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¿En dónde se libra tus batallas? Porque cada que imagino (no hay otra cosa, siempre memoria) entregarte mis labios es en otra boca, en otra mirada en donde sólo hay un fuego y no es el mío, porque no eres tú. Entonces, cuando intento exprimir fuera tus besos inventados, me sabe como a leche agria o a whisky escocés. O a lágrimas.
Se cierra el baúl con los poemas y lo tiro al mar. Quizás en el fondo le sirva a alguien Béatrice, a una sirena extraviada que se pareciera a ti y tuviera el mismo cabello rubio y las cenizas de cartas flotarían con el agua salada de su mano que no es la tuya pero que se parece. Tomo todo lo que me dejaste para un explorador en un desierto lejano, en donde pueda encontrar tu historia y sentirse reconfortado con la luna llena y las dunas tristes, y mis letras frías, acompañándolo. Bien mis ilusiones podrían ser como un gas que se acumuló por años y que ahora infla a un globo aerostático, que siempre me estuvo esperando, alimentándose de los «Amo a Béatrice, será mi mujer algún día» que tanto me repetía, y así podría conocer al mundo de alguna forma, volando con el globo que me ayudaste a inflar. Pero sólo eso, pues lloro como Cortés en el ahuehuete o Napoleón en Waterloo.
¿En dónde se libran tus batallas? Para no desangrarme más, correr al escuchar el relinchido opaco y punzante de los bridones cansados, de la sangre que ya no me queda y se hace tinta. ¿En dónde estás? Para escaparme, para hacer de lo vivido una leyenda gitana en donde nunca pude tenerte y al final los dioses se apiadaban de mi alma y me convertían en pasto o en una cicatriz en el fondo de la tierra.
Ya no espero encontrarte, ni en un susurro distante ni en un día de lluvia y planes descompuestos, mejores. A alguien le contaré la aventura Béatrice, a alguien que le quite el aburrimiento. Pero a mí ya no me entretiene, el cuerpo tarde o temprano reclama, porque también ve y sabe lo que pasa en la mente, también se entera de las fantasías y el cuerpo tarde o temprano reclama una mordida del pastel que pensaba. Me iré porque me quedé sin balas y aún te veré cuando sostenga con mis manos a un ángel de cristal.

Texto agregado el 14-01-2013, y leído por 120 visitantes. (0 votos)


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