Acerca de la Reunión de Cuenteros en el Tortoni 2
Andaba en cuatro patas, tratando de alejarme de la tarima y del micrófono, que parecían ser el centro de las disputas.
Una mano me tomó del brazo y me ayudó a ponerme de pie. La reconocí enseguida. Era Miranda. Quedé medio embobado al estar junto a ella. Es preciosa y tiene una sonrisa maravillosa. Su fresca piel de tono dorado oscuro y su figura… ¡Dios mío! Dame fuerzas para resistir su encanto…
—¿Estás bien?— me preguntó solícita
—¡Creo que sí! Solo fue un empujón
—¿Cómo te llamas?— me inquirió, mientras varios curiosos nos rodeaban
—¡Sí! ¡Que el trolo diga su nombre!—corearon varios
—Yo soy…Isita-Paloma —les mentí de apuro
—Pero si Isita…!es una mujer!—exclamó otro
—¡Gracias, gracias!.! Eres muy amble!— le dije ya más seguro de mi mismo
Se alejaron a discutir a otro lado. El griterío era infernal.
La tomé de la mano a Miranda y la llevé detrás de una columna, para resguardarla del tumulto.
—¿Siempre se comportan así, ustedes, los argentinos en los mítines?
—¡Nó! Solamente los intelectuales ¿Cómo te llamas?— le pregunté, haciéndome el estúpido.
—Soy Miranda Páez — me dijo dándome un beso en la mejilla. Pero yo que no soy ningún caído del catre, giré en el preciso instante la cara, unos 22 grados, como dice el manual y recibí el beso en la boca.
Abrió los ojos sorprendida, pero no enojada.
—¡Lo hiciste a propósito! —me acusó
Yo estaba en las nubes y antes que le contestara, pasaron por el medio de nosotros, dos mujeres agarradas de los pelos e insultándose mientras se empujaban. Eran Mariette y Sofiama.
—¡Rubia teñida!
—¡Mosquita muerta!
—¡Tu abuela!
—¡La tuya!
En el tumulto, perdí de vista a Miranda y me alejé a donde estaban charlando a los gritos varios cuenteros.
Uno decía: —…entonces le dije: ¡Doctor! ¿Con qué diablos me está revisando la próstata si tiene ambas manos apoyadas en mis hombros? Y él me contestó: —Adivine, Petzenko, Adivine…
Todos nos reímos a carcajadas del chiste de Petzenko.
En ese momento estaba Nilda hablando por el micrófono y su vozarrón se escuchaba nítido; —…y ya lo dijo el General: Unidos o dominados…
Drricaldi le preguntó a los gritos.—¿Qué general? — y ella le contestó:—¡El general Buendía, pelotudo! ¿Qué general va a ser? ¿Pinochet?
Ahí se pudrió todo. Comenzaron a lanzar botellas, vasos y un zapato de hombre (del 48 por lo menos) le dio en plena cara a Necoperata quien lo agarró y con una botella rota de tequila en una mano y el zapatón en la otra comenzó a buscar al Cuentero ceniciento que tenía que estar con un pie descalzo.
Hugo de Merlo se hizo cargo del micrófono y anunció que se serviría un cocktail que ya estaba pagado, porque al alquilar el sótano del Tortoni, hubo que pagar también como mínimo dos consumiciones por cabeza.
Los Cuenteros se calmaron enseguida y cada uno buscó su mesa y su silla y comenzaron a charlar animadamente. A varios le corría sangre por la cara y otros tenían los nudillos despellejados por los golpes que habían dado. Las mujeres trataban de sentarse juntas y los hombres también. Yo saqué la cuenta. Si dicen las estadísticas que de cada 10 hombres, dos son homosexuales, ¿Dónde diablos estaban los que deberían estar aquí? Estaba a simple vista. Yo solamente y lo mejor era que yo no soy homosexual (Ni lo quiero ser). Eso significaba que de nada había servido el ejemplo de Oscar Wilde o de tantos otros intelectuales que reconocieron su ambivalencia.
Llegaron los mozos trayendo unos entremeses y bebidas que los Cuenteros y Cuenteras devoramos en un santiamén.
Desde un grupo se elevó un pedido a coro.—¡Que hable Nínive! ¡Que hable Nínive!
Nínive fue adelante y comenzó a alabar a otra Bola Roja y a decir que ella no tenía de que quejarse porque una vez, por cuestiones que no vienen al caso, pidió que borraran un diálogo amoroso que cruzó con Ergozsoft y le cumplieron enseguida. Una terrible silbatina la hizo callar y bajó enseguida del estrado.
YoSoyAsí estaba bebiendo una Fanta, porque sabido es que pierde los estribos si toma alcohol y puede pasar cualquier cosa. Me vió y se dirigió a mí, amenazante.
—¡Así que tu eres Isita_Paloma!— me dijo
— ¡Así es! Y tu eres YoSoyAsí y antes eras Elidaros ¡Me encanta leerte!— le dije temeroso.
— ¿Se puede saber porqué te vistes así?
—Me visto como lo que soy. Un poquito afeminado
—Te prevengo que nunca vayas a Corrientes, porque allá no existen las personas gay.
—¡Eres una mentirosa! —le dije— El famoso Carnaval de Corrientes es famoso porque se reúnen tod…
No alcancé a terminar la frase cuando YoSoyAsí me lanzó un tremendo patadón a la entrepierna que no me dio de milagro. Iba a quedar hablando con voz aflautada para el resto de mi vida. ¡Me salvé!
Escapé a otro lado un poco asustado y me tropecé con Nilda que me dio un empujón haciéndome a un costado. Claro. Estoy vestido así y sin la barba candado que me caracteriza y no me reconoció.
Magdalena se me acercó solidaria y me dijo que ella no tenía ningún amigo gay, pero que no tenía nada que reprochar al que lo fuera, ya que solo allá arriba se juzga a los hombres. Me emocionó.
Busqué por todos lados a Miranda y la vi platicando con Glori y Miríades.
En ese momento bajó al sótano un hombre joven, pisando con fuerza los escalones de piedra. Zepol parece que lo reconoció porque señalándolo comenzó a gritar. —¡Ese es Jorval! ¡ Es un Bola Roja!
Primero fue un enorme murmullo, luego los insultos y después los proyectiles de todo tipo. El pobre hombre gritaba que no era Jorval sino que era el Gerente del Tortoni. Igual cobró, patadas, botellas que le arrojaron y hasta yo mismo le arrojé un limón que desafortunadamente no le dio, pero si a Tursol que estaba pidiendo fósforos, no sé para qué, ya que él no fuma.
En fin, otro despelote. Yo pensé: Mejor me voy, porque esto recién empieza. Fui saliendo caminando para atrás, tipo Michael Jackson cuando me tropecé con RHCastro quien junto con Silvimar le estaban dando una biaba al pobre Weissturner que se trataba de cubrir de espaldas en el suelo. Me detuve y ya iba a subir por la escalera cuando me agarró Walas de los volados de mi camisa. Lástima que me agarró también los pelos del pecho, así que cuando me levanto unos 10 cms. del piso, me hizo aullar de dolor.
—¡Gritá, maricón de mierda! ¡Todo esto es por culpa tuya!
Como no me largaba y me había arrancado un manojo de pelos del pecho, le tuve que sacudir, con dolor de mi corazón, porque lo aprecio mucho y me gusta lo que escribe, le tuve que sacudir, repito, un terrible manoplazo en la barbilla (Bah! En la pera).
Cayó como fulminado, pero ni lo miré cuando subí las escaleras de tres en tres para ganar la calle.
Justo a tiempo, porque llegaba la policía… cont.
|