“María Canela corría calle abajo
con una pálida muñeca bajo el brazo.
Todo se parecía
a cualquiera de los días
en que María Canela siempre corría,
para esconder las penas entre los árboles y sus fantasías.
Pero a partir de ayer, María Canela corre
para ocultar le vergüenza
por perder algo que ella sagrado lo intuía...”

Con tan solo diminutos ocho años, María Canela se enteró que la virtud era un codiciado bien y que aunque se cuidara igual estaba expuesta a ser robada con engaños, con miedo y desconcierto. A esa edad supo que la confianza era escasa, casi nula, a no ser que el depositario de sus secretos fuera un caballito de madera.
A partir de ese encuentro con la muerte en vida, abrió su libro de cuentos para transcribir todos los pasajes de su vida, de la vida que ella siempre quiso tener, no de la que le toco. Ante el desconcierto y el abuso ese Libro de Cuentos se transformó en su única conexión a la Tierra. En él no había medusas de cabello largo y dientes afilados, tampoco había reyes que olían a alcohol y menos reinas ausentes con la cabeza perdida.
La niña, la adolescente y la mujer alcanza la felicidad al leer las páginas y al admirar las coloridas fantasías, dejando que su imaginación dance frente al desamor y el miedo.

“Rubén de ojos almendrados,
juega a ser un príncipe sagaz y espigado,
que vence a dragones y malhechores
con su espada de girasoles.
Rubén se refugia entre tierra y terrones,
entre canto de arroyo
y entre suaves olores.
Para Rubén ya no hay refugio,
solo gritos de fantasmales recuerdos
que lo hacen perder llorar
hasta perder el juicio.”

Rubén vivía en una gran casa de un pueblo del sur, con esos patios blancos de cal y ampollas, que parecían huevos descascarillados cuando le faltaban esa mano sagrada anual... en ese patio lloraba, escondido bajo una escalera verde de hierro, al lado de un filodendro, tapado por sus enormes hojas verdes, gordas y espesas... temblaba por el recuerdo de risas y golpes, de arañas y terrones de tierra seca y ardiente, la cara apretada contra esa tierra canela, en un eucaliptar, al lado de un arroyo de esos que había antes, fue hecho picadillo...

En una tierra y una historia pasada, pasa las hojas de un Libro, el de su Imaginación, raspando ilusión a la vida real, forzando pulsos en un intento desesperado por no enloquecer, aunque él no se da cuenta de ello, sólo pasa los días, sólo, sin nadie, uno tras otro, en un continuo miedo de andar por calles rápido y miradas que atraviesan espacios amplios...aterrado. Dicen de las lágrimas, y él sabe mucho de ellas, sabe de su precariedad y su frágil utilidad, las llama tontas y se las bebe, mientras roza el dorso de su mano por la pared blanca, una y otra vez, quemando su tierna piel, y sangra... quería morir...¡nunca se odió lo suficientemente poco!

“María Canela y Rubén,
aún tienen mucho porque temer,
los tormentos nunca se van,
siempre vuelven,
siempre están.
Juntan fuerzas
en algún lugar,
para poder herir,
para poder matar ”.

Ambos niños bellos, de almas puras y con muchos sueños, sin querer fueron elegidos para ser violentados, abusados, arrastrados a la locura, al filo de la demencia...
Es tan duro no poder dar vuelta las hojas sin advertir de que entre líneas, hay palabras escritas con tinta indeleble que día a día les recuerda que son diferentes al resto de los niños que despreocupados juegan y confían. Las risas se volvieron llantos y maldiciones, mugre, suciedad que se pega y que se nota. Se pudren poco a poco se pudren...

...dicen que el vuelo de una mariposa puede provocar huracanes. Rubén y María Canela volaban en el pálido semblante del tiempo y sus llantos no provocaban efecto; aunque sus corazones acristalaban y no se dejaban amar. En unas vidas sangrantes, sus vuelos no producían la más mínima fluctuación de posibilidades: estaban atrapados, enclaustrados en sus grises existencias... ¿Cómo era eso del “efecto mariposa...?” pensaba a menudo él, mientras ella provocaba tormentas mientras miraba horrorizada las cuatro paredes negras que se alzaban hasta el infinito, y que se acercaban cual trampa atávica. Atrapados...

Recordando que en una época anterior, sus sueños fueron violados.
¿Cómo era eso del “efecto mariposa”?

María Canela y Rubén se tomaban la mano y miraban un vacío inmenso que los envolvía por todas partes. Allá en una distancia insondable estaban sus sueños, perdidos y olvidados por todos salvo por ellos mismos. Volaban estas fantasías interiores, violadas y pertrechadas de escudos de rabia forjada, no se dejaban atrapar, no se dejaban atrapar...

...pero la vida no obedece a diseños preestablecidos, es más bien la suma de muchas coincidencias, aciertos y errores. Así fue como la coincidencia los presentó y el acierto los hizo reconocerse como flores del mismo campo que un día emergieron bellas de la tierra, pero que fueron arrancadas por manos asesinas de sueños, lo que sin duda fue el gran error.

Ellos hoy están pintando un nuevo cuadro, recurriendo a las imágenes buenas que han aprendido y a los colores que los han salvado de la oscura mediocridad del destino. Ellos si que tienen ganas de crecer, de que su imaginación sea un portentoso caudal de creatividad y que sus experiencias les sirvan como escudo protector para alejar la desdicha de quienes tanto aman.

“María Canela y Rubén,
amigos y hermanos,
luchadores, aguerridos,
muchas veces confundidos,
temerosos y diferentes,
pero por sobre todas las cosas...
sobrevivientes.”