El largo de nuestro abrazo.

Todo está por hacerse. Aúnque esté hecho.
Ejercitarse sobre lo mismo y perfeccionarlo.
Hacérlo tódos los días con magnifica inocencia.
Derramar alegría sobre el mendrúgo de pán.
Bendecir las heridas, comprendiendo las lagrimas,
recordando nuestra própia frágilidad.
Ser testigo inquieto de lo impúro.
En la tormenta , ser pequeña góta de llúvia ,
para acrecentar el contenído del vaso.
Tener fé de qué sé púede caminar sobre el agua,
(esa levedad que sólo dá la constancia).
Saber lo que úno es. No para espantarse.
Simplemente . . . para no serlo para siempre.
Ser obcecado de que el cielo exíste
y que no está más léjos ,
que el largo de nuestro abrazo.
Enténder , que no todo es igúal,
aunque el cámino siempre (siempre) séa el mismo
y acéptar que el milagro de exístir
nos exíge imperatívamente búscar.
Reconocer nuestro vientre satisfécho
y aunque nos véamos realizados
repetídamente volver a reinvéntarnos.
Mirar con el alma. Es el ejercicio más sano.
Nos permite regresar al centro de ese úniverso.
A ese corazón de cielos iluminados ! . . .

23/01/2010 --------------------------- a Celeste Fernández (querida amiga)