Tal vez, pasando los 30 años miro hacia atrás y no encuentro muchas de las respuestas que en mi escrutinio cotidiano, traté de buscar sin mucho éxito. Quisiera saber si las preguntas que planteé no fueron las correctas, o tan solo si es que como muchas veces lo sentí y sigo sintiendo, nací en el momento incorrecto y en el lugar equivocado. Y firmemente siento y, ergo, pienso, que no soy la única, ni la última, ni mucho menos importante por haber llegado a esa efímera conclusión.
La vida, con todas sus cosas buenas (como el amor, la esperanza, la consecuencia, el aprendizaje...), sin resquemores, ni deudas, ni pasadas de cuenta, y por sencillo y obvio que suene, fue hecha para ser vivida. Y cuántas veces, de humanos que somos, nos pillamos a nosotros mismos viéndola transcurrir en una pasividad profunda y poco tolerante. Solo mirándola pasar, como si no fuera nuestra; mirándola en la tele, en los compañeros de estudios o los colegas del trabajo, los amigos, la familia, el compañero o compañera que esté a nuestro lado en ese momento... y la miramos sin vivirla. Como pidiendo que el mundo pare porque nos queremos bajar, diría sabiamente Mafalda.
Y en esos momentos vienen a la memoria las palabras de algunos adultos que consideramos tan agrias y faltas de sentido con unos años menos en el cuerpo... que esos ideales se perderán cuando vayas creciendo, dejarás de pensar así y en definitiva te "centrarás", vas a madurar y empezarás a ver la vida como realmente es, al final de cuentas esos afanes contestatarios se terminarán. Al menos en Chile, es un fenómeno que ocurre con frecuencia. Como si la falta de reflexión sobre lo propio, lo ajeno y lo mundano fuese algo intrínseco al crecimiento en un país capitalista neoliberal como este. Y claro que lo es. Entonces al "adultecer" (como jugando a crear una palabra que no existe por placer de explicarme de alguna forma), pareciera que el sentir enmudece y las convicciones aflojan por la comodidad de darle el lugar de relevancia que se supone merecen a la plata y los menesteres asociados a ella. Una lástima.
Y heme aquí, sentada sobre mi humanidad con tiempo para hacer esto, escribir, divagar, mientras está claro que otros solo piensan en la forma en que ganarán el pan mañana y sobrevivirán el día.
Tal vez con el paso del tiempo me he puesto aún más agria, desesperanzada, enojada. Porque llega a mí ese rebote del comentario "adultecido" que no quisiera reconocer en mí, pero lo veo. Y esos ideales que permanecen ya no palpitan con la fuerza de antes. Porque las prioridades, aun cuando hay tiempo para divagar, se pegaron al pragmatismo de la sobrevivencia. Y llegado un rato, me da un poco de asco y modorra; pero luego pienso en que de una u otra forma he hecho un esfuerzo consciente por resignificar el trabajo. Y tal vez a algún puerto llego, aunque más que feliz, conforme. Fome. Deforme. |