoso, puro y basto mar, circundado por un cielo de iguales características, sin ninguna nube.
En tierra estaban las rocas y, tras de éstas, sin que nadie se lo imaginase siquiera, la eterna primavera del Asgard, tratando de echar fuera de sí a la nieve que no le pertenecía.
El astro rey hizo brillar sus ojos. Eran unos ojos tristes, que indicaban la soledad que le esperaba y la dureza con que enfrentaba sus propios sentimientos. No podía llorar aunque toda su vida se sumergiese en la amargura.
-Estoy listo para irme-dijo Arturo acercándose por la playa y sacándola de sus cavilaciones.
-Parece mentira…-dijo ella sin atreverse a mirarlo, sólo permaneciendo con la mirada fija en el horizonte, en el mar que se lo estaba quitando y sintiendo que sus lágrimas estaban luchando por salir-. Nunca me lo esperé de ti.
-¿Esperar qué?-preguntó él acercándose aún más al roquerío en que Espe estaba sentada. A paso lento, como la brisa fría que había comenzado a correr entre los dos, jugueteando con los cabellos de ambos.
-Que me abandonaras, que te fueras sin mí-contestó ella.
-Es tu destino, tienes que cumplir con él… me duele horriblemente dejarte-confesó él.
-¡Pues tú no tienes idea de cuánto me duele a mí!-dijo Esperanza, parándose y comenzando a caminar furiosa por la playa.
“Dilo ahora, Esperanza, dilo en lugar de arrepentirte, maldita sea”, pensaba ella mientras caminaba a tranco rápido por el borde mar. A su vez, Arturo casi le pisaba los talones.
El muchacho, cuando consiguió alcanzarla, la asió de los hombros y la hizo girar en redondo, sólo para toparse con la mirada altiva de la muchacha.
-Debes irte, la tripulación se preocupará-adujo ella.
-Adiós-dijo él, con la mirada llorosa.
Y principió a caminar hasta el límite en el que el mar besaba a la arena y al esquife que los había llevado a tierra desde el Rosa, mientras que ella lo observaba de pié desde las rocas.
Entonces ella perdió su mente dentro de su memoria. Grandes recuerdos que nadie podía comprender comenzaron a aparecer en su mente, recuerdos que ni ella ni Arturo podían entender.
Las fuertes manos del líder del grupo que la secuestró tomándola y llevándola fuera del caos que era su clase para no volver nunca más.
Luego caer en los brazos de Arturo y sentirse… ¿segura?
Luego, ver a su hermoso navío, el Rosa oscura navegar en el vasto mar para segundos después caer en una horrible tormenta en el Estrecho de Magallanes.
Reír con Arturo en la taberna de Tortuga, salvarle la vida en plena batalla y mirar el mar desde su habitación en Canarias.
Luego, estar en un bote tratando de cumplir su destino, su misión de vida. Observar el agua completamente quieta que rodeaba la Valhalla y sentirse… nerviosa por primera vez en su vida.
Luego la cruenta batalla. Dar y recibir estocadas sin siquiera pensar. Luego recibir un espadazo letal y pedir el deseo con el medallón entre sus manos.
Arturo… en todos sus recuerdos él estaba presente.
Cuando el muchacho iba a abordar el bote sintió el frío hierro de la hoja metálica de un Haenger presionando contra su vientre.
-Alto, detente ahí-se sintió la voz de Esperanza hablando con firmeza.
El muchacho se giró hacia atrás progresivamente, que era de donde provenía el sable y se topó con Esperanza sosteniendo altivamente su espada.
-¿Acaso no te diste cuenta?-inquirió ella con la voz ronca.
-¿Darme cuenta de qué?-inquirió él.
-De que te amo-confesó ella.
Él trató de acercarse a ella, quien lo rechazó de un frío espadazo.
-No te acerques-dijo ella con voz seca y sintiendo que era la persona más estúpida de la Tierra por dejar ver sus sentimientos.
-¿Por qué?-preguntó él con un atisbo de susto.
-Si me tienes lástima, no te acerques. Olvida todo lo dicho, sabré comprender. Pero no entiendo qué vi en ti si no fuiste capaz de saber lo que yo sentía por ti. No me des un beso falso para acallar lo que siento-replicó ella.
-Esperanza, no puedo-contestó él.
-Sí puedes, Arturo. Pero no puedes deberlo, no lo quieres, porque… ¿Sabes qué? Te muerde tu maldita consciencia-estalló Espe.
-No puedo, ¡porque te amo!-replicó él.
-¡No! ¡Tú no me amas! ¡No sientes nada por mí!-desmintió Esperanza.
-Es verdad, me enamoré de ti, Espe. ¿Recuerdas que me salvaste de vivir en el Seminario? ¿Qué me curaste del veneno? ¿Qué cuando estuve enfermo en Gran Malvina cuidaste de mí? ¿Qué al salir de Tortuga, en plena batalla, caí de la baranda y tú no dudaste en saltar y sacarme del agua cuando yo me estaba ahogando? Justo esa tarde yo había decidido tomar contacto contigo en la proa, ¿lo olvidas? Porque con el tiempo te comencé a endiosar. Y cuando me salvaste, te amé, te amé en silencio-dijo él.
Por primera vez en toda su vida, Esperanza pudo decir que alguien con unas palabras conmovedoras la había dejado sin el habla.
Arturo cogió con la diestra la mano derecha de Esperanza, la cual aún sujetaba el sable. Ambos entrelazaron sus dedos y mantuvieron la espada en el aire, juntos.
Los rostros de los dos comenzaron a juntarse y los labios de ambos se fundieron en un beso, en un dulce beso, en la caricia más tierna de la historia. Las lágrimas de ambos comenzaron a unirse, uniendo nos sólo el amor mutuo que se profesaban, sino que también las tristezas que habían marcado sus vidas.
Se separaron y miraron a los ojos, rogando no separarse nunca más, pero el destino no estaba de su lado aquel día.
-Como tú me dijiste el día en que nos conocimos: mantén la mirada en el horizonte, cuando menos te lo esperes, va a aparecer-dijo él, rozando con su mano el rostro de Esperanza.
No pudieron permanecer juntos por más tiempo, era sólo aumentar la herida que había comenzado a crecer en el interior de sus corazones tras saber que eran correspondidos por el ser amado.
Ella le había comenzado a amar cuando le había salvado la vida el día anterior, se había dado cuenta del grandísimo error que había cometido al pensar que él era un traidor.
Él ya profesaba sentimientos por ella desde que habían estado en Brasil, los cuales se habían intensificado tras que ella le hubiese salvado la vida en las afueras de la mítica Isla Tortuga.
El muchacho comenzó a caminar hacia el esquife en silencio. No quería que la mirada de la chica comenzase a mortificarle.
Se veía gente a los alrededores, intentando hacer un catastro de lo que había ocurrido el día anterior, sin embargo nadie recalaba en nuestros dos protagonistas.
-¡Te esperaré!-confesó ella, sabiendo que él volvería por ella en el momento indicado.
El viento comenzó a mover rítmicamente la falda de la muchacha, la cual, al igual que lo brazos de ésta, estaba manchada en sangre. Ella sostuvo con su brazo derecho, lleno de cicatrices sin cerrar su sable, que no sólo le había salvado la vida, sino sus sentimientos, le había salvado el alma.
El Rosa Oscura, con Arturo al timón, salió de la bahía. La tripulación despidió entre vítores a su querida capitana.
Ambos jóvenes se miraron y, en medio de su silencio, descubrieron que habían sido capaces de salvaguardar el futuro del pasado, de mejorarlo y hacer que todo siguiese igual…
FIN.
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