El DILUVIO MUNICIPAL
Nunca había llovido tanto como aquella vez. Los vecinos de este barrio bajo estábamos acostumbrados a la amenaza de inundación, y ya sabíamos cómo prepararnos; Tapábamos las hendijas de las puertas de nuestras casas con bolsas de arena y levantábamos todo lo que se podía; El que tenía auto, sobre la vereda más alta. Adentro, los electrodomésticos sobre ladrillos y los muebles apilados uno sobre otro, hasta el techo, junto a la ropa y lo que tenía algo más de valor. Y nos íbamos a dormir vestidos, dejando comida y una carpa a mano por si teníamos pasar algunos días a la intemperie, arriba del techo. . Porque yo lo tenía decidido; no me movería de mi casa. No dejaría lo conseguido sola y con tanto esfuerzo en manos de los saqueadores. No me autoevacuaría. . Había trabajado en esto hasta la noche, y sólo mi pesada cama de madera tuve que dejar sobre el piso. Hacía un par de horas que había parado de llover fuerte y sólo lloviznaba, pero el calor era sofocante, entonces abrí la ventana del dormitorio y me acosté completamente extenuada y casi desnuda, Pero como siempre, sola. – “Si viene la crecida y se desborda el arroyo, me enteraré por alguien.- pensé “- Por mi vecino, que nos criamos juntos... que se casó pero que todavía me sigue cuidando como a una hermana menor...” . Traté de sacarme la preocupación y dormirme pensando en cualquier otra cosa. Pero igualmente vino a mi memoria un diluvio más famoso; el Diluvio Universal, el bíblico; “ Una pareja de cada especie, un macho y una hembra en un arca”, - recordé... “Y yo sola en esta cama, tan ancha... Un espécimen humano único como yo, en vía de extinción, sin un hombre al lado, sin el sexo opuesto es un verdadero desperdicio”, terminé echándome en cara. Y ésto, en mis treintaidós años no variaba en lo más mínimo… El cansancio finalmente me venció y me sumergí en un sueño tan profundo del que no saldría sola. Y aunque no se apartó demasiado de mis pensamientos, fue mucho más esperanzador...
Soñé con un tiempo bueno, con un cielo estrellado que desde la ventana llamaba mi atención y me deslumbraba... Que me traía, me elevaba y me sacaba de mi habitación para que pudiera contemplarlo en toda su magnificencia y poder. Y que a su vez se mostraba particularmente muy condescendiente conmigo. Como un personal universo de mil ojos piadosos que me miraban y se compadecían de mi soledad. Una constelación que cedía su autonomía para dejarse mover a mi antojo y voluntad. Como que con solo batir una mano desde el borde de mi lecho mismo, yo podía hacerla girar a mi antojo o detenerla cuando quisiera como si fuera su mismímo eje cósmico. Todo me significaba que algo es posible, que las circunstancias pueden revertirse si se quiere. Que con un regalo del cielo, un cambio de vida... De pronto, una sacudida del colchón me sacó de ese fantástico ensueño y me arrojó a una sorprendente realidad; En la oscuridad total, sentí que alguien se agarraba fuertemente de mi mano y no soltaba. De la misma con la que había movido el mundo... – "Soy yo Laurita, tu vecino... No te asustés, quedate tranquila... Todo va a salir bien."- Me dijo con voz entrecortada... Más que bien, anticipé para mí, apenas noté que después de su mano le seguía el brazo entero…Que empapado se deslizaba fácilmente sobre mis pechos sedientos cuando la flor de mi piel parecía responder todavía a un sensual estímulo aunque fuera inesperado. Y lo dejé que siguiera, y no se detuvo allí. Rápidamente logró enlazarse a mi torso, y ahí sí, con salvaje rudeza me atrajo finalmente contra el suyo. Un cuerpo excitado de hombre real, de carne y hueso estaba junto a mí. No lo podía creer... Y en un abrir y cerrar de ojos, mejor dicho que en un cerrar y abrir de ojos tuve una imprevista respuesta de los cielos a mis deseos más postergados... Si hasta la cama misma se inclinó hacia nuestro lado a modo de reverencia, como un saludo de bienvenida... Y así nos quedamos, pegaditos, callados, sin animarnos a decirnos una palabra más. Él jadeando a mi lado, y yo, casi llorando de felicidad sin saber bien porqué. Y preguntándome qué estuvo pasando entre nosotros durante tanto tiempo... Hasta que habló de nuevo:
"Me salvaste la vida querida, llegaste justo"... Y me dio un beso cariñoso en la mejilla, como de agradecimiento no más... ¿yo llegué justo? Después de mirar bien despierta el pasar de un farol callejero, salpicó mi pregunta: ¿Qué hacíamos los dos acostados ahí?. Flotando sobre la improvisada balsa de una cama, mientras una furiosa correntada nos llevaba lejos de nuestro querido barrio... La temida crecida había llegado durante la madrugada, y silenciosa y paulatinamente me había sacado por la ventana con cama y todo sin que yo me diera cuenta... Y dejó que este hombre que una vez pudo ser para siempre, se trepara a mi vida ahora sólo por un rato, justo frente a mi casa, en medio de la calle, en plena noche de inundación... Pero nadie nos vio, y nadie nos rescató, Y seguimos abrazados sin movernos solo por no zozobrar juntos... Hasta donde el entubamiento del arroyo bajo calle se abre nuevamente a cielo abierto y sigue. Ahí nomás nos tiramos, de la cama al agua, uno para cada lado, Y nadamos, como siempre, cada cual hacia una orilla distinta. Tan cercanas, pero desbordadas e imprecisas las dos...
|