Un campamento ciego


Al llegar, con la mirada perdida
Y las manos caídas como sogas,
Con los tacones arañados
Por la graba de todo el sendero,
Pudiendo ver a los abandonados
Y a las musarañas alegres
Bailando mientras cantaban,
Solo pude tenderme callado,
Mirar las estrellas y reír
Sin poder parar.

Después de haber tomado
Un descanso y un sueño
Gobernado por anhelos,
Y por pensamientos carmines,
Que desteñidos me confundían,
Había de seguir mi camino
Inventado en el pasado,
Y la línea que, enganchada
A mi cinto,
Nunca había de
Permitirme acabar
La marcha.


Aguadulce, enero 2013
José maría De Benito