Nací y firmé, en ese instante un compromiso
Me leyeron el destino en voz alta, como leer un edicto
Como escuchar una condena
Me dispuse a olvidar cada palabra para, en su lugar, vivirla
Y comencé a llorar...

Sin percatarlo por fin llegué a ti;
Fue una lenta labor del tiempo, te conocí por años, después te frecuenté,
Imagínate, nos hicimos amigos; y te comencé a admirar
Hoy cerca de la medianoche, en la desolada calle de nuestra antigua amistad
De luna llena y viento frío, al despedirnos te besé

Tus ojos de noche, extensos y obscuros
Tan tranquilos, tan vulnerables y tan inocentes
Y, sin embargo, súbitamente tan vivaces,
Tu espontánea alegría, tan extrañamente mesurada
Retoñando de la noche con un suave comentario

Mis sentidos agolpándose en mi respiración, nublando tu imagen
Y mis intenciones obtusas de articular un pensamiento, una palabra
Y al fin tomé tu rostro suave, tomé al tibio pudor de tus mejillas
Y posé mis labios en los tuyos, y tú los tuyos en los míos
Cópula, contacto de nuestros destinos, nuestro beso nació hace tanto ya...

Entré al apacible lago de tus ojos, me dormí en el tibio verano de tu aroma
Traspasé, acuático, el cristal delicado que separa
A la magia del momento y a tu ángel silencioso
Lo toqué, me sumergí en su brillo, en tu aura, tu canción
Nuestros destinos se dieron un largo y tierno abrazo, Se abrió una puerta...