Un muestra de espesa melancolía
se agita en vaivén con las hojas,
trocando, en el sosiego nocturno,
el último suspiro de una feliz amada.
Florece, en el amarillo en que estalla,
el rocío oculto en copas de cristal.
En ese vergel de las dos avenidas,
se guarda, en un aromo, el secreto
de una conjura de amor rebelde
que el tiempo, con todas sus arenas,
no supo deshacer en amargos olvidos.
Cuando alguien de nuevo se enamora,
los benteveos guarecidos en sus ramas,
alborotan la tranquilidad de la plaza.
Un cambio vibrante se percibe en el aire,
y el ser invisible de los enamorados
merodea en júbilo pisando las sombras.
El ayer se altera en nuevos colores,
renaciendo, espiritual, la arcana trama
de ese oculto y hermético romance
que se troncó en las ramas del viejo aromo. |