Todos los días pasaba por ahí, pero ese día fue algo especial, sentí como un llamado interno que me hizo ir hasta el centro mismo de la plaza donde lo encontré. Estaba rodeado de un cerco, aunque su belleza se dejaba ver, se olía, se sentía y generaba un deseo propio de un amor no correspondido (algunos dicen que es el peor amor sufrido), y aunque lo sabia no podía evitarlo. El árbol era un frutal, hermoso x fuera, hojas verdes que emanaban vida como la fuerza de la juventud, el fruto hermosamente indescriptible. Por dentro………..simplemente inalcanzable, deseoso, intrigante, misterioso y por alguna razón que desconozco aun sentía como su mirada se posaba en mi, sus frutos me llamaban y yo embobado al verlo, quería saltar esa reja para estar mas cerca, para poder sentir ese fuego interno, ese llamado que trasvasaba las fronteras mentales del hombre. Fueron segundos, tal vez minutos, pero pareció una vida, yo esperando una simple señal para abalanzarme, para que sea mío, pero también sentí ese juego de seducción, esa charla que traspasa la frontera de lo banal, donde se mezcla el deseo y la risa, que lo hacia aún mas tentador.
Luego de un tiempo y ver como el deseo también aumentaba y también el dolor de la incertidumbre, decidí regresar a mi camino que había dejado intempestivamente. Sabiendo que volvería a ver a esa fruta prohibida que esa mañana se había presentado ante mi.
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