Sólo por ti, la ventana que comunica nuestras habitaciones quedará intacta. Deseo tus miradas sobre esa Alejandra desnuda frente al espejo, que se explora sin temor, deslizando sus dedos hasta la delta que separa sus piernas ejercitadas. Ese jardín de lianas negras, donde mi índice se regodea haciéndote sentir delicias en tu propio cuerpo.

Podrás sentirme entre tus manos porque retocaré cada parte de mi figura, enfatizando los trazos en las parabólicas líneas de mis senos, liberados de una presión ejercida por la ropa. Me verás mientras llevas las yemas de tus dedos hacia la fuente de tu reproducción, cuya rigidez tomarás con firmeza y empezarás a vestirlo y desvestirlo como si ningún atuendo le quedara. No temas por las oleadas que sentirás desbordarse de ese hermoso cóctel masculino.

Sólo por ti la ventana quedará tal cual, siempre estaré lista para tus ojos. Siempre que quieras podrás ver esa Alejandra que sólo nosotros dos conocemos. Nosotros, dos personas cuyos rostros plenos de adolescencia, de 14 y dieciséis años, aparentan en el retrato familiar, al lado de nuestros padres.