De pequeñito tenía miedo a los monstruos, a las brujas feas y malas (las feas pero buenas y las malas pero guapas tenían un pase), a la oscuridad, y a que mi mamá se fuese lejos y tuviese que hacer como Marco y emigrar en su búsqueda a algún país lejano, y encima en mi caso, sin mascota. Porque quieras que no, para cruzar el Atlántico, un mono hace bastante compañía.
Ya de adolescente mi mayor miedo (totalmente fundado) consistía en que el acné causase rechazo en el género femenino y que por consiguiente no me comiese una rosca. No sé si sería por aquellos malditos granos o por algún otro motivo (creo que las chicas huelen la necesidad y les gusta hacernos sufrir), pero el caso es que aquel temor fue una cruel realidad. También tenía miedo a que mis padres descubriesen las barbaridades que casi todos los adolescentes hacemos, y por supuesto a que el Sporting de mis amores bajase a Segunda, luego a Segunda B…., todo cosas importantes, como puede verse.
De adulto los miedos cambian. Pero no voy a hablar de los miedos racionales que todos tenemos como la salud de tu familia, conservar tu puesto de trabajo, y mantener una vida social satisfactoria. Eso se da por supuesto. Quiero hablar de los miedos tontos y absurdos, como los de los Monstruos o los descensos de división de tu equipo del alma.
Y yo, lo reconozco, tengo miedo, mucho miedo, a los sitios cerrados, y muy en particular a los ascensores.
Ese miedo, totalmente irracional, lo sé, me ha hecho incluso catalogar los diferentes tipos de ascensores y tratar de evitarlos siempre que puedo.
Los hay señoriales, de fincas urbanas de mucho lujo, que han sido instalados en edificios con posterioridad a su construcción. Podríamos denominarlos, para entendernos, “Ascensores de Notarías”. Estos ascensores, pese a ser modernos en su gran mayoría, han sido fabricados al estilo decimonónico por aquello de conservar la estética del edificio y cuando montas en ellos, tanto el ruido de los cables, como su lentitud, me hace perder, de media por viaje, 6 meses de vida.
Estos ascensores tienen una cosa muy buena, y es que suelen ser de cristal y en el caso de quedarte atrapado al menos puedes ver la escalera y la sensación de claustrofobia disminuye bastante. Y sin duda, lo mejor es que las Notarías suelen estar en pisos bajos o primeros y es bastante fácil evitar su utilización.
Otro tipo de ascensores con los que no puedo son los multitudinarios. Podríamos llamarlos los “Ascensores Pateras”, porque aunque haya sitio para 8 personas, se meten 15. Y lo peor de todo es cuando el último entra a empujones y dice con la mejor de sus sonrisas, “yo creo que quepo, ¿no?”. NOOOOOO, no cabes, ¿por qué la gente no dice nada?. Yo lo diría, pero normalmente en esas ocasiones tengo algún codo oprimiéndome un pulmón, y alguna melena tapándome la boca. Sí, soy bajito.
Este tipo de ascensores son más difícilmente evitables, pues suelen estar en edificios de muchas plantas y con escaleras de emergencia bastante escondidas. Eso sí, me han hecho mejorar el cálculo matemático mental una barbaridad. Lo primero que hago es mirar el nº de kilogramos que aguanta el ascensor, y después voy “echando” y sumando kilos por persona. Suelo redondear a la baja para no alarmarme demasiado, pero cuando no me salen las cuentas palidezco y empiezo a sudar al mismo tiempo. Intento que no se note mucho, pero la gente que me conoce me mira y se destornilla de la risa.
En estos ascensores es donde más tonterías se oyen. Comentarios del tipo, “anda que si nos quedamos encerrados, todo el día sin trabajar”, o “¿os imagináis que ahora se cae esto?”. He de puntualizar que mi miedo no es a que el ascensor se caiga, ese es un mal menor. Mi miedo es quedarme encerrado. Y mucho más con gente que hace ese tipo de comentarios….
Por último están, para mi gusto, los peores ascensores posibles, que son los “montacargas”. Estos ascensores de segunda que, además de ir más lentos que el caballo del malo, y de oler a perro mojado, suelen dejar a la vista los muros que separan los pisos. No hay nada peor que quedarse atrapado en un montacargas entre dos pisos viendo el muro. Sólo de pensarlo se me acelera el pulso. Además da la sensación que esa baja categoría va a hacer que tarden más en sacarte de ahí. “Primero los atrapados en Ascensores Patera o de Notaría”, como en el Titanic, y los de los montacargas que esperen….. Sé que ese razonamiento no tiene ni pies ni cabeza. Como tampoco lo tiene tener miedo a los ascensores.
Dicen que hablar de tus miedos puede ayudarte a superarlos. Con estas líneas no pretendo superar mi fobia a los ascensores, sé que no lo haré. Pero tal vez haya gente que como yo, se sienta identificada en alguna de las situaciones descritas, y pueda servirle de ayuda saber que no están solos, ¡ Que el ascensor va lleno!.
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