La notaba insana al comienzo,
y así precisamente me acorde de ella.
Hablaba sobre poesía, alucinógenos,
sus jobies y otros líos.
Sabía seducir con la lengua,
ella sabía lo que me gustaba,
me hice el huevón,
como si nunca hubiera leído nada,
como si jamás hubiera oído The Clash.
Había captado mis falacias, me miraba,
yo la miraba y perdía,
y como perdía giraba su cabeza y miraba a otro lado.
Yo solo le di un sorbo a mi caña*,
y ella ya en el sexto plástico,
me veía con apetencia,
y yo correspondía con una ceja de costado.
Le propuse ir a la casa de un amigo,
asintió con la cabeza,
fuimos por las llamadas,
y mi amigo dormido estaba.
Al diablo. Subimos a un taxi rumbo a la nada.
Tragamos saliva y pensé en su sangre,
ella bien sabía que el mañana era una burda mentira,
y solo nos queda esta noche.
Fumaba de su pecho,
el sudor y la torpeza sabía lo que buscábamos.
Caminamos por una cuesta al alba,
ya los gatos se habían ido a dormir.
Como pudimos llegamos a su casa,
su cuarto era el primero a mano izquierda,
su padre dormía al fondo,
me senté a pensar en que estaba mi cabeza,
cuando volvió estaba sin brassier,
ya era tarde para declinar,
hicimos lo propio,
no había pasado ni 20 minutos y ya eran seis y media,
tenía que salir, como sea *adiós*.
Estaba en San Blas,
con una resaca espantosa,
el frio me entraba por el culo
y salía por mi boca
en forma de vapor,
me deshice de todo el tabaco que se había molido en mi bolsillo.
Recorrí 8 kilómetros en una combi directo a mi casa.
Mi madre me abrió la puerta amarga,
corrí a mi habitación eche mis ropas al ropero.
Tenía 16 y su celular en mi antebrazo.
*: Destilado de alcohol de baja calidad |