Dos niños. Tres casas.
Una niña que observa sobre el muro en el patio de su casa. Un niño mirando a la niña desde su propio muro veinte metros más al sur. Un patio ajeno entremedio. La niña mira la sombra de las hojas en el piso. El niño la observa, aunque sólo ve su silueta. No es estúpido. Es joven, pero sabe que no debe confiar en siluetas. Saldrá a jugar. Su amigo debe estar en la calle, debe haber traído la patineta que le obsequiaron para navidad. Pero se queda ahí. La niña no saldrá a jugar, no sería apropiado. Deberá conformarse con luces y sombras. Con silencios.
Si caminara por el borde podría llegar hasta ella, piensa. Lo pone en práctica. Se para sobre el borde, equilibrándose. La mira de reojo y le parece ver que se inclina un poco más sobre el muro, como si se acercara ¿Recuerdas tus sueños de niño? ¿Recuerdas el brillo del sol y el anhelo en el pecho? Pies pequeños que hacen del límite un camino en medio del verano. Una brisa que apenas aligera el aire. Pasos tímidos. Mente en blanco ¿Alguna vez fuiste sólo voluntad? Oídos tapados, sudor en el cuerpo, un vistazo hacia el piso, tierra y piedras ¿Cuánto puedes perder? Un traspié, un error, un golpe, un arbusto, espinas que se entierran, un brazo roto, veinte ladridos sueltos, unos dientes que te arrancan algo, dolor, dolor, dolor, dolor ...un bulto en el piso entre las sombra de las hojas.
La niña ríe.
(sí, ríe)
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