En la inclemencia se celebra
el impetuoso nacimiento
del viento, en la oscuridad
el fugaz deslumbramiento
del rayo, inaugura
un tiempo de clamores
y estampidas.
Es decir el estruendo
como augurios, la sospecha
aunque sea, la esperanza
del renacer de las mareas.
-Amanecer de espuma contra las rocas-.
El sol despuntando en explosiones
luminosas
tras las nubes
y destellando nuevamente
en los reflejos del agua como chispas
de un fuego nuevo y ancestral.
-Océano reluciente e indómito
como una manada de caballos salvajes-
Y luego.
Alguien que despierta inquieto
con el llamado imperativo
de ir inmediatamente al mar.
Y al llegar al acantilado descubre:
La ola tras la tormenta.
Texto agregado el 25-01-2013, y leído por 97
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