Fernando despertó a la fuerza en la madrugada, su madre enferma le había pedido ir a tramitar una cita al hospital público. Se abrigo en exceso y salió a la helada calle, camino cerca de un kilómetro mientras oía Chopin en su Walkman, la madrugaba mostraba los estragos del alcoholismo en su sociedad, un adolescente sucio de 19 ebrio y descalzo en la acera. Él pensaba “y si yo fuera él” no podía darse esos gustos su madre tenía cáncer, en etapa inicial, de seguro con un buen tratamiento podría llevar un mejor estilo de vida para ella y claro para todos en su familia. Llegó al hospital cerca de las 5:45 a.m., el guardia estaba en la puerta liando un cigarro.
-Documentos.
-Vengo a sacar una cita para oncología.
-Pase.
Camino 15 metros hasta la puerta principal del hospital que lucía vacío, en el pasillo sórdido estaba el conserje con unas cubetas y botes de basura. Fernando sacó de su bolsillo un Boucher en el cual había anotado hacia que modulo se dirigiría y con quien tenía que hablar.
Módulo 4, llegó aún no habían prendido las luces pero el distinguía a una persona en la sala de espera, también muy abrigada era un señor.
Se acercó para preguntarle a qué hora abrirían, y el señor le arrebato la iniciativa con un saludo muy cortes, se sentó a su lado y hablaron sobre el clima.
Calentamiento global era lo único que salía de la boca del señor, cuando inquietante Fernando le pregunto, ¿Viene por oncología también?
El señor se tornó pálido, y respondió susurrante: “Si”.
-Mi hijo, el año pasado le diagnosticaron cáncer de estómago.
-Oh diablos, lo siento.
-Dejó de ir a la escuela pero aún me mantengo firme en que saldrá de esta. Lo sé.
Impertinente se mostró y una lágrima lo delataba, él no iba a contar su historia.
-Regreso en un momento.
Entro intempestivo al baño, lagrimas mezcladas con ira, y pateaba las paredes.
Estuvo frente al urinario maldiciendo al aire.
-¿POR QUEE?
De seguro el cáncer no se llevaría a su madre, pero él estaba enfadado por la mala suerte ensartada en sus vidas. Bebió agua del lavatorio y uso el retrete, estuvo cavilando como 15 minutos sentado en silencio con el sudor mojando sus prendas, los ojos rojos clara señal de desesperación.
Volvió a la sala de espera ya más calmado y las luces ya estaban prendidas, había más gente y ya no era el número 2 de la fila era evidente.
Se puso al final y mucha más gente llegaba la cola se había hecho larguísima, unas 20 personas como mínimo, ahí se paró y ya venía la asistente en el módulo, pedía sus datos y daba una fecha posterior a 5 días, en los hospitales públicos siempre es así, mucha gente que atender. Fernando estaba arrepentido de haber ido al baño, más gente venía, más gente se colaba y así la fila se hacía más larga. Los otros clientes se molestaban gritando “Saquen a ese” o “Haga pues su fila señor”, el tan solo se callaba y se mantenía humilde y tonto ante la gente más adulta.
Había un joven pálido y hediondo a tragos, se coló, un señor lo tomo de la espalda y lo saco, el ebrio lo empujó y el señor cayó. Otro señor se le abalanzo y las señoras gritaban, el borracho las insultaba, y no había ningún guardia adentro para calmarlo. Fernando callado estaba frente a él, él lo miraba con desprecio. Tenía una mirada penetrante y los pantalones embarrados de lodo. Asustaba. Seguía insultando hasta que un señor le propino un golpe en el rostro.
-Cálmate carajo.
-Jajaja, ¿Quién te has creído?
Se subió al módulo y pateo la computadora, era un diablo con una risa sardónica contemplando a la masa de gente que quería abalanzársele, saco una navaja de su bolsillo, y arrimó a la gente para atrás, pataleando para que no se acercaran. La asistente salió a las justas antes de ser golpeada. Ya venía un guardia cuando se empuño el arma blanca al cuello, saco un cigarro de su bolsillo, lo prendía y mientras el humo se disipaba miraba altivo a la masa.
-Tontos seguimos viniendo acá y dejando que el sistema se burle de nosotros, yo acá con cáncer de lengua, podrido me levante un día muy temprano para venir a confirmar mi mal, y un médico de mierda me da una receta para comprar aspirinas, me pregunto ¿Cuánto vale mi vida?
si lo hace por burlarse de mi puta condición, otro día volví y la malparida del módulo me dice ¿Por qué no se queda en casa? No es suficiente la lapidación ante la sociedad que margina a los que somos enfermos y encima pobres.
El guardia saco su revólver y apunto al joven.
-Deténgase o disparo.
-Mi vida ya no vale nada.
Y entre los gritos de la gente, la navaja se deslizo con fuerza por su cuello amarillento, por su tez blanca, sus lágrimas descendiendo por sus ojeras. Así cayó a las 7:34 a.m. sobre el modulo empapado en sangre.
Los gritos eran más fuertes.
-Aún respira, llamen a los paramédicos.
Fernando estuvo frente a él, su pantalón estaba ensangrentado, su cabeza y su alma fuera de sí.
-“¿Y si mi madre se cansara de vivir?”.
No parpadeo ni un segundo en el transporte público de vuelta a casa.
Extracto de Antónimo de Miseria
Cándido Maniático
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