II
Cuando por fin Raymundo abrió los ojos, sentía un fuerte dolor de cabeza y se encontró en un obscuro calabozo acostado en sucia paja sobre un suelo de tierra. Através de los barrotes en la pequeña ventana pudo observar que aún era de noche. Se levantó como pudo, en un rincón vislumbro una pequeña vasija de arcilla, tomándola por el cuello comprobó que contenía agua y vertiendo un poco en una mano se remojó la cabeza. El agua se miraba clara de modo que bebió algo de ella. Se sentó contra la pared esperando a que amaneciera. Pasaron dos o tres horas y debido a la incertidumbre le fue imposible dormir.
Al cabo se escuchó el crujir de cerrojos, se abrió la puerta y entraron tres hombres, dos jóvenes con espadas desenvainadas y uno mayor de cabello cano quien le ordenó:
-Decidnos cual es vuestro nombre y qué prendíais hacer con ese coche frente a la entrada del jardín del castillo imperial.-
-Mi nombre es Raymundo y me disponía a recibir a una dama.-
-¿Cuáles eran vuestras intenciones?-
-Mis intenciones eran honorables, ya salimos una noche y yo la defendería de peligro, si existiera, con mi propia vida.-
-Yo no os reconozco, no sois de esta localidad ¿Verdad? Vuestro hablar no es Kimérico ¿De donde sois?-
-Soy del interior de Bucolia y me encuentro aquí de paso.-
-¿Y quien os dio autorización para salir con tal dama?-
-Me lo concedió ella misma y también lo hizo su ama, yo soy un hombre de honor.-
-Hmmm…eso ya lo veremos y aún está por probarse.-
Los hombres dejaron el recinto y momentos más tarde alguien le trajo unos mendrugos y un pocillo con un caldo tibio y ralo único alimento ese día.
Más tarde, antes del atardecer se abrió la puerta de nuevo e ingresaron la Princesa Amanda acompañada por doña Susana. Traía el rostro cubierto con fino velo que al levantarlo mostró sus dulces ojos cubiertos por lágrimas que rodaban por sus mejillas y así se expresó:
¡Raymundo, Raymundo por Dios
decidme ya la razón
por la que sois prisionero!-
-Yo os aseguro lo ignoro
venía aquí a recogeros
cuando cuatro malandrines
armados me agredieron,
me defendí cual debiera
mas cobarde uno de ellos
por atrás asestome un golpe
fuertemente en la cabeza
y ya yo no supe más
hasta esta madrugada.-
En ese preciso instante, el viejo carcelero que las
había seguido, interrumpió la conversación diciendo:
-Disculpadnos por favor señora, pero solamente obedecíamos órdenes. Al parecer este hombre se ha tomado la libertad de llevaros en un coche sin la venia de vuestro padre.-
Ignorándolo, Raymundo, pregunto así a la princesa:
-¿Cómo supisteis, señora
que yo era prisionero?-
La princesa respondió:
-Cuando me ibais a encontrar
observé la conmoción,
he indagado la razón
y al momento que he podido
hacia vos me he dirigido
No tengáis preocupación
Lo he de aclarar con mi padre
como monarca es muy justo
seguro que comprenderá.-
Dicho ésto la niña extendió su mano a Raymundo quien respetuosamente la besó. Ella lo vió con una mezcla de temor, piedad y amor saliendo del tenebroso antro.
(Mil gracias a todos, amigos, que me animan a continuar espero "no os vais a defraudar")
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