Mariela intentaba aparcar su vehiculo lo más cerca posible del portal de su casa, después de dar varias vueltas a la manzana, lo consiguió, ya era noche cerrada cuando se vió sola sobre la acera, su miedosa naturaleza hacia que odiase caminar por calles oscuras, prácticamente corría cuando llegó, exhaló un suspiro de alivio al introducir la llave en la cerradura.
El hall de entrada estaba apenas iluminado lo justo para identificar la ubicación de los ascensores, pulso el botón de llamada y esperó, oyó el clic, abrió la puerta y una mano sobre su boca hizo que se le helase la sangre, una ronca voz masculina sobre su oído con un tono tranquilizador le decía –No voy a hacerte daño, la empujo suavemente al interior, Mariela no podía moverse el hombre la mantenía fuertemente apresada entre la pared y su propio cuerpo, intentó zafarse pero el hombre la disuadió, ---es mejor que te quedes quieta, ahora voy a quitar la mano de tu boca pero si gritas tendré que hacerte daño-, ella asintió con la cabeza (se estaba quedando sin respiración) el hombre comenzó acariciarle el cuello con los labios mientras sus manos se posaban sobre los senos de la mujer que curiosamente en semejante situación de pánico reaccionaron, él lo notó y esbozó una sonrisa, introdujo con expertos movimientos su mano bajo la falda de ella y despejo los obstáculos que le impedían llegar al su objetivo, ella forcejeó nuevamente y él con brusquedad se lo impidió, permaneció quieta permitiendo que el hombre consumase su felonia, tras unos minutos los jadeos de hombre y mujer se confundieron.
El ascensor llegó al piso que el hombre había pulsado, Mariela completamente descolocada salió y el hombre la siguió, ella abrió la puerta del apartamento entró y él lo hizo tras ella.
Una vez dentro el hombre dijo,!cariño! cada vez es más arriesgado llevar a cabo tus fantasías, ¡con lo cómoda que es la cama!, ella sonrió con malicia.
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