Capítulo 32: “Noruega: La Última Puerta Se Ha Abierto”.
Nota de Autora: Primero que nada, dedico este capítulo a las más de 300 víctimas del incendio de la discoteca en Brasil, especialmente a quienes ya no están en este mundo.
Ellos están en un mundo mejor, muy diferente al nuestro, están recién descubriéndole y, al igual que nosotros, están a la espera de la Vida Eterna que podremos tener tras la Segunda Venida de Cristo.
Por eso la canción de este capítulo es “Viva la Vida”, de Coldplay. Porque tenemos que disfrutar la oportunidad de vivir.
Al fin hemos entrado en tierra derecha, en la zona nórdica, germana. El final está cerca, muy cerca. Pero, por mientras, disfruten el capítulo…
Esperanza abrió los ojos despacio, sin saber dónde estaba. De pronto se topó con unos ojos de preocupación mal disimulada, una lágrima seca y el miedo latente en un rostro que le sonaba familiar.
Trató de levantarse, con los ojos bien abiertos para descubrir el lugar en que estaba, pero sólo consiguió que un dolor lacerante le corroyese la cabeza.
Un vaivén bajo su cuerpo tendido en una cama le hizo saber que estaba a bordo de un barco. Por lo menos no estaba en las manos de la policía de Alemania.
Tras parpadear un poco pudo distinguir unas figuras de su propiedad. Para ser honesta, ese lugar le sonaba bastante familiar.
¡Claro que le era familiar! Era imposible que no reconociese su propio camarote en su propio navío: el Rosa Oscura.
-Despertaste-musitó Arturo soltando un ligero suspiro de alivio.
Pero aún así no recordaba haber dado la orden de zarpar. Bueno, si de olvidar cosas se trataba, tampoco recordaba haber hecho algo que le conllevase a ese horrible dolor de cabeza.
-¿En qué momento di la orden de zarpar?-preguntó irónica.
-No pudiste darla…-contestó Arturo, completamente compungido.
Entonces dio rienda suelta a su preocupación de toda una semana y le contó todo lo sucedido mientras que su consciencia estuvo ausente.
FLASHBACK.
El mítico hombre de la cabellera rubia lanzó el Mjolnir hacia Esperanza con el propósito de que ella pudiese utilizar el martillo arrojadizo contra su oponente.
Aprovechando el impulso, hizo puntería hacia el enemigo de la muchacha, uno de los policías más audaces entre todos los que trataban de apresarla. Aquel oficial no se salvó del blanco exacto del martillo arrojadizo y rodó por tierra al mismo tiempo que éste impactó irremediablemente en su carne.
-¡Huye, capitana, huye!-gritó desesperada Antonelle al mismo tiempo que todo aquello sucedía.
Esperanza no alcanzó a agarrar los guantes de fierro para alzar el pesado martillo del suelo. Un policía, al darse cuenta de la distracción de la muchacha, la bajó de un culatazo.
Aún así, no alcanzó a alzarla y ponerle las esposas. Arturo y el joven se acercaron hacia él, peleando grácilmente. Consiguieron dejarlo fuera de combate en tan sólo unos instantes y levantaron del suelo a la inconsciente capitana.
Tras eso, huyeron de la pelea y se dirigieron al mar, quien no engañaba con su sonido al presentarse tan cercano y la llevaron a bordo del navío.
Una vez que estuvieron a bordo, se pusieron prestos a zarpar con rumbo a Noruega.
FIN DEL FLASHBACK.
-¿Está abordo?-preguntó Esperanza con los ojos como charolas, mirando directamente a su compañero de travesía.
-No podía dejarle en suelo alemán, ¿por qué?-preguntó Arturo, ya temiéndose que había cometido un error garrafal como era su costumbre.
Pero no obtuvo respuesta alguna por parte de Esperanza, pues la chica, haciendo a un lado el horrible dolor de cabeza que padecía, se levantó de un salto de la cama y apartó la puerta de su camino.
Luego, subió en volandas las escalerillas hasta la cubierta principal.
Arturo le siguió de cerca, pensando que la chica podría tener una recaída y necesitaría ser auxiliada de un momento a otro.
El frío, congelado y glacial viento del Mar del Norte les fue a recibir en la cara, enfriándoles hasta lo más profundo de la médula espinal.
Al fondo se divisaba un trozo de tierra, similar a una península, la cual, a pesar de lo inhóspita de su locación, bullía en actividad.
El joven de los cabellos rubios estaba, con el martillo al cinto, dirigiendo el timón con aire diestro.
Ella subió la escalerilla que conducía hacia el puente en volandas.
-Dime quién eres, tan sólo eso necesito saber, dime quién eres-exigió plantándole cara al hombre.
-No me lo creerías-dijo él, mirando con nostalgia la tierra que se erguía en el horizonte.
-Si he sido capaz de hacer este viaje, contra todas las predicciones, podré creer-contestó ella.
Él, por fin, le dirigió la mirada. Ella miró esos profundos ojos y de inmediato supo que no debía desconfiar de aquel hombre.
-¿Eres Thor?-preguntó con suavidad.
Por respuesta sólo obtuvo el graznar de las gaviotas.
-¡Dime!, ¡¿eres Thor?!-exigió saber.
Arturo en esos momentos subió al puente de mando y se acercó a Esperanza, con el propósito de sujetarla firmemente.
-Tranquila, no te hace bien, estás convaleciente-le susurró.
-¡¿Qué me importa eso a mí?!-masculló, liberándose de los brazos de Arturo.
-Sí, soy Thor-contestó finalmente el desconocido-. El dios de la guerra, la justicia…-.
-Las lidias, la consagración…-continuó Esperanza.
La muchacha no pudo más, se hincó frente al dios que tenía frente suyo, mostrándole todo su respeto.
Arturo huyó, no quiso ver aquella escena ni hincarse frente a un demonio, que era como le veía a ese dios pagano.
Esperanza le restó importancia al asunto y, tras ponerse de pié, le pidió a su nuevo compañero de travesía que le informase de todo.
Entre otras cosas tuvo el penoso conocimiento de que toda su tripulación estaba en Canarias, Francia o Alemania, que navegaban solo ellos tres a bordo de aquel hermoso navío. Supo que en aquellos dos días habían cruzado el Mar del Norte y que las costas que tenían en frente no eran otras que la última puerta que faltaba por abrirse: Noruega.
Domingo 9 de Diciembre, Mediodía…
El ancla del Rosa Oscura se hundió en el mar y desde el hermoso navío descendieron Esperanza, Arturo y Thor.
Por fin la última puerta que faltaba por abrirse había cedido ante su paso.
Estaban en el punto más al norte de toda Europa: Knivskjellodden.
Tras apearse del navío en la arena negra que bordeaba la costa ingresaron en las tierras de la provincia más septentrional de toda Noruega: Finmark.
Los pocos pastos que sobrevivían en el lugar se encontraban quemados por el frío, una de las características más propias del lugar.
El musgo afloraba por entre la nieve.
Esa era una de las señales de que se encontraban en aquel inhóspito lugar. Las pequeñas lomas y los valles que se formaban entre ellas estaban completamente nevados.
En medio de la nieve se encontraba un letrero de fierro que indicaba el nombre del lugar.
Miraron a su alrededor. A excepción de las gaviotas, las escalonadas rocas de los pequeños acantilados y del monumento de piedra al lugar más septentrional del Viejo Continente, estaban completamente solos.
La oficina, donde se encontraba el Libro de Visitas y los diplomas para los valientes que consiguiesen llegar a tan inhóspita locación, se encontraba cerrada por la nevazón que había tenido lugar dos días atrás.
Al cabo que no tenían a quien atender. Los turistas que conseguían arribar tras dos horas de caminata habían dejado de ir, pues el camino se encontraba cerrado en aquel perenne invierno.
Los tres se decidieron a dar un pequeño paseo por el congelado paisaje. Tras andar un poco, consiguieron llegar hasta un pequeño río, cuyo curso se perdía de vista en el horizonte.
Thor pidió a Esperanza su Haenger y, tras tocar con el arma el agua congelada, ésta de inmediato comenzó a correr ruidosamente con rumbo al mar de Noruega.
Thor ordenó a ambos piratas volver al Rosa Oscura y sacar de ahí uno de los botes salvavidas.
Esperanza no preguntó nada, sabía que estando junto a uno de los dioses del Asgard no tenía nada que temer, de nada de lo cual desconfiar, a pesar de que confiar en alguien seguía costándole y mucho.
Ambos muchachos se alejaron con rumbo a la playa y abordaron su navío, dejando al Aesir solo en la rivera del río.
No tardaron en arrojar al mar uno de los botecitos y, tras descender del navío, abordaron el mencionado esquife.
Tras mover sincrónicamente los remos durante cuarto de hora llegaron hasta donde Thor les esperaba, quien subió a bordo sin más dilación.
Por primera vez en su poco tiempo como pirata, la Capitana Rodríguez permitió que otro ser dirigiese el rumbo.
Pronto el esquife comenzó a navegar en aquel río, contra la corriente, y a adentrarse en una zona donde los muros de roca que le rodeaban eran cada vez más altos, hasta transformarse en una suerte de picachos helados.
Inicialmente habían sido unas pequeñas lomas que abruptamente se habían mutilado con el paso del agua. Luego habían sido pequeños acantilados, que crecieron conforme avanzaban. Luego se transformaron en cerros de una buena altura y, finalmente, estaban aquellas enormes montañas de hielo.
Nada más se veía alrededor de ellos, ninguna pisada, nadie. Ningún ruido además del perteneciente al agua se escuchaba, ni siquiera podían oír a las gaviotas.
De pronto, una cordillera de enormes picachos de hielo les había plantado cara. A ambos lados no se veía nada más que aquella multitud de nieve en altura.
Frente a ellos, inmersa en la montaña, había una puerta de madera con forma de arco. Tenía doble hoja. La cerradura y la línea horizontal en la que ésta estaba eran de fierro negro, al igual que los clavos que mantenían unidas a las tablas.
Cuando el esquife chocó contra la fina puerta, Thor extrajo de uno de sus bolsillos un grueso manojo de llaves y abrió el portón.
El esquife, por fin pudo avanzar, esta vez sin oponer tanta resistencia contra el caudal.
Thor cerró la puerta, mientras ellos contemplaban el paisaje, embelesados.
-Bienvenidos al Asgard-les dijo, reuniéndose con ellos en las tablas.
|