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Su primera vez fue en las inmediaciones del volcán Casablanca. Anita -su chica- sufría de anorexia y falta de apetencia sexual pero Rafael la amaba de verdad y pensando que el ejercicio le haría bien insistió en que se unieran a ese grupo de andinísmo de la universidad.

Era primavera y los deshielos dejaban ver las sinuosas curvas de los cerros adornados con manchones de nieve blanca y a ratos azul por el efecto de la luz. La montaña irradiaba una energía tan femenina esa tarde que cuando Rafael exhausto se detuvo en busca de su cantimplora quedó atónito mirando esa belleza vertiginosa de colores y sensaciones. El frío de la nieve en sus pies parecía haberse invertido en calor, el sol acariciaba su cara y la brisa le daba suaves besos de frescura entre su barba. Sutilmente como una serpiente que alza su cabeza acechando a su presa, su pene comenzó a levantarse bajo su ropa de invierno. Ahora bien, hay erecciones y erecciones. Supongo que depende de cómo se deslice nuestro miembro por entre los pliegues de nuestra ropa interior se tiene un efecto abultado y notorio, o bien, cuando logra vencer la resistencia de los boxer para asomar su cabeza por encima -desde lejos- puede confundirse fácilmente con los pliegues de la ropa. Así era esta erección por lo que Rafael no se molesto en disimular y continuó su camino acompañado de su recién despierto compañero de aventuras

Al caminar el roce de la ropa exacerbaba sus sentidos, estaba caliente, muy caliente y el aroma de Anita al pasarlo a dejar no lo ayudaba en lo más mínimo.

Sucedió que cuando estaba a punto de llegar a la cumbre, en una zona bastante empinada, tuvo que arrastrarse un poco por la nieve y al mismo tiempo que impactó sobre su vista el divino paisaje de los lagos apenas cubiertos por nubes danzarinas y luces y sombras y cerros y nieve y bosques exuberantes como vaginas sin depilar, en ese preciso momento eyaculó y se le escapó un alarido de placer. El equipo completo de andinistas volteó a mirarlo con esa expresión neutra como buscando una explicación.

Heeeeey lo logramos – gritó como para disimular. Pero cuando intentó ponerse de pié el semen se le había congelado mostrando esa franja húmeda característica en sus pantalones.

Texto agregado el 11-01-2013, y leído por 149 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
08-02-2013 Yo te voy a comentar, veo que nadie lo hizo..siempre ese pudor hacía algo que no es nada malo..me pareció una danza de amor con la naturaleza plena, te felicito por tu valentía de llamar a las cosas por su nombre y por esta hermosa prosa al amor. silvimar-
 
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