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Inicio / Cuenteros Locales / hada7 / Chorreando de placer.

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Estas noches vírgenes deliran por ver unos cuerpos juntos. La luz de lámpara de queroseno fulgura sobre la línea recta y abierta de mi vagina.

Permanezco tumbada alimentándome de la impaciencia de tu llegada. He perfumado mi piel con las flores que sumergidas en agua caliente han besado los poros de mi deseo. ¿No esperas acaso este ferviente esqueleto que ama tu nombre para edulcorarlo con inocencia y fuego? ¿No intuyes que soy esa promesa que aúlla bajo una luna enferma? A través de la ventana observo el agua de la ducha embalsamando tu cuerpo. Ansío que extasíes por mis besos. Me encontraste húmeda y me abrigaste entre tu regazo.

Apareces con tu sonrisa y me desordenas, disfruto observando la forma abultada que se esconde en tu bragueta. Relamo los labios y decido esperar a que tus pies besen mis zapatos para convertir esta habitación en un carrusel. Muestras una sonrisa blanca y traviesa cuando me ves con el vestido que marca mi cuerpo desnudo y el cual no tardas en rasgar para mordisquear lentamente mi piel. Llevas esa camisa azul que deslumbra tu piel morena y mojas tus dedos para introducirlos en la alcoba de mi feminidad. El deseo muerde nuestra carne y nos empapa en sudor y sexo. Entreabro los labios, depositas en ellos las promesas que tanto me gustan y entretejes mis arterias con tus latidos que emborrachan.

Adoro tu trasero redondo y su balanceo cuando te metes entre mis muslos. Somos dos querubines traviesos. Unto tu cuerpo, lamo cada centímetro de tu perversión y esas maravillosas líneas que te hacen ser quien eres. La puerta llora cuando te marchas y se va mi aliento contigo. He inventado noches donde eres el protagonista de mi ensueño. No tengo cerraduras para ti, sé que terminarás volviendo, sabes que como mi piel ninguna. Acudes a esta guerra de juegos en la que nos queremos y odiamos. Nuestros versos parpadean sobre la tenue luz de las velas e invento rostros en el tuyo. Pelas mi piel con tus dientes y te relames. Adoro oírte decir que soy el néctar que te excita. Lleno mi vientre de manzanas rojas y ácidas. Mordemos la leyenda de lo prohibido. En nuestro abrigo somos cómplices, fuera de él somos desconocidos que pasean su deseo cautivo por la ciudad. Esculpo mis besos en otros labios henchidos, lujuriosos y palpados en simetrías interesantes. Pero ¡ninguno como los tuyos!

Sigo envenenada de tu presencia. Recuerdo el día en que te conocí. Miraba excitada el movimiento de tus vaqueros. Te oí susurrar en un leve aleteo. Perdí mi cintura entre tus manos al doblar la esquina y metiste tu deliciosa lengua con sabor a tabaco en la mía. ¿Fui tan débil?

Nos hacemos inmortales en este ático que esconde nuestro romance. Aguardamos a que den las una de la madrugada, que es la campanada que hace dormir los corazones. Y entre trastos inservibles y espejos obsoletos que no muestran nada, salvo dos cuerpos tergiversados moviéndose con la exquisita melodía que trae la pasión, cabalgamos como dos fieras irreverentes. Cuando llega el amanecer, saciada y tímida, ronroneo sobre el descaro de tu miembro erecto. El amor es este bolígrafo vacío que dejamos una vez pactado el acuerdo de no depender mutuamente. ¿Cómo podría hacerte entender que necesito la huella de un hombre sobre mi alma? ¿Qué tengo que justificar cuando entras y sales de cualquier abrazo sin calcular mi dolor?
Me dueles y me desordenas, no adviertes el brillo que emana de estos ojos verdes que tanto te embelesan. Sucumbo en la tentación de llamarte y fingir que me he equivocado de número tan solo para escuchar tu voz. Sé que hago el mismo efecto en ti, puedo notarlo en la manera en que me tocas y haces temblar la cama bajo mi cuerpo y en como juegas con tus labios cuando encuentras los míos. Te desordeno cuando me desprendo de todas esas mujeres que poseo dentro y hago de cada una de ellas tu amante. Indago en la suavidad de tu cuello y te ofrezco el mío para que seas drogado con mi perfume. Inundamos nuestra boca con el veneno que nace de la tentación y permitimos que el ocaso aparezca para hacernos participes de un melodrama. Hacemos de nuestros encuentros el más suculento desorden que un humano puede adquirir. Me hiere el instante que marca el final de este encuentro en el que te he querido tanto. Dibujo la vida que podría haber tenido contigo. ¿Soy ese corazón que temes no curar? La mesa que aguarda dos sillas vacías nos espera mientras decidimos que hacer con esta última noche que se nos concede. ¡Seguro estas de que esta será la mejor solución! y mendiga parezco cuando sientes el respiro eufórico que asalta mi pecho. Caerán las alegrías de las hojas marcadas de nuestro calendario cuando se quede vacío de cruces.

Cenamos en silencio evitando pensar que pronto esta habitación se quedará huérfana de nosotros. Quiero acariciar el vello de tus dedos y dejar en el tintero los finales para que no se llamen así. Convertir estas madejas en principios. Tienes un alma viajera muy difícil de saciar. Te ofrecería la locura de vivir en un compartimento de tren, tendríamos como cuadros los paisajes que serían testigos de nuestra travesía, y descansaríamos siempre sin temer despertar obligados a vestirnos deprisa. Podría prometerte miles de locuras pero sé qué prefieres tener los pies astillando la tierra. Dejaré que el cielo me oculte tus historias y dormiré cada día con la esperanza de encontrarme a mí misma. Beberé de las palabras que dirás esta noche, y dejaré que la luna sea esa cicatriz menguante. Cuando el tiempo pregunte por ti sabré decirle que escuché el maravilloso sonido de tu corazón, que nunca quisiste hacerme daño y que solo fuimos dos vasos vacíos que deseaban ser llenados. Permitiré en esta noche que coloques tus tentaciones alfabéticamente sobre mi piel y a tu rostro, refractarse en los cristales para aprendérmelo de memoria. Juntaré las manos formando un receptáculo donde escupas todas las escusas. Dejaré que tu voz trémula acuchille mis sentimientos. Mancharé tu agenda con mis poligrafías, así te darás cuenta de los laberintos que me han habitado.

¿Te das cuenta de que he depositado en este momento los resplandores de mi sufrimiento? Dejemos aparcada la frustración. Toca sentarnos con las manos en la mesa y jugar a dejar huellas que terminaran yéndose, como el vaho. Te prepararé un café y dejaré que me cuentes lo que nunca te atreviste a decir. El tren te recogerá en veinte minutos. Una vez te marches, dejaré la pila de platos descansando en el fregadero, no quiero permitirme lavar el recuerdo de la última noche. Comes despacio y no consigo descifrar lo que oculta tu mirada. Metes tu pierna entre mis muslos y cierro los ojos. Diez minutos, y desaparecerás para siempre.

Inventamos nuevas maneras de lazar los cuerpos y tenemos segundos para arañarnos los labios. Recorres tu lengua en mis senos e imaginas que son los botones de tu camisa. Es la hora, decido anclarme en las sabanas y tu despedida, esa que es para siempre, se queda adherida en los pliegues de mi carne.

Texto agregado el 18-01-2013, y leído por 302 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
19-01-2013 EXPLICITA (QUISE DECIR) elisatab
19-01-2013 GUAU! ALTO EROTISMO. (UN CONSEJO EL TITULO NO DA PISTAS, SI LO ANUNCIAS DE FORMA ESPLICITA, TE GARANTIZO UN BEST SELER) elisatab
 
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