Ella deslizándose, desnuda, irrepetible,
en la clandestinidad de un amanecer,
ilumina la callejuela que peregrina
vulnerando brumas que se mueren
besando la luminaria de los balcones.
Excéntrico, tal vez por seguir su andar,
pretendo ser su amarillenta sombra
y allá, junto al sauce, poder ser su aliento.
Fría, se adelanta ignorando mi presencia,
simplemente vana, me resigna en olvidos.
Me abandona, y yo continúo sintiendo
sobre mi deseo, el vacío de su lisonja.
Una vez más me atrajo con su belleza,
seduciéndome su recatada existencia.
Impedido de besarla en su inmensidad,
no renuncio a aguardarla en otra espera,
en que cazaré sus lances de Luna llena. |