Palabras de un silente.

Callad, oíd como ellas se agolpan, vedlas hilvanarse como tejiendo la realidad. Su déspota y secreta voluntad las instiga a invadirme. El poeta subestimado dirá que es un rastro lejano de alguna divinidad creadora, el soberbio que es cuenco divino que acoge la belleza del mundo. Ambos son unos someros prestidigitadores de una donación intangible que toma vida real por designio misterioso.
Ellas me hacen pero también me deshacen, ellas me unen a una armonía in-interrumpida que el universo humano hospeda desde los confines de su aparición. En ellas reposa todo lo que soy y es el Hombre entero, pero sin embargo son el límite que ciñe mi pequeñez, pequeñez que se avergüenza al empuñarlas pero que sin ellas mi pecho estallaría.
Para ser digno de ellas debo desplomarme, matarme para que vivan, ser oscuridad para mi luz, a-moral para su verdad, debo ser silencio.


MRM

16 de enero de 2013