Caminaba por una calle de mi ciudad cuando un mendigo viejo y desgarbado me detuvo.
Tenía ojos inflamados
lacrimosos
labios azulados.
Vestía sucios harapos.
Alargó su mano amoratada
hinchada
mientras sollozaba al implorar ayuda
Murió mi único hijo
mis nietos me abandonaron
expresó.
Necesito ayuda
Comencé a registrar mi cartera
esa donde llevo tantas cosas que se pierden las monedas.
Nerviosa no encontraba nada
ni siquiera un objeto para darle.
El mendigo esperaba
su mano extendida se movía con debilidad.
Confusa
no sabiendo qué hacer
estreché su mano sucia
temblorosa.
Perdóneme señor
no llevo nada que pueda darle.
El mendigo fijó en mí sus ojos enrojecidos
sonrió
estrechó sus fríos dedos con los míos.
- Bien -
dijo con voz ronca
¡Gracias!
También su calidez es una limosna.
Seguí mi camino angustiada
con el corazón destrozado
pensando:
No es mas generoso quien da más
sino
el que da mejor.

Victoria