Son sólo trozos de una tarde en Tepoztlán, del retrato de una extraña y las pequeñas notas que obran al pie de pequeños instantes que intentan transcribir una sensación andante cuando sobre el retrato de mis tenis negros con agujetas color rosa mexicano que sobresalían sobre mis piernas, decía: “No son mis favoritos pero igual me encantan”
Estar ahí (en la pequeña cúspide) y mirar eso (lo que hay debajo del cerro) que rico se siente (posarse sobre los sueños propios): pero ¡nada dura lo suficiente para dejarnos satisfechos! Divino momento en que me interrumpió la sombra del desconocido para dar paso a un gesto de reproche a la nada hecho fotografía...
Entonces, mis lindas piernas mirando el panorama, deseando el descenso... Si, a veces uno también desea caer, rozarse con el aire y perderse en el sin sentido antes de volver a sonreír. Y heme ahí con las piernas sueltas, con una extraña presencia pero antes de bajar físicamente me solté a cantar: “Por el día que llegaste a mi vida..." y que sigo cantando: "yo no sé lo que valga mi vida pero yo te la quiero entregar..." Bla, bla, bla... Hasta abajo, lo más abajo que se puede estar del Tepozteco, es decir, en el pueblo con el pueblo. Y un lindo camino bañado de la lluvia de otoño, color melancolía, justo para aferrarse a lo que uno no quiere olvidar. Hasta el árbol de raíces tercas, terquísimas que le dan a la tierra sentido eran el reflejo de nuestras raíces, de nuestros afectos, fascinada, realmente fascinada me robé esa imagen casi 15 minutos antes de que el reloj alcanzará las cinco de la tarde, una tarde muy tarde, una tarde extraviada, una tarde mía, muy mía...
Aquí, en este tipo de Iglesias mi catolicismo se vuelve nostálgico y se junta frecuentemente con mi fe ¡y ya nunca estoy sola! ¡Siento que le voy pisando los talones a la presencia de Dios! En una tarde de tintes azules, de gises azules, de extraños que no incomodan: todos tenemos un pensamiento favorito que hay que saber dosificar: todos tenemos un camino favorito que hay que saber andar.
El camino sigue...
Mis afectos cuelgan en mi espalda dentro de una pequeña mochila color rojo. ¡Papá! lloro para que no te vayas: pienso que Dios me escucha, que las estrellas me escuchan, que los árboles me escuchan, que el pueblo me escucha, que mis ruinas y las tuyas no pueden ser separadas.
Esperando un bus de regreso al DF y mandando los mensajes que no esperan e inmune a las respuestas que no llegaran.
Regresar a unos brazos siempre es el mejor final de cualquier día. ¡Hoy no hice el amor! pero en resumen... Está tarde volví a regalar el cielo; con todo y sus estrellas.
De las tardes en Tepoztlán tu imagen rondaba mi cabeza; de tu imagen ni las tardes de Tepoztlán se salvan...
Esta tarde volví a regalar el cielo, con todo y sus estrellas, a esa que cantaba la tarde, una tarde cualquiera, se lo regalé a ésta que te piensa.
|