Aclaraciones


Habría que aclarar por qué F persigue a E que persigue a D que persigue a C que persigue a B que persigue a A, en una especie de extraño juego sincronizado de posiciones. Llevan persiguiéndose un buen rato. Yo diría que toda la mañana. Inesperadamente, A se para en una esquina y asoma la cabeza. La parada en seco de A provoca la misma reacción en cadena. B, C, D, E y F, se paran de manera súbita y se ponen a silbar mirando los escaparates con las manos en los bolsillos, fingiendo indiferencia.

Habría que aclarar que F persigue a E porque siente una pasión irresistible hacia él, pero no se atreve a abordarlo de manera abrupta. Estamos quizá en los prolegómenos de un gran amor. E, persigue a D porque piensa que lo engaña con C, pero es sólo una hipótesis de trabajo. D, persigue a C porque cree que es el hombre ideal para engañar a E. Es un hecho empírico, totalmente verificable. C, persigue a B porque le encanta perseguir a la gente por la calle. No tiene ningún vínculo real con la persona perseguida. Es bastante común esta perversión. Finalmente, B persigue a A, de manera discreta, porque es el detective privado que yo he contratado para averiguar qué hace A durante todo el día. Es un sabueso, un verdadero profesional.

Habría que aclarar que tras asomar la cabeza, A comprueba que estoy escribiendo sentada en mi querida mesita el bar X. Irrumpe en el bar y se dirige a mi mesa. Sucesivamente entran B, C, D, E y F en una secuencia temporal casi perfecta. Entre todos me convencen para que deje de escribir el cuento. Accedo, no sin antes advertirles del efecto deletéreo que tendrá el cese de la escritura en la solución de continuidad del proceso persecutorio. Dicen que les da igual, que están hartos de que los escriban persiguiendo. Sí, esa es la palabra que emplean, hartos.

Habría que aclarar, en fin, que una vez imaginé una ciudad en la que todos sus habitantes se perseguían unos a otros. ¡Aquello sí que era una persecución multitudinaria! Pero todavía no estaba A persiguiéndome, ni yo tenía la funesta manía de escribir. No sé si, en algún momento, he aclarado que yo estoy casada con A, que soy escritora compulsiva de novelas policíacas por entregas y que tengo manía persecutoria. Debo controlar este tipo de obsesiones...


Juan Yanes