Desnuda. Sobre colchón pelado. Sus ojos fijos en la blancura del techo mientras aspira y expira humo con elegancia. Piensa. Por el ventanal entra aire de aguacero. Las corinas bailan al compás del viento. El cigarro ha dejado de ser cigarro para convertirse en cenizas: como su vida. Deja de pensar y sus ojos fijos vuelven a tomar movilidad. Posa la vista por toda la habitación y siempre la acompaña la soledad. El aire se le acurruca en la piel, pero ella no se percata de ello. La mirada llega a la puerta cerrada y vuelve a pensar, a recordar las palabras del hombre un día te quedarás sola, con muchos a tu alrededor, pero sola. Una lágrima se asoma a la mejilla izquierda y se dice todos tienes razón, hasta él. Desnuda, en colchón pelado, sola.
Caminaba por El Parado cuando se conocieron. La noche era fría y caminaba como antaño, como si huyera, como huyó de la guerra, la Guerra Civil Española. Ya ni se acordaba cómo había escapado. Llegó desconocida a La Habana. Al tío Reymundo le costó trabajo reconocerla después de tantos años.
Se habían conocido en El Prado. Caminaba como huyendo; él se le acercó y al verlo a su lado, lo examinó...
Ahora no recuerdo por qué se dejó tomar del brazo. Sonríe sin darse cuenta y piensa a veces una tiene cada cosa, no puede aguantarme...hasta más tarde no me di cuenta de la cicatriz en la barbilla. Después de lo de Paco, allá en el pueblo, no las resisto ... Deja de pensar.
Habían caminado largo rato, cohibidos, sin hablar, pero sin soltarse. Aminoraron el paso cuando vieron el hotel. Remigio tenía dinero y cuando se encontraron en el umbral, se miraron. Los ojos de él eran grises, los de ella, negros como la noche. Vacilaron, pero entraron.
Aquella misma noche durmieron juntos y volvió a recordar que todos tenían razón Terminarás siendo una ramera.
Desnuda y con los ojos fijos en la blancura del techo, pero ya no fuma. Desvía nuevamente la mirada. Busca otro cigarro, olvida que se ha fumado el último y su rostro dibuja una mueca de desencanto. ¿Cuándo volverá a ver un nuevo cigarro?
Se había conocido en El Prado de La Habana y al día siguiente había ido a conocer al tío Reimundo, un tío simpatiquísimo y luego se habían comprometido. Él no trabajaba. Vivía de las generosas cantidades de dineros que le mandaban sus padres, dueño de un central, allá en Camaguey.
Era también una noche fría cuando lo decidieron, pero ella se negó rotundamente, era gallega, testaruda. Iremos a verlos cuando el cura nos dé la bendición, antes no. No le gustaba que la estuvieran mirando como bicho raro porque todas las suegras hacen lo mismo... A Remigio le seducía la idea de aparecérsele a sus padres casado, con ella. ¿Qué cara pondrían?
Doña Estela no salía del asombro cuando su “Remi” se le apareció con aquella mujer. Por todo el pueblo se regó la noticia como pólvora. El hijo de Don Remigio se había casado en La Habana con una gallega.
Piensa, piensa sin darse cuenta y siente que a su boca le falta un cigarro. Las cortinas han disminuido su baile. Piensa en lo bonito que sería verlo reaparecer como un fantasma...
Volvieron al Prado y todo era color de rosa. Cabarets, cines, fiestas, paseos. Ella lo manejaba a su antojo. Él la complacía en todo. Ella nunca se negaba ni vacilaba en entregársele . Entre sus brazos, se sentía empequeñecido en el fuego de sus voluptuosos senos. Él pedía. Ella daba.
Si volviera con su sonrisa inocente en su rostro imberbe, de chiquito inexperto, pero hasta él tiene razón, hasta él que no era nada al lado suyo. Una se equivoca con los hombres, muchas veces no son ello los que se equivocan. Nosotras volvemos cuando olvidamos. Ay, si volviera
Se conocieron en El Prado. Era una noche fría y fueron a un hotel. Luego se siguieron viendo a escondidas y ella cada vez que lo hacía se decía no me puedo aguantar, es más fuerte que yo.
Desnuda en la cama, lo recuerda todo. Las lágrimas le nublan la vista, el techo no tiene color. No ve todo nítidamente .
Se conocieron en El Prado, pero cuando él volvió del central a donde había ido a visitar a sus viejos perra, cochina. La cogía por los hombros y las sacudía como a un plumero. Era un hombre herido y era ella entonces la que parecía no ser nadie ante la rabia del marido. Quería llorar, suplicarle, pero el rostro se le había momificado. Los insultos del hombre no daban abasto. Aquella mujer que tanto había disfrutado, ahora le daba asco y la tiró , con todas sus fuerzas, contra el escaparate.
Desnuda, tiene los ojos hinchados de tanto llorar. Las lágrimas corren, le llegan al cuello. Es un llanto silencioso, terrible.
Así que en El Prado y fueron al mismo hotel ¿no? Quiso implorar perdón. ¿Perdón? ¿Yo que te di todo lo que te dio la gana? No te faltaba nada. Yo me desvivía por dártelo todo y ésta, se toca el sexo viril, nunca te faltó siempre que la querías y ella lo manda a callar en medio de un ahogado llanto. No sé, Remigio, fue como en El Prado, contigo; no me pude aguantar... Lloraba que daba lástima, pero a él lo que le producía era asca, rabia...
Luego, piensa ella en la cama, esas malditas palabras, las mismas que tienes grabadas en la carne desnuda te quedará sola, muchos te rodearán, pero estarás sola.
...no me botes , te lo suplico, pero la sacó de la casa a caja destemplada y la vio traspasar el umbral para siempre.
Desnuda, en colchón pelado, llora, luego se calma. Sigue esperando. Mira hacia fuera, ya no hay aguacero. Es noche cerrada. Espera.
Súbitamente se abre la puerta. Aparece un hombre alto, atlético, de mirada maligna. Se descubre el torso, tas extremidades. Se queda en cueros. Hoy na’má que tengo trepesos, vamo a echarlo estilo mariposa. ¿M’eoiste? Sonríe. Se le echa encima y empieza a babosearla. ¿Qué te pasa hoy? No hay respuesta. Óyeme, no vengo aquí a oírte jimiquear. Vengo a que me la ... Ella no lo deja terminar su obscenidad verbal. Está histérica, grita muchas veces no y recibe una bofetada en pleno rostro que le calma el histerismo. Ahora llorar suavemente y él vuelve a manosearla, le posa los labios entre sus muslos carnosos y velludos. Ella queda apacible, con los ojos puestos en la blancura del techo, pensando que después de tanto profanación sobre su carne tantas veces profanada, pueda al menos arrebatarle un cigarra. Eso todo lo que quiere por el momento. Total, piensa ella mientras la lamen hambriento de deseo todos tienen razón, todos me lo había dicho : estoy sola ,e desean, me rodean, me lamen como el perro al hueso, qué más da, Soy la famosa Mariposa y Manuela, la de Andalucía, me lo había dicho: terminarás siendo ramera.
Desnuda, sobre colchón pelado. Ojos fijos en la blancura del techo y entre dos dedos un cigarro recién empezado.
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