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"El beso es cultura: Besando se conocen muchas lenguas".

…y estábamos ahí, frente a frente; el tenerla a centímetros hacía de mi cuerpo materia trémula. Su aliento humedecía mi nariz, sus labios colorados rogaban fundirse con los míos y mis manos juguetonas e inminentes empezaban a rozar la piel bajo su blusa…piel tan blanca como la nieve nostálgica en la que se extraviaba su mirada verduzca e infantil y solo soñaba con recorrer el mundo fuera de Europa, recorrerlo como recorría su lengua la mía, como recorrían mis manos sus riberas más íntimas…

…me llevó tras la puerta del colegio, el trayecto duró lo que tardaba en morir mi inocencia, su rostro encendido avivaba la fría tarde otoñal.
-¿Vas a besarme?- preguntó más traviesa que nunca.
Mi respuesta inmediata hubiera sido el desmayo, pero la solemnidad del acontecimiento, el universo, el desiderátum…me permitieron acercarla y tomándola por la cintura se graficó el momento que en mis recuerdos guardaré de aquel año 99’…

… ¡Soy de Argentina!- a la media hora nos encontrábamos alejados de la Fiesta de Año Nuevo.
Lográbamos comprendernos con un lenguaje corporal y lascivo diseñado quizá para aquel verano, para la arena blanca de ese pedacito de costa.
Yo me enamoraba vanamente del momento, mientras ella mellaba mis palabras y hacía caso omiso de los susurros cursis que le regalaba.
¡Pará nene!- reclamaba con la rudeza con la que me quitó la camisa mientras yo estupidísimo trataba de reincorporarme del estado de gracia.
Lejos ya de ese verano y de Viviana, aún sigo preguntándome si ella recordará a aquel muchacho impetuoso de las playas de Colán…

…el color de sus ojos se adivinaba en su hermosa piel morena, lo que no pude adivinar nunca fue como terminé en aquel lugar tan “exótico”.
Luces y carcajadas femeninas se apoderaban del eco de aquél pasaje tan estrecho y la embriaguez apenas me permitía dar dos pasos y recuperar el tino.
La vi observándome sonriente, burlona, de cierta forma cariñosa. Pude acercarme y sus ojos negros me paralizaron, haciéndome salir de mi deplorable estado catatónico.
Suspendido por el brillo de su piel, fue su voz y ese tonito embrujante caribeño los que terminaron por devolverme la conciencia.
Coqueteamos sin mesura en la puerta del cuartito, las luces de neón se agitaban y se agitaban también mis pulsaciones. Sus manos pequeñitas me arrastraron hacia el colchón, mientras esa noche se cerraba por última vez aquella vieja puerta.

Texto agregado el 16-01-2013, y leído por 153 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
17-01-2013 Lindo texto. Seguramente te recordará glori
 
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