La atmósfera matutina, empenachada por mórbidos vapores grises, es cortada luminosamente por el andar histérico de un hombre con sombrero emplumado, canana y cartuchos -la vida que le faltaba a este lunes, pienso con sorna-.

Alcanzo a oirle en su voz ronca:

yo vivo de montes y anhelos
por eso tengo la mirada sedienta
una guitarra conduce mis pasos
y un río áspero me señala el camino...

-!!POETA!! le grito con una sonrisa, pero su lengua montaraz me responde fieramente juramentos que, de alguna forma, concuerdan con su aire quijotesco;
aunque esa alusión final a mi madrecita haya sonado demasiado posmoderna.

¡Qué lunes tan enigmático, y qué señor tan anacrónico!