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EL BESO PROHIBIDO

Autor: Jhon Fredy Cogua Olaya




PRIMERA PARTE

“Maicol, no te vayas”, aquellas fueron las últimas palabras que pudo escuchar de los hermosos labios de Shirley aquel pérfido que aunque alguna vez trató de olvidarlos, no los ha podido sacar de su mente y por esa razón es que ha vuelto con la intención de sentirlos una vez más, de volver a vivir aquellos momentos en los que se tomaban de las manos, se abrazaban y luego se empezaban a besar de una forma tan apasionada que se parecía que se escapaban del universo mientras vivían aquellos momentos de entrega total.
La siguiente historia se registró en el mes de agosto, mes en el que florecen los ocobos en esta ciudad, por lo tanto no es extraño ver todos los rincones adornados en casi su totalidad por estas plantas rosadas que mejoran el ambiente de la ciudad, además, durante esta época es común ver a las parejas en los parques, ver en las calles a los aseadores recogiendo las hojas que han caído de los árboles y escuchar a la gente hablar de noviazgos.
Esta ciudad en sí, es una ciudad caliente, pero en este mes, mes del viento, el frio es inevitable y aquel día no era precisamente el día más lindo de todos, era un día que amenazaba con lluvias turbulentas.
El 16 de agosto, el todavía inocente Maicol ingresó a un negocio ilícito alojado en el centro de la ciudad para pedir una bebida alcohólica, el joven la recibió y se dispuso a sentarse, pero como todas las mesas estaban ocupadas, energúmeno comenzó a beber recostado sobre una de las paredes desde la cual podía ver a todas las personas que estaban en el lugar, desde allí observó individuos que reventaban a carcajadas y mujeres bailando semidesnudas, pero el tipo no logró encontrar ninguna mesa desocupada. De repente escuchó una linda voz que le dijo –siéntese, no sea bobo-, Maicol volteó la cara y vio a una mujer morena de estatura mediana, éste con una sonrisa fingida se sentó agradeciéndole mientras notaba lágrimas en sus ojos. Pasaron alrededor de dos minutos y aún Maicol no se atrevía a pronunciar ni una sola palabra, sino que simplemente se limitaba a tomarse la bebida, entonces fue cuando sintió que la mujer lo estaba mirando, el muchacho levantó la cabeza y se quedó mirando aquellos ojos verdes que se hacían imponentes a pesar de las lágrimas que los cubrían, la mujer entreabrió la boca y le preguntó en un tono bajo “usted me quiere”, Maicol se quedó sorprendido por la pregunta y sin saber qué responder tomó un sorbo de cerveza y la miró fijamente a los ojos. “que si ¿usted me quiere?” volvió a repetir pero esta vez con una actitud imponente.
-No entiendo por qué me hace esa pregunta- le dijo Maicol en forma seria y luego de unos segundos agregó en un tono más consolador “¿tienes algún problema en especial?”, después de tomarse un trago la mujer respondió “ojalá fuera un problema, pero tengo tantos en esta vida, de verdad que no sé hasta qué punto voy a aguantar” y nuevamente las lágrimas empezaban a surgir. “¡Quizás pueda colaborar!” le dijo, y al no encontrar ninguna reacción por parte de la mujer, agregó “soy psicólogo”. “¿Usted es psicólogo?” preguntó la muchacha con una sonrisa esperanzadora, Maicol sabía que en realidad no era psicólogo y se empezaba a arrepentir de haber dicho tal barbaridad pero ya había cometido el error y no tenía la valentía para corregirlo, y al contrario lo volvió a afirmar. La mujer tomó un trago y mirándolo como si quisiera preguntarle algo sacó un espejo de su bolso, revisó su bello rostro y con una voz que no ocultaba la inseguridad le preguntó “por qué todos los hombres tienen que ser iguales”. “Iguales en qué sentido” preguntó mientras se tomaba el último sorbo de su bebida. “Usted luego ¿no es que es psicólogo?, usted sabe a lo que me refiero” y luego de un suspiro agregó “no entiendo por qué si le doy todo mi corazón a mi novio, él me paga con gritos, con golpes y lo que más me duele: con infidelidad. Maicol se quedó pasmado al escuchar las palabras de la joven porque no lograba entender el porqué una persona no iba a valorar a una mujer tan hermosa que simplemente representaba la ternura.
La música del lugar se hizo más fuerte, el frío aumento, los relámpagos ya empezaban a mostrarse, y por esta razón la conversación se hacía ya más difícil, entonces Maicol tomó su silla y la acercó junto a la de ella, pero la mujer se levantó y pronunció “tengo que irme”, cogió su sombrilla y se marchó dejando solo al joven mientras el resto de miradas la veían salir.
Cuando acabó todo, el adolescente salió del lugar y al principio sin mayor afán, empezó a caminar sin rumbo, tomando piedras para lanzárselas a los charcos que reflejaban la oscuridad que se conservaba en el cielo, y en un charco encontró un alambre dorado, y éste al llamar la atención lo recogió y lo guardo en su bolsillo.
-No hagas eso mi amor- escuchó el joven, y con una sonrisa fina volteó abriendo los brazos para recibir a Shirley quien se mostraba muy satisfecha con volver a ver a su prometido después de dos largos meses, y luego de un beso largo, tan largo que parecía que detenían el tiempo mientras se hundían en la felicidad más profunda de un ser, Maicol le preguntó “¿… y sí me has extrañado? Corazón”. Y Shirley con una linda sonrisa lo miró y luego le dio un beso como si éste fuera el primero entre los dos. El joven rodeó con el brazo a la muchacha y la dirigió hacia unas bancas públicas que no se encontraban a más de diez metros, pero como la carretera estaba inclinada se les hizo como si estuvieran a veinte. Cuando estaban sentados, Shirley le comentaba el fracaso del viaje que había hecho, pero Maicol no le ponía atención sino que observaba al edificio que estaba en frente, ya que en el séptimo piso veía asomada a la mujer morena de ojos verdes con la que había estado hablando anteriormente. Shirley pronto se dio cuenta de que Maicol no le prestaba la suficiente atención y miró hacia el lugar al que estaba mirando el muchacho, pero en seguida la mujer del séptimo piso se tapó con las cortinas, fue allí cuando la adolescente sospechando le preguntó al gachó que a quien miraba, Maicol haciéndose el desprevenido le dijo que a nadie y luego para tratar de maquillar le preguntó “¿no te parece linda la estructura del edificio?”, “sí, sí, la estructura” respondió Shirley de una forma fastidiada mientras se empezaba a soltarse de la mano de Maicol y se levantaba de la banca, “ya nos vamos?” preguntó el muchacho, “pues si quiere quédese” le contesto feamente Shirley mientras empezaba a caminar rumbo a su hogar. La reacción de Maicol no se hizo esperar y sin aun darse de la magnitud de que Shirley estaba alterada, éste empezó a seguirla pero ella no tenía la intención de esperarlo, el paso de la muchacha se hacía cada vez más rápido y Maicol sin querer correr se resignó y la dejo marchar.
Nuevamente la soledad lo invadió, se empezó a dirigir hacia su morada que se encontraba en dirección contraria hacia la que se había dirigido Shirley. Cuando empezaba a pasar por el parque miró hacia su derecha y vio la luz encendida del séptimo piso, entre la luz se podía observar a un hombre golpeando a una mujer. Maicol sin poder creerlo volvió a contar los pisos para ver si efectivamente era en el séptimo en el que estaba ocurriendo aquellos hechos en verdad espantosos.
¿Qué hago? Era lo que se preguntaba sin saber si ir a socorrerla o marcharse inmediatamente para su casa ignorando aquellos acontecimientos. Mientras éste iba pensando en qué debía hacer en qué debía hacer, un carro de una marca fina salía del parqueadero del edificio, el joven observó al celador que cerraba el enorme portón, cuando Maicol se dirigió hacia él, el celador sin percatarse se fue hacia el fondo para vigilar las otras partes del edificio. El muchacho llegó a la entrada del edificio, se agarró de las rejas del portón y empezó a silbar con el fin de llamar la atención del celador, pero éste hizo caso omiso y siguió caminando. El muchacho se marchó y durante el camino a su casa se encontró con Jhonson quien con un grupo de amigos traía un balón de baloncesto, Maicol sin querer encontrárselos debido al hambre que tenía en el momento se hizo el que no los había visto pero la voz ronca de Jhonson lo hizo frenar con la frase “ya no saluda a los amigos, ¿no?”, Maicol lo miró y le dio la mano con desprecio, “vamos a lanzar” le dijo jhonson mientras rebotaba el balón, “no, la verdad es que no tengo ganas” respondió Maicol cuando empezaba a marcharse.
Al llegar a su casa, su madre lo recibió con la pregunta “¿hablaste con Shirley?”, “sí, ya hablé con ella” le dijo mientras se dejaba caer sobre el sofá. Cuando Maicol terminó de cenar la consciencia aún no paraba de pesarle, por lo tanto se aventuró nuevamente hacia el edificio porque en su cabeza estaba decidido a hacer lo peor.


SEGUNDA PARTE

La noche aún estaba joven cuando los juegos pirotécnicos comenzaron, la oscuridad se adornó por completo y las personas empezaban a salir de sus casas para admirar la hermosura de la pólvora que en este mes no era muy común, de hecho desde diciembre del año pasado no sucedía esto.
Maicol detectó que había mucha gente, por lo tanto tomó la decisión de que era más conveniente calmarse, pero como habían dos hombres que parecía que lo estaban siguiendo, éste tomó sus precauciones, afortunadamente había una tienda cercana, él entró para refugiarse de aquellas personas de las que él sospechaba, pero todo era una aparente simple sospecha.
Una cerveza – le dijo Maicol a la joven tendera porque sintió la necesidad de beber al pensar que aquella maldad que iba a hacer no la hacía ningún cobarde. El joven agarró la cerveza y se sentó en una de las sillas que estaban en la parte de afuera del negocio. No pasó más de medio minuto cuando entraron los dos muchachos que venían detrás de Maicol.
-Deme dos cigarrillos y un candelazo, que el otro lo dejo pa’ después –le dijo el más alto a la tendera mientras que el otro se quedaba en la parte de afuera de la tienda. Maicol estaba pensando que ellos lo estaban esperando para robarle el reloj de oro porque el sospechoso de afuera lo miraba con disimulo, Maicol se lo tapó igualmente con la manga de la chaqueta y luego de terminarse la cerveza se quedo como muerto mientras aumentaba su presión sanguínea. Los dos hombres salieron como si nada entonces Maicol pensó “de verdad que estoy nervioso, tengo que relajarme un poco”. Y no era para menos porque las calles no se encontraban solas por lo tanto la mayoría de personas podrían ser testigos de la locura que éste estaba decidido a hacer. Maicol pidió otra cerveza y se quedó despilfarrando el tiempo porque aún estaba muy temprano para darle el punto final al plan. Los nervios del adolescente se alteraron más cuando vio a una señora de la tercera edad afectada por la senilidad que venía gritando “me robaron, esos desgraciados que van por allá me robaron, llamen a los policías”, la patrulla se demoró como tres minutos en llegar al lugar. “Pum” se escuchó un disparo que se confundió entre la pólvora pero no se pudo distinguir si éste fue de los policías o de los asaltantes.
Tengo que cerrar – le dijo la tendera a Maicol y él demostrando el susto en el rostro le dijo “espere, no me puede dejar acá en medio de este tiroteo, tenga compasión por favor”, la joven que era una persona de buena fe lo pensó dos veces antes de dejarlo entrar porque Maicol no se quitaba de la entrada del negocio. “Muchas gracias, se lo agradezco en verdad” le dijo Maicol mientras se sentaba en el tercer peldaño, “¿cómo te llamas?” le preguntó la tendera, “Maicol” respondió mientras miraba a todas partes porque no podía ocultar los nervios que tenía aún, “mucho gusto, soy Andrea” se le presentó la muchacha mientras le extendía la mano. La charla continuó hasta que alguien golpeó a la puerta del negocio, “¿quién será?” murmuró Andrea, ambos estaban indecisos entre abrir o aguardar con la esperanza de que dejaran de tocar a la puerta, “oye, mira” dijo Maicol cuando veía que aparentemente el que golpeaba había metido un alambre con el fin de violar la cerradura. El pánico los dominó hasta que se escuchó “ábreme mija”, “¿quién es?” le preguntó en forma baja Maicol a Andrea, “es mi mamá, escóndete” le avisó, “pero dónde” preguntó el muchacho, “no sé, sube dijo Andrea mientras ascendía la escalera, “mira, este es mi cuarto, escóndete de bajo de la cama, ya vuelvo”. Andrea bajó y le quitó el pasador a la puerta para que su madre pudiera entrar. La madre de Andrea ingresó en forma relajada y le dijo a ésta “te traje un regalo”, Andrea estaba sorprendida, pero no por el regalo sino por el estado de ánimo tan relajado en que se encontraba su madre después del tiroteo, “¿no te paso nada?” le preguntó Andrea, “de qué” preguntó su madre mientras iba directamente hacia la cocina, “pues de la balacera que acabó de haber” le comentó Andrea mientras seguía a su madre, “ ¡cuál balacera!” gritó su mamá, “pues la que ocurrió hace cinco minutos” le comunicó mientras abrazaba a su mami y luego le decía “me alegro que estés bien”, y las dos mujeres se abrazaron y luego la mayor le dijo “mira, lo que me pediste”, Andrea tomó la bolsa negra y sacó un vestido hermoso, ella con una sonrisa la abrazó una vez más y cuando se soltaron Andrea detecto lágrimas tras las gafas de su madre, “¿qué te sucede?, mami” le preguntó sorprendida y ella le respondió “no, noes nada” y cinco segundos después confesó “lástima que no esté aquí tu padre para celebrar todos tu cumpleaños”.
Cuando Andrea su desocupó de su mami subió a su alcoba para guardar el vestido que le había regalado su madre, pero se encontró con la sorpresa de que Maicol ya no estaba. La mujer comenzó a llamar en voz medio alta ¡joven!, ¡joven! Pero no encontró ninguna clase de respuesta, lo único que vio fue la ventana abierta, ella se asomó y observó los tejados de las casas vecinas entonces Andrea pensó “¿será que es un ladrón?”. Pero Maicol ni siquiera tenía la intención de entrar a alguna casa y menos a esa hora tan temprana de la noche sino que él simplemente se había asustado de la presencia de la señora que entraba que del mismo tiroteo.
Los habitantes de las casas vecinas ya empezaban a sentir que las tejas sonaban pero muchos pensaban que eran gatos o chulos, hasta que un gordo que vivía en una lujosa casa de tres pisos se asomó a uno de los balcones internos y notó que algo se movía con prudencia, el gordo sin poder ver bien por la oscuridad que se presentaba cuando se apagaba la pólvora del cielo, llamó a su esposa para que le trajera una linterna, pero como estos dos tenían problemas conyugales la mujer se hizo la sorda por lo que al gordo le tocó bajar hasta el primer piso y buscar entre sus herramientas, Maicol aprovechó ese valioso momento para taparse con unas hojas de plátano del árbol que había en una de las casas centrales. El rumor de que había alguien se empezó a difundir rápidamente y cuando esa información llegaba a sus oídos el cólera de es éstos explotaba y comenzaban a insultar hacia el tejado con palabras como “delincuente, ratero, inmundo, …” y muchas otras cosas más ofensivas. Pobre hombre trémulo, de verdad que éste estaba arrepentido de haber salido de la casa de Andrea y en ese momento le era imposible volver porque las luces de las linternas que lo buscaban lo delatarían, o como si esto fuera poco el resplandor de la pólvora lo daría a conocer y la intención del barrio era lincharlo.
En medio del escandalo del suburbio se escuchó unos fuerte “guuuuuiiiiiuuuuu, guuuuuiiiiiuuuuu, guuuuuiiiiiuuuuu” que hizo callar a todo el pueblo por diez segundos para que luego el entusiasmo reventara en celebraciones porque todos pensaban que con la presencia de dos patrullas y un carro de bomberos ya tenían al supuesto ladrón. El primero en actuar fue el carro de bomberos, el cual subió una escalera hasta el tejado de una de las casas de la manzana. Cuando Maicol sintió que lo iban coger salió de su refugio y miró la casa del árbol de plátano, casa humilde, pero que mantenía como a veinte perros bravos y todos le ladraban. Maicol observaba a los caninos y no veía lugar para caer sino encima de los perritos que lo querían mutilar vivo.
“pum” se oyó un disparo al aire y Maicol pensó que éste le había pasado cerca, él miró hacia atrás y vio a cinco uniformados que se le acercaban, ante el miedo Maicol votó una bocanada de aire y salto sin pensarlo más, y al caer arrancó a correr hacia portón de madera que escaló con dificultad pero finalmente pudo salir a la carretera principal, el muchacho al salir lo primero que vio fue una buseta y la tomó sin mirar a dónde iba, el muchacho entró a la buseta que se encontraba apenas con diez pasajeros y él se sentó en una silla del rincón de la parte de atrás, pero cuando observó que la buseta dio vuelta en una glorieta y se devolvió, éste se arrodilló con el fin de esconderse por si alguno le reconocía la cara, el conductor miraba por el espejo porque pensaba que Maicol estaba rayando la silla con algún marcador y como la buseta no era de él, él detuvo el móvil y se dirigió hacia Maicol y al verlo ahí arrodillado pensó que estaba rezando y se fue para seguir haciendo su trabajo mientras encendía un cigarro.
Las luces de colores que se veían resplandecer de los negocios hacían que Maicol siguiera alerta por la cantidad de gente que había en las calles pero cuando la buseta salió del barrio, éste miraba tímidamente hacia sus alrededores y se centraba en los transeúntes risueños que pasaban de un lugar para el otro. Cuando el bus transitaba por el estadio de fútbol, el susto del momento se lo dio un aficionado del equipo de futbol de esta ciudad, el cual golpeó con el puño al vidrio de la parte de Maicol y puso alerta al muchacho pero en seguida Maicol se relajó y recordó que ese es el ambiente de por acá. La buseta se unió al trancón que siempre se registra por esta zona y comenzó a pitar uniéndose al ritmo que traían los demás conductores con sus banderas. Varios vendedores ambulantes le ofrecían a Maicol distintas comidas rápidas.
Cuando la buseta salió del trancón, pasó por una de las avenidas principales, Maicol se bajó en el terminal para alejarse del estrés que presentaba, él ingresó y primeramente se dedicó a observar las enormes flotas que se hallaban en el lugar y una de estas le llamó mucho la atención por el escándalo que presentaba, era nada más y nada menos que la flota del equipo visitante de fútbol; el que jugaba esa noche contra el equipo de esta ciudad. “No soporto verlos” murmuró Maicol y se alejó del lugar para poder encontrar paz interior. Durante el camino observó de reojo a un adulto que se le hizo conocido pero siguió caminando mientras pensaba quién era , y luego se dio cuenta y reaccionó diciendo ¡pero si es don Alexis!, se devolvió y se fue directamente hacia él “¿don Alexis?” dijo Maicol al verlo, “¿qué hay de nuevo? Muchachito” habló el hombre quien es el padre de Shirley, “no, nada, por acá dándome una vuelta, y ¿qué lo trae por estos lugares?” le preguntó Maicol, “pues vine a solucionar un pequeño problema con mi hijita” le contó Alexis, “sí, ella me estuvo hablando del fracaso del viaje que hizo pero no me explicó con detalles” le comentó el muchacho, Alexis al escuchar eso le invito a ir a la cafetería, “¿y sus maletas?, ¿voy y se las reclamo?” le preguntó el joven con buena intención pero el loco se había venido apenas con la ropa que traía puesta y su cartera porque sabía que no se iba a demorar mucho, es más, él sabía que esta misma noche podría volver a viajar y como estaba bañado en dinero no tenía preocupaciones por ese aspecto.
Aquella noche el número de personas que se hallaban en el terminal se había cuadruplicado por lo tanto era casi imposible que los atendieran en la cafetería. “¿Qué hacemos?, ¿esperamos?” le preguntó don Alexis al muchacho pero indeciso no supo qué responder y don Alexis propuso “vámonos para otro lado porque esta noche está difícil para comprar aquí”. Efectivamente ambos salieron del lugar y lo primero que escucharon fue un gran estruendo, “¿qué fue eso?” le preguntó inocentemente el suegro, “tranquilo, es sólo el sonido de la pólvora” dijo Maicol mientras empezaba a sonreír, “y a ¿qué se debe eso?” le preguntó curiosamente don Alexis, pues a qué cree, pues al partido de esta noche” le respondió Maicol.
Las carreteras se encontraban llenas del humo resultante de los juegos pirotécnicos, el tránsito estaba muy peligroso por la cantidad de carros que había y además como las carreteras tenían baches que se podían prestar para accidentes. Menos mal habían buena cantidad de semáforos empero éstos desesperaban a los conductores que llevaban las banderas en sus autos porque cada cien metros se encontraban con otro trancón o en muchos casos el trancón en que estaba el vehículo se unía a otro más largo, de verdad que el ruido de los carros era desesperante. Tomar un bus era casi imposible en esa zona por lo que Maicol y don Alexis prefirieron caminar cinco cuadras para poder entrar en la estación subterránea del tren pero con tan mala suerte que cuando ingresaron el tren ya había cerrado sus puertas y había arrancado.
-Bueno, nos figuró esperar al otro, no creo que se tarde – dijo Maicol mientras se ubicaba en un lugar que no era de privilegio. Los minutos pasaron lentamente pero nadie cerraba ni un solo ojo a pesar de la poca iluminación del túnel. Al momento que todos escucharon el sonido del tren se formó una montonera y a duras penas Maicol y don Alexis pudieron entrar. “Bueno, ya estamos aquí, ahora es solo cuestión de esperar” dijo Maicol, “lo único malo es que nos tocó parados” completó don Alexis con una actitud serena y al terminar éste Maicol agregó “ya es mucha cosa que hallamos logrado entrar al tren”.
El tren recorría el túnel a una velocidad muy avanzada, en el momento en que todos los pasajeros estaban hablando éste frenó con violencia y algunas personas se cayeron, “hemos llegado a otra estación” dijo uno de los pasajeros, gran parte de la cantidad de personas que había en el tren comenzaron a bajarse y en consecuencia quedaron asientos desocupados.
-Pues sentemos - dijo don Alexis.
Pero para sorpresa de él Maicol le dijo “espere, ya vengo” mientras reculaba. El muchacho se fue caminando hacia el otro extremo y se acercó a la mujer solitaria de la esquina, “¿qué haces aquí?” le preguntó la mujer, a aquella pregunta Maicol dijo “¿no te ha pasado nada?”, pero la mujer se quedó mirándolo mientras sonreía, “tranquila, yo sé lo que te sucedió en el edificio” dijo Maicol mientras se sentaba porque él quería que la conversación fuera extensa pero en ese momento ingresó un borracho y se sentó en la silla del lado de Maicol entonces Maicol le dijo a Carlota “hablamos después”. Cuando Maicol se había se había levantado de la silla, Carlota le dijo “guapo, no te metas en mis problemas”, en el instante en que Maicol oyó esa frase, en su mente empezó a arrepentirse de haberse acercado a Carlota y pensaba que ella ya no era la misma mujer con la que se había tomado aquellas cervezas en aquel prostíbulo y ahora sentía cierto temor de volver a hablarle. Cuando Maicol llegó a donde estaba don Alexis, Maicol le reclamó “¿no me guardo el puesto?” e inmediatamente don Alexis le dijo “yo pensé se iba a quedar allá con aquella muchachita, y a propósito ¿quién es ella?”, Maicol lo pensó para responderle porque quizás podría decirle una imprudencia a su suegro, “¿Quién es ella?” volvió a preguntar don Alexis y en seguida Maicol respondió “es una amiga”, “¿una amiga?” cuestionó el suegro, “sí, una amiga” respondió el joven pero en seguido don Alexis soltó la pregunta más incomoda diciendo “¿dónde se conocieron?”, “óigame, ya me esta cansando con tanta preguntadera, si usted piensa que yo le pongo los cuernos a su hija pues se equivoca, yo a su hija la quiero mucho y no tengo corazón para irla a cachonear”. Con eso el resto del viaje don Alexis y Maicol ni se dirigieron la palabra, lo único que ocurría era que Maicol miraba a Carlota, Carlota sorprendía a Maicol y la reacción de Maicol era quitar la mirada. Con el pasar de los minutos don Alexis se disculpó y aceptó que sí había sido un poco entrometido, “claro que acepto su disculpa” le dijo Maicol y poco rato después Carlota lo llamó con un pispido para decirle “oiga, siéntese que ese borracho se fue para el baño, aproveche en vez de estar ahí parado como un tonto, “¿que me siente? Me estás diciendo, cuando hace un ratico me sacaste como un perro y ahora me dices que me siente, no mujer, estás loca” le dijo el muchacho con buen sentido del humor mientras se empezaba a devolver al lugar en el que estaba anteriormente , Carlota en seguida lo tomó del brazo y le dijo “siéntese que lo que pasa es que ese borracho me está molestando” y a eso Maicol le comunicó sonriendo “ese ahora no es mi problema”, Carlota lo miró de lado como la mirada amenazante de los malos de las películas y le dijo “si el problema es por ese amigo tuyo de allá pues tráigalo y que se siente”, “jajajaja… que ¿se siente?, Pero si sólo hay una silla” dijo Maicol, “pues es que tú me vas a llevar en las piernas” le dijo Carlota mientras cambiaba su mirada de mala por una mirada coqueta, “¿Qué yo te lleve en las piernas? Jajaja..., oye, no puedo hacer eso acá, no ves que ese hombre de allá es mi suegro” dijo Maicol, “¿es tu suegro? O sea tú tienes novia, ¿y qué pasa si le cuento a tu suegro que tú visitas ciertos lugares?” dijo Carlota, “no serías capaz” la retó Maicol, “que ¿no soy capaz? Jajaja… ya vengo” le dijo Carlota mientras se levantaba de su asiento, cuando Maicol vio que ella estaba decidida a hacerlo la tomó de sus hombros y la sentó nuevamente, la mujer no puso mucha resistencia sino que sonrió y le dijo “yo ya sé tu secreto, entonces o te sientas ahí o le cuento a tu suegro”. Al muchacho no le quedó otra opción sino que le tocó obedecer como si fuera un perro adiestrado, ambos jóvenes comenzaron a hablar, ese diálogo se prolongó por el resto del viaje y don Alexis lo único que hacía era vigilarlos porque la furcia lo miraba muy coquetamente.
Cuando el tren comenzó a disminuir la velocidad para poder detenerse en la estación del barrio en el que vive Maicol, Maicol se asustó porque él sabía que allá lo buscaban como sospechoso y además recordó que Carlota había sido víctima de los golpes brutales que le había propinado su novio, por lo que ella tenía motivos suficientes para no querer ingresar al barrio, “¿qué hacemos”, ya se acerca la siguiente estación” le informó el joven mientras revisaba de reojo que don Alexis no se levantara de su asiento, “¿qué hacemos de qué o qué?” le dijo Carlota, “pues cómo que de qué o qué, no podemos entrar al barrio, usted tiene sus razones y yo tengo mis razones” le dijo Maicol, “pues no nos bajemos, démosle otra vuelta a la ciudad, este tren nos lleva y nos trae” dijo Carlota de una forma presumida, “pero ¿mi suegro?, si se viene, él sabe que yo vivo allá en ese barrio y además qué diría si me ve que me voy con otra mujer que no es su hija, y ¿si le cuenta? o algo así” dijo Maicol, “pues ese no es mi problema” le respondió Carlota pero sin tanto rencor sino que con una sonrisa, “no mujer, o todos en la cama o todos en el suelo, así que nos bajamos todos” le dijo Maicol mientras la tomaba de uno de los brazos y la levantaba del asiento, la mujer gritó brevemente pero en el final se resignó, “guache, ¿por qué me tenía que coger tan duro?” le preguntó la mujer pero Maicol no le respondió sino que la sujetó más fuerte mientras esperaba que saliera don Alexis. Al principio don Alexis ni se asomaba a la puerta de salida del tren y la paciencia de los jóvenes se empezaba a acabar, “¿por qué se tardará tanto ese viejo?” preguntaba Maicol pero no había ni rastro de él y como era pequeño de estatura era más difícil de hallarlo en medio de la muchedumbre, “vamos y nos sentamos en esas bancas de allá” dijo Carlota mientras lo tomaba del brazo y lo llevaba halado, los dos jóvenes se sentaron y Carlota propuso “¿por qué no nos vamos mejor? Tu suegro conoce a esta ciudad ¿sí o no? Entonces vámonos que él no se pierde”, Maicol se resistió y dijo “no, esperémoslo” pero como don Alexis no salía rápido, Maicol cambió su opinión y dijo “bueno, está bien, vámonos”. “Vámonos” fue la palabra que dos segundos después dijo el piloto del tren mientras seguía la ruta a la ciudad y en ese instante Carlota preguntó “¿será que tu suegro no se bajó del tren sino que siguió de largo?” Y a eso Maicol respondió “yo creo” y ambos jóvenes soltaron unas carcajadas mientras se tomaban de las manos y se daban un beso haciendo que la gigantesca luna fuera testigo del beso prohibido que estos dos enamorados se habían ofrecido. El mundo parecía paralizarse para estos dos adolescentes y la brisa empezaba a soplar más fuerte rozando la piel de los dos y haciendo que ellos se abrazaran y se apretaran más fuerte hasta que el “pum, pum, pum” de la pólvora los despertó de su sueño, en el instante en que ambos pensaron que si alguien los había visto, ese hecho se podría convertir en un problema que posiblemente les podría impedir volver a versen y como ellos no querían eso, entonces se soltaron y Maicol inmediatamente se tocó los labios con el dedo índice y el dedo corazón mientras recordaba aquellos momentos eróticos que alguna vez vivió con su actual novia Shirley, en verdad Maicol no sabía qué pensar, por una parte se sentía liberado pero por la otra se sentía atormentado porque le había fallado a su religión, a sus principios, y a lo que para él era supremamente importante: a su amor de la infancia.
De un momento a otro Maicol y carlota se dejaron de mirar de una forma enamorada y se empezaron a mirar de una manera poco usual, de una forma extraña, como si nunca se hubieran conocido, como si cada uno de ellos estuviera analizando la retina de su amor, pero el remordimiento no se demoró mucho porque cerca al callejón pareció escucharse “¡Maicol!, ¡Maicol!” y la voz fue fácilmente identificable por los dos enamorados porque inmediatamente pensaron “es don Alexis, por allá debe de venir”, de una manera resignada porque ellos pensaban que la noche tenía la posibilidad de que el uno se le entregara a la otra en cuerpo y alma pero ahora ya había un obstáculo: don Alexis.
“¿Y ahora?” pensaron los jóvenes. Maicol y Carlota no sabían si don Alexis había presenciado aquel beso repentino, y lo más conveniente para ellos era alejarse del lugar para evitar conflictos con el hombre.

TERCERA PARTE

Qué noche aquella tan linda que era, poblada de estrellas, adornada por los juegos pirotécnicos, llena del ambiente fiestero de la ciudad bañado en licor, pero con unos inconvenientes para los dos, no los dejaban ser felices, no los dejaban disfrutar de la noche, no los dejaban hacer lo que querían o en otras palabras no los dejaban jugar a lo que querían. Los minutos pasaron de la misma forma que pasaban las estrellas fugases que abundaban en la noche fría del 16 de agosto, noche inolvidable porque fue la noche en que acaeció aquel besó histórico entre el joven y una prostituta que comenzaba a entender lo que significaba el verdadero amor.
Con una caminata rápida los dos amantes lograron escapar de la mirada desafiante del energúmeno Alexis Godoy que no tardó mucho tiempo en acercarse a uno de los abundantes teléfonos públicos para informarle a su querida hijita sobre la infidelidad que se había presentado. Las lágrimas de Shirley emanaron rápidamente al escuchar a su padre debido a que ella se sentía culpable porque pensaba que ella había sido muy intolerante aquella noche del 16 de agosto.
Entre el llanto furtivo, Shirley secó sus lágrimas con sus pequeñas y tiernas manitos, y se levantó de su cama rosada para buscar la carta que le había enviado Maicol mientras ella había estado fuera del país por motivos familiares. La carta aumentó más la tristeza porque Shirley comprendía que las siguientes frases ya no eran ciertas porque el fragmento decía:


“si pudiera verte mi amor,
Si pudiera escuchar tus latidos aunque sea por un segundo más,
Si pudiera admirar tu bello rostro y decir te quiero,
Pero ahora no estás aquí,
Sólo estás en mi mente y el no verte me duele,
El no verte ha creado un vacío en mi corazón,
Y por eso no dudo en decir te amo mi amor”


Cuando Shirley Godoy terminó de leer aquella carta, pronunció con sus tentativos labios la frase “y qué paso con ese amor que tú sentías por mí” y tras esa frase rasgó la carta para que muchos pensamientos le llegaran a la mente y el rencor hacia Maicol ahora sí parecía ser definitivo. Mientras la hermosísima Shirley se encontraba en ese estado de ánimo, Maicol y Carlota ingresaron a una discoteca, y allí Carlota le pregunto “¿bailamos?”, Pero Maicol sin querer seguirle la idea simplemente sonrió porque él era consciente de que no tenía el ánimo necesario, contrario a Carlota que era una poesía en movimiento porque desde su niñez aprendió a bailar, y en su juventud se dedicó en gran parte a perfeccionar este arte hasta el día en que su familia no pudo pagarle más la academia porque su padre que era escolta murió en un accidente automovilístico y le dio un giro total a su familia, ya que se vio obligada a viajar desde su ciudad natal hasta aquí para lograr conseguir dinero para su propia vida, pero como era amante a los placeres de la vida no lograba tener huchas importantes, aquel era el mismo problema que tenía el joven Maicol, pero en esa noche la consciencia no le dejaba disfrutar del momento sino que el temor lo estaba consumiendo vivo. Para tranquilizarse un poco, él salió del lugar mientras se resistía a las frases tentativas de Carlota que le seguía insistiendo en que bailara pero Maicol respondía de una manera intrigada diciendo “este no es un buen momento para estar bailando, deberíamos alejarnos de este lugar para estar más seguros y luego buscar un lugar para dormir”, “mira” dijo Carlota y cuando Maicol la miró ella agregó en un tono dulce “¿no es mejor que entremos al sauna y allá nos relajamos mientras olvidamos todo lo sucedido y mañana a primera hora nos escapamos de este maldito lugar”. Maicol en principio no accedió, pero cuando Carlota ingresó al lugar Maicol la siguió porque pensó “bueno, después de todo creo que estaré más seguro allá adentro que aquí visible”, y efectivamente ingresó y adentro entre besos arrumacos mutuos estos dos amantes pasaron un poco de la noche del dieciséis de agosto. Las caricias no cesaron durante varias horas hasta que Carlota recordó que debían escapar.
Cuando los jóvenes salieron eran como las dos y media, y la noche lucía ideal para los astrónomos por la claridad del cielo y la cantidad de astros luminosos que se dejaban observar a simple vista, en ese instante acaeció que pasó una enorme estrella fugaz y Maicol dijo “no creo en estas cosas pero pide un deseo para ver qué pasa”, Y Carlota mirando correr la estrella dijo “espero que esta noche podamos escapar de este lugar para que podamos ser felices con plenitud”, “ojalá” agregó Maicol mientras rodeaba con el brazo a la sensual Carlota y se aventuraban hacia el centro del barrio.
El sentimiento de temor los estaba devorando vivos porque Carlota tenía el presentimiento de que aún los estaban buscando pero paradójicamente los únicos que habían en la calle eran personas tiradas en el piso con botellas de alcohol pidiendo dinero a quien pasara por ahí, pero aquello no era lo que más mantenía trémulo a los muchachos sino que el ladrido de los numerosos perros podría despertar a los vecinos, pero la muta les servía porque los mantenía alerta. Para fortuna estos dos encontraron el auto de jhonson, y como Maicol aún conservaba el alambre que había recogido de un charco a eso de las seis de la tarde, sabía que éste le podría servir para encender el carro de Jhonson, sin embargo había un “pero”, el auto se hallaba estacionado en la calle siete, la cual es la más ancha del barrio porque son como cinco calles en una sola y además allí un señor era el encargado de cuidar todos esos carros parqueados, entonces había dos posibilidades principalmente , las cuales eran: tomaban el carro a la fuerza como si fueran dos ladrones, o le pedían permiso al señor, cosa que sería muy ingenua porque obviamente el señor el señor no dejaría que se llevaran el carro sin ningún comprobante. Los minutos pasaban y Maicol y Carlota no lograban tomar un acuerdo hasta que una idea brillantísima a primera impresión le llegó a la mente del joven, “quizás si tú distraes al señor, fácilmente yo podré sacar ese carro” pero Carlota se opuso diciendo “y ¿me vas a dejar tirada?”, pero Maicol dijo “pues nos encontramos en el puente peatonal de la calle doce”, “y si no llego, que tal que el señor llame a la policía y yo quede como la cómplice, no, ni loca, no me parece muy conveniente ese plan” dijo Carlota, “entonces ¿qué propones? “ preguntó el muchacho, “no sé” dijo Carlota sin dejar de mirar al vigilante que lucía trasnochado porque estaba sentado, con su cabeza descolgada y con los ojos cerrados, pero Carlota sabía que el hombre no estaba completamente dormido debido a que sujetaba fuertemente el bolillo con su mano izquierda. La oscuridad era un amigo de los dos jóvenes porque cada segundo que pasaba hacía que el sueño se fuera apoderando más del vigilante debido a que dos de los postes de la luz pública no funcionaban y un tercero apenas alumbraba.
La sirena de un aparente carro de policía hizo que Maicol y Carlota se escondieran detrás de unos arbustos para no llamar la atención y no ser revelados por la luz, pero cuando se acercaron las luces de colores, ellos pudieron detectar que se trataba de una ambulancia. “No, resignémonos” dijo Maicol, “pero si ésta es nuestra oportunidad” dijo Carlota, “sí, pero tampoco nos podemos arriesgar de esa manera” opinó el muchacho, “entonces busquemos a su amigo” propuso la mujer. Vaya propuesta más osada, los interrogantes llenaron la cabeza de Maicol porque existía la incertidumbre de qué iba a pensar Jhonson, porque los lazos de amistad entre Maicol y él no eran muy fuertes debido a una sola causa: Shirley.
Jhonson era una persona que compartió toda la niñez con Shirley pero nunca fue capaz de expresarle su amor, mientras que Maicol llegó al barrio a sus veinte años y en menos de un mes la hizo suya, por ese hecho es que la envidia a dominado en esa rivalidad y ninguno de los dos confía en el otro, pero sí se llaman “amigos” a pesar de su enemistad.
“¿Por qué no me respondes?” Preguntó la joven cuando vio que Maicol se quedó englobado y el gachó como si lo hubieran sacudido dijo “no creo que sea una buena idea que Jhonson se entere de esto”, “pero por qué” volvió a preguntar la mujer, pero nuevamente Maicol quedó englobado y no le respondió esa pregunta, Carlota siguió insistiendo y pronto Maicol se dejó llevar por el cólera y gritó “¡pues porque no!”. El sonido se propagó con mucha facilidad y la luz de la sala de una casa cercana fue encendida, “vámonos que nos pillaron” murmuró Carlota. Correr sin hacer ruido era una tarea difícil debido a la cantidad de charcos que había en la carretera, sin embargo estos dos jóvenes se refugiaron detrás de un camión forrado que se encontraba en la misma calle siete y lo primero que detectaron fue que la puerta trasera estaba medio abierta, la inseguridad de ellos dos no les permitió ingresar porque posiblemente el camionero estuviera adentro y la única manera de superar un poco los nervios era hablar, pero estos dos soltaban tremendas risotadas y en menos de tres minutos hicieron que el vigilante encendiera una linterna que tenía debajo de la silla y empezara a buscar. Maicol fue el primero en detectar la luz e inmediatamente le tapó la boca a Carlota que no paraba de reír, “shiiiiiiiiii…” le decía Maicol mientras esperaba que carlota se callara y cuando ésta dejó de reír, los nervios la rodearon, entonces Maicol la abrazó desde atrás y le besó el cuello, “vámonos de aquí” propuso Carlota, “pero nos verá” dijo el muchacho. Cuando ambos jóvenes sintieron que la luz de la linterna cada vez se acercaba más, tomaron el riesgo de abrir cuidadosamente la puerta trasera, y merced al poste de la luz tenue lograron ver que no había absolutamente nadie. Cuando ingresaron, no cerraron la puerta completamente por el miedo a quedarse encerrados y que el alambre de Maicol no funcionara. Adentro había distintos trastos que parecían pertenecer a un acarreo. Maicol tomó a Carlota por los hombros y la derrumbo sobre un colchón suave y luego la empezó a besar lentamente y de un momento a otro Maicol la empezó a desnudar y ella puso resistencia y dijo “Maicol, no” y después agregó “te quiero, pero este no es el momento”, “entiendo dijo el joven, y luego Carlota confesó con una voz dulce “tengo miedo” y ambos jóvenes se abrazaron mientras trataban de superar el frío que los invadía. Aquellos minutos los aprovecharon para planear cómo harían para lograr hurtar las llaves del auto de Jhonson. Terminado el plan, vigilaron que el hombre se hubiera ido, luego salieron cuidadosamente para no ser vistos y se aventuraron hacia la casa de Jhonson. El miedo aumentó debido a que la casa de Jhonson estaba en frente a la de Shirley. La casa de Jhonson era una casa imponente, tenía tres pisos y una fachada increíble, además en la parte externa tenía enormes rejas que poseían alambres de púas circulares en la parte superior, por lo que les era imposible ingresar por la parte exterior, sin embargo la casa de enseguida simplemente tenía rejas y era vulnerable, por lo que Maicol y Carlota ingresaron por esa siguiendo el plan como lo habían acordado, una vez que estaban adentro fue fácil ingresar a la casa de Jhonson porque ya no habían alambres de púas, simplemente escalaron y listo.


CUARTA PARTE

Las estrellas parecían ser como distintos ojos que los vigilaban y la brisa como la voz que los delataba, no obstante estos dos amantes estaban decididos a ingresar a la habitación de Jhonson y saquear aquellas llaves que les daría la oportunidad de fugarse de este humilde barrio del sector sur.
Ahora no debían equivocarse porque cualquier sonido podría ser el culpable del fracaso del plan, por lo que ambos se tranquilizaron o al menos hicieron el intento, después Maicol le dio un pico a Carlota y le dijo “te deseo suerte, acuérdate que él guarda las llaves dentro del armario que está al lado izquierdo de su cama, el armario que tiene un espejo en su puerta, ¿okey?”, Carlota miró a Maicol y subió la cabeza y luego la bajó informando que sí. Lo que le seguía al plan era ingresar a la habitación de Jhonson que estaba en el segundo piso, Maicol se agachó para que Carlota se sentara en sus hombros y posteriormente se parara sobre éstos, luego ella se agarró del ancho alfeizar de la ventana y allí logró pararse con disimulo, desde allí se podía ver el compinche de Maicol durmiendo envuelto en sábanas, Maicol desde el piso notaba la angustia de su amante que lo único en que pensaba era “y cómo voy a hacer para bajarme de aquí?”, Y merced a eso es que no abandonó el plan sino que ingresó por la ventana diminuta que Jhonson siempre dejaba abierta para que le ingresara aire. El cuarto estaba oscuro y el armario era difícil de encontrar hasta que el reflejo lo dejó ver, ella abrió la puerta con gran delicadeza pero no lograba encontrar aquella llaves hasta que nuevamente un reflejo le informó sobre dónde estaban, habían varios llaveros con cualquier cantidad de llaves por lo que tomó cuantas encontró a su paso y se dispuso salir con tan mala fortuna de que tropezó con una de las patas de la cama y al caer ocasionó un estruendo suficiente para despertar a Jhonson, la mujer entre el susto se levantó dejando un llavero en el piso y luego salió al alfeizar, Maicol le decía “salté, salté” pero ella no lo hacía hasta que sintió que Jhonson se le acerco y en medio de un grito saltó, apresuradamente Maicol la agarró, y aunque Carlota se alcanzó a golpear ésta escaló la reja que la casa de Jhonson compartía con la casa vecina y después ambos salieron a la carretera escalando la otra reja, “vámonos, vámonos” se decían mientras corrían en dirección hacia el lugar en el que estaba el carro de Jhonson. Debido a la suerte Jhonson se quedó encerrado en su casa y en su mente pensaba “¿qué fue eso?, ¿será que fue gatúbela?”.
Pasado dos minutos los jóvenes lucían agotados y en consecuencia se ocultaron tras los arbustos en los que ya habían estado y allí se sentaron y empezaron a dialogar para llegar a un acuerdo sobre cómo harían para lograr robar el auto. Ellos se tomaron su tiempo para ahorrar energía y luego de tres minutos por fin se decidieron a actuar. Los muchachos se fueron gateando ocultos detrás de los arbustos, y cinco metros más a la izquierda Maicol sacó de su bolsillo un paquete de cigarrillos y luego su mechera. Con la mechera comenzó a quemar hojas hasta que ocasionó un breve incendio y luego los dos jóvenes se devolvieron al lugar donde estaban, el vigilante se levantó del asiento habitual y se fue a revisar en forma ingenua. Todo estaba saliendo como era el plan, cuando el vigilante había descuidado los carros Maicol y Carlota aprovecharon para pasar silenciosamente y ocultarse agachados a un lado del carro, con poca paciencia comenzaron a intentar abrir la puerta del carro pero las llaves que utilizaban no servían, Carlota insistía pesimistamente en que la llave estaba en el llavero que se le había resbalado en la habitación de Jhonson, empero Maicol murmuró “¡sí!” y con una de las llaves logró abrir la puerta por donde ingresaron rápidamente como si fueran dos fantasmas en la oscuridad. Todavía no hallaban aquella satisfacción tan anhelada debido a que ahora debían encontrar la llave para encenderlo pero ensayaban y ensayaban y esa llave no aparecía por ningún lado, “debe estar en el mismo llavero” decía Carlota pero no la hallaban y el tiempo se les agotaba, para completar la desdicha Carlota nuevamente dejó caer un llavero y la oscuridad no permitía encontrarlo, cuando Maicol vio que Carlota iba a encender la luz Maicol dijo “no vayas a prender la …” pero ya era muy tarde, el vigilante había detectado la luz y llamándolos agarró el bolillo y se dirigió corriendo hasta el carro de Jhonson, “no, qué desgracia, páseme ese destornillador” dijo, y Carlota rápidamente accedió, Maicol tomó el destornillador y violó la cerradura, de esa manera logró encender el auto y así escaparon del lugar.
Por el espejo retrovisor se veía al vigilante alegando y, Maicol y Carlota sonrieron como si fueran dos importantes espías, ahora ellos sí podían respirar tranquilos.
El carro de Jhonson era una hermosura suficiente para causar envidia en cualquier persona que le gustara la acción y más cuando la velocidad sobrepasaba los cien kilómetros por hora en carretera angosta, el carro iba en dirección hacia la luna, luna gigantesca, de apariencia enrojecida y rodeada por cometas camuflados entre estrellas cercanas, la oscuridad resplandeciente era tan linda, tan linda que inclusive se podían observar los otros planetas a simple vista, es más, si en estos minutos pasara un platillo volador de esos que pueden pasar todas las noches Maicol y Carlota serían testigos de su presencia imponente pero como los dos jóvenes están invadidos por el alcohol nadie del pueblo les creería sus palabras.
Los relojes de las distintas catedrales marcaban las 3:15 A.M y el ambiente lúgubre de las calles desoladas influía en el pensamiento de los muchachos debido a que cada lugar que veían por la ventana les traía un recuerdo diferente, pero de todos esos lugares el lupanar en donde se conocieron era el que tenía más influencia porque por ratos se arrepentían pero en conclusión el tiempo no se podía devolver y ahora tenían que ser víctimas de las consecuencias. Consecuencias que trataban de evadir como dos jóvenes rebeldes criados por la mismísima calle para evitar las desdichas de la crítica pública.
El vehículo que Maicol conducía se acercaba al límite de esta ciudad y entraba a la cordillera que pasaba por el norte, el carro empezaba a desobedecer los mandatos del conductor debido a las inclinaciones de la carretera que aunque estaba pavimentada parecía una pista de bicicrós, tras un largo recorrido en donde tanto a la derecha como a la izquierda sólo habían terrenos frondosos lograron llegar a un barrio ubicado en la parte más alta del departamento y allí detuvieron el vehículo cerca a un parque lleno de dibujos infantiles.
Entre el frio que experimentaban, los jóvenes se pusieron de acuerdo para bajarse del auto y observar por última vez al pueblo que les dio el gusto de conocerse. Desde aquel parque la ciudad se veía como si fuera el cielo rodeado de estrellas debido a la cantidad de postes de la luz pública, rápidamente los ojos de Maicol se llenaron de lágrimas al recordar que su madre aún estaba en aquel sitio y que cuando despertara todo el pueblo la trataría como la madre de un delincuente, entonces el joven se atrevió a tomar su lujoso celular y encontró que tenía como veinte llamadas perdidas y murmuró “perdón madre” mientras se acercaba a unas bancas y se dejaba caer sobre una de éstas lamentándose de no tener el dinero que su madre le había regalado para que le colocara minutos, pero de repente le llegó a la mente la idea de que Carlota podría tener, entonces le dijo “oye, ¿tienes minutos?” Y Carlota le dijo “papi, es que me vio cara de qué, no tengo ni para la comida mucho menos voy a tener para un plan de minutos, mejor dame un cigarrillo en vez de estar ahí llorando como un bebé”
El miedo de Maicol radicaba en el qué iba a pensar su madre debido a que posiblemente estaría muy decepcionada de él porque él en vez de utilizar la plata para los minutos prefirió utilizarla para completar para la entrada al burdel y así comprarse todo ese problema en el que estaba metido y lo peor es que ahora no podía llamar a su madre por ningún medio.
Maicol tenia la intención de confesarle a Carlota que todo lo que pasó fue un error y que deberían volver a la ciudad para afrontar las consecuencias, pero al ver el rostro sonriente de Carlota él no se atrevió por miedo a ser muy ofensivo en sus palabras y prefirió no decir nada con respecto a ese tema y mejor siguió contemplando el panorama de la ciudad junto a Carlota. Entre los arrumacos ambos voltearon a mirar al cielo y recordaron el deseo que Carlota le había pedido a una estrella fugaz y pensaban que posiblemente no se cumpliría porque la escases de dinero no les permitiría aguantar muchos días con felicidad, era nostálgico recordar cómo en un día se está en el paraíso y en el otro se está en el infierno; el día anterior Maicol gozaba de plenitud, en aquella ciudad lo tenía todo, pero en este día lo ha perdido casi todo en comparación al ayer que en el recuerdo quedará, recuerdo que les hace preguntar “¿y ahora qué nos deparará el futuro?” y qué mejor manera de empezar a saberlo si no es con la frase de Maicol “bueno, llegó el momento de irnos”. El celular marcaba las 4:07 AM cuando Maicol se levantó de la banca y dejo sentada a Carlota esperando que él la ayudara a parar, ayuda que nunca llegó y por eso el rostro de Carlota lució sorprendido. Repentinamente se escuchó la voz del joven llamando a Carlota que con delicadeza se acercó hasta donde estaba él y le dijo “¿qué ocurre?”, Maicol la miró de una forma fija y con suavidad pronunció “¿tú cerraste el auto?” y a esa pregunta Carlota respondió “pues claro bobito, ¿cómo crees que lo voy a dejar abierto?”, Maicol se llevó las manos a la cabeza y grito “nooooo…” porque las llaves del auto se habían quedado encerradas dentro del carro y ese era el único mecanismo de transporte que tenían. Aparentemente los jóvenes se iban a dejar dominar por el cólera pero cuando se cansaron de mirarse soltaron una carcajada enorme y en medio de ésta cada uno cogió una piedra y comenzaron a romper uno de los vidrios y de esa manera pudieron ingresar al auto sin mayores inconvenientes.
El inevitable frio apresuraba a los muchachos que sin rumbo fijo se aventuraron en el auto hacia donde los llevara la carreta. Tras un largo rato de recorrido ya se hallaban bastante lejos y por eso pudieron tranquilizarse un poco y bajarse del auto darle una mirada al largo y ancho río que estaba debajo del puente en el que se hallaban los muchachos. En la parte más lejana del río se podía apreciar el reflejo del alba que sería suficiente para inspirar a cualquier pintor que visitara el lugar, pero para Maicol y carlota no les significaba algo tan agradable porque les recordaba que era la hora de desayunar y que estaban alejados de cualquier zona comercial.
Transitar por aquella carreta era peligroso debido a la cantidad de flotas y tractomulas que pasaban velozmente por el lugar, además el frio que ingresó por la ventana sin vidrios en las horas oscuras de la madrugada hizo que viajar fuera como una pesadilla, pero afortunadamente para estos muchachos el Sol ya empezaba a calentar y ahora no tenía la presión de no dejarse ver porque en estos nuevos territorios nadie tenía idea sobre ellos. Ya no habían maripositas volando entre el estomago, ya todo estaba más calmado y de esa manera relajada lograron encontrar un restaurante que se hallaba como a veinte minutos, y allí desayunaron para que después pudieran dormir durante seis horas seguidas dentro del auto.
Ya en las horas de la tarde, después del almuerzo y otro reposo largo, siguieron su odisea a través de la difícil carreta. Como a las 7:00 PM al rostro de Maicol lo adornó una gran sonrisa cuando miró a su lado izquierdo y logró ver la urbanización que lo vio nacer, la urbanización en la que se había criado, la urbanización en la que tenía la mayoría de sus amigos, la urbanización en la que besó a una mujer por primera vez, la urbanización a la que fue obligado a abandonar, por esa razón es que volver a ver a estas manzanas, con todas las casas iguales en su estructura, con aquel azul penetrante acompañado de un blanco en sus ventanas, y aquel parque central en el que solía jugar cuando era niño, le traían recuerdos gratificantes, suficientes para poder afirmar que tuvo una niñez bien vivida, pero lo que más gratitud le daba era la esperanza de volver a ver a su primer amor, aquel amor que aunque lo manipuló pidiéndole una cosa y otra aun ama, y por ende ahora esta dispuesto a revivir ya que antes lo consideraba utópico pero ahora sólo estaba a la vuelta de la esquina.
Aunque había mucha gente desconocida para él, él no se sentía inseguro pero seguía conduciendo el carro durante largos periodos de tiempo porque no lograba localizar la casa de su padre hasta que decidió frenar y preguntarle a un joven que montaba sobre una patineta, “no, no conozco a ningún Breiner” dijo el joven de la patineta mientras se asomaba a la ventana, Maicol lució desilusionado y Carlota la verlo le preguntó al joven de la patineta “¿y alguno de sus amigos lo conocerá?”, entonces el muchacho volteó y miró a sus amigos y gritó “oigan, ¿ustedes conocen a un tal Breiner?”, los amigos del joven se miraron el uno al otro y por medio de los ademanes se podía inferir que no, entonces Maicol le dijo “es uno de ojos claros” y este le comunicó eso a sus amigos hablando a su modo, uno de los amigos miró al otro y murmuró “¿no será el viejo de aquella casa?” y señalaba con los labios y luego seguía completando “el que siempre se asoma al balcón y no nos deja montar porque piensa que supuestamente le rallamos la puerta, debe ser ese” y el joven pronunció esas mismas palabras dirigidas hacia sus amigos, “que de pronto es allá” dijo uno mientras señalaba a la casa que tenía una palmera en la parte externa. Maicol dio sus agradecimientos y pensó “bueno pues llegó el momento”, y de manera decidida aceleró la tremenda máquina y se parqueó en frente de la única casa que tenía una palmera para analizar si efectivamente era esa, indeciso fue y timbro pero nadie le habría, empero Maicol seguía insistiendo debido a que por las cortinas blancas se podía ver adentro el televisor encendido y, timbrando y esperando pasaron varios minutos hasta que abrió una muchacha con el cabello húmedo y una toalla sobre uno de sus hombros y dijo “qué pena, ¿a quién necesita?”, Al joven le llegaron millones de pensamientos porque no entendía el porqué la presencia de aquella joven en la supuesta casa de su padre, aunque posiblemente podían ser solo especulaciones la mayoría de pensamientos se refería a la causa de que su padre ya no estaba soltero tal como antes lo sospechaba y por esa razón fue que preguntó que si esa es la casa de Breiner, para de esa manera confirmar su pensamiento, pero la sorpresa fue mayor debido a la afirmación, pero no de la mujer sino de una niñita como cuatro años, “te la presento ella es mi hija, saluda Valentina” decía la mujer le movía la mano a la niñita que decía “hola” sin ningún problema. El estado de ánimo había cambiado totalmente hasta que la frase “¿lo necesitas urgente?” rompió el silencio e hizo que Maicol se sacudiera y dijera “no, no, vengo después” y tras eso devolverse para refugiarse dentro del carro sin darle explicaciones a Carlota que aún no estaba enterada de la situación y por eso seguía escuchando atentamente las noticias de la emisora.
Cuando el vidrio de la puerta delantera de la parte izquierda estaba cerrándose se escuchó la voz de la madre de Valentina que le dijo “si quiere espérelo que él vuelve más tardecito”, Maicol le informó que sí mediante un ademán y cuando vio que la mujer cerró la puerta de la casa éste encendió el carro y aceleró sin tener rumbo un rumbo fijo miró otra vez a aquella luna gigantesca y enrojecida , aquella luna que otra persona con alguna situación parecida podría estar observando, entonces fue en ese momento cuando recordó a su madre y pensó “madre, perdóname porque no te he llamado, no sé nada de ti, me estoy muriendo por saber cómo estas”, y después de comentarle su pensamiento a Carlota coincidió con ella en que era mejor llamarla lo antes posible para conocer su situación porque posiblemente su madre podría estar sufriendo porque no sabía nada sobre el paradero de suuu… a Maicol ya se le puede llamar sinvergüenza.
En aquel instante crucial la nimiedad lo devoraba vivo, tanto que incluso cuando vio desde lejos a un sector comercial en donde efectivamente logró confirmar que allí había un teléfono público, aún no respiraba tranquilo, pero por qué, porque se le partió l corazón cuando vio a su primer amor sonriéndole a otro, se le partió el corazón cuando volvió a ver a aquella carita más hermosa coqueteándole a otro, se le partió el corazón cuando vio que los labios de ella tocaron los labios de otro, “¿qué he visto” pensó, pero pensando no podía cambiar las cosas, tenía que actuar, tenía que hacer respetar su honor y sobre todo mostrar su presencia frente aquel amor pueril que alguna vez tuvo, tenía que demostrarle que había venido para quedarse, que no iba a ser uno más de los muchachos que habían tocado sus labios sino que le tenía que demostrar quién era en verdad y que si se había ido no había sido para abandonarla sino porque fue obligado por la separación matrimonial de sus padres.
La necesidad era inmediata porque el primer beso le marcó le marcó su vida, por ende marcó su corazón y en ese instante para él ya no había más Carlota y mucho menos más Shirley, sino que ahora el corazón tenía la marca personal de Camila; Camila: su gran primer amor.
Si nos colocamos en los zapatos de Maicol podremos estar indecisos porque cuando los celos corren por nuestras venas es imposible ser feliz y por eso es que sentimos la necesidad de pagar con la misma moneda, pero pagar con la misma moneda significaría romper con cualquier posibilidad de volver con Camila.
Camila sin duda era la mujer a quien Maicol acudía cuando sus padres discutían, ella tenía un magnetismo especial debido a su personalidad, o realmente no sé si era a eso o a su voz o a su belleza, pero sé que era de aquellas personas que todo el mundo estaría dispuesto a perdonar sin tener que pensarlo dos veces, pero tolerar que otro hombre la manoseara de una forma tan atrevida, ¿tenía perdón?, realmente Maicol estaba en un error, no entendía que Camila era libre y que no le pertenecía ya.
Pues como era predecible, la reacción de Maicol no se hizo esperar y por medio de piropos logró convencer a Carlota para que saliera del auto y allí afuera hablaron con los rostros a una distancia de unos diez centímetros más o menos, pero Camila no les ponía atención, entonces Maicol fue obligado por sus instintos de hombre celoso a besar a Carlota en su cuello , pero no a besarla de cualquier de cualquier manera sino de una forma tan apasionada que carlota tenía que hacer un gran esfuerzo para controlar los suspiros, fue en ese momento cuando Maicol abrió los ojos y se chocó con la mirada penetrante de Camila, entonces Maicol sonrió y besó a Carlota sin dejar de mirar a Camila que no hallaba cómo esconder la estupefacción.
El corazoncito de Camila sentía como si estuviera en prisión, como si estuviera sentenciado a convivir con un flaco al que utilizó para llenar un vacío que Maicol le había dejado en sus sentimientos, pero como el tiempo sigue y no se devuelve, ahora el ambiente parecía que se convertiría en uno de competencias amorosas, ahora Camila sí sentía la necesidad de demostrarle a Maicol que tanto era capaz de hacer feliz a un hombre, ahora sí comenzaba la competencia. Los besos y los abrazos se prolongaron durante varios minutos hasta que la brisa impactante sonó violentamente avisando que posiblemente se avecinaba una tormenta, empero ambas parejas volvieron a sus caricias hasta que el sonido de un rayo las despertó de aquel supuesto amorío, pues ahora no había tiempo para más si no querían ser víctimas de la enorme borrasca, por eso es que Maicol y carlota ingresaron al carro para refugiarse de la lluvia que traía con sí granizos furtivos. Cuando el carro aceleró Carlota gritó “¡detente!” para agregar desesperadamente “cómo vamos a dejar a esos pobres hombres en medio de la granizada, Maicol, mientras tú estabas en la casa de tu padre yo escuché en las noticias que esta borrasca sería la más poderosa que iba a experimentar esta sociedad durante este año, ¡tenemos que ayudarlos!”, “esos deben vivir por aquí cerquita” dijo Maicol, “y si no” preguntó la mujer, “no moleste” dijo el joven, “cómo que no moleste, detén el auto dijo Carlota cuando se lanzaba encima del volante haciendo que Maicol perdiera el control del carro hasta que se escuchó el grito angustiado de Camila. “¿Qué fue eso?” preguntó Carlota, “no sé, salgamos” dijo Maicol, pero la sorpresa fue una desgracia; Camila estaba tirada en la carretera víctima del carro enloquecido.
Es imposible describir con perfección todo lo que Maicol sentía en ese momento pero más o menos se sentía como si hubiera atropellado a un ángel, más o menos se sentía como si hubiera acabado con sus propias ilusiones, más o menos se sentía como un ser irracional. Pero tenía que actuar, era ahora o nunca, era el momento preciso para demostrarle su amor a Camila, era el momento preciso para tomar su mano y regalarle un te quiero, ese era el momento que no podía dejar pasar. Todas las cosas que sucedían alrededor se habían paralizado, esas no tenían importancia, lo único que importaba era la sonrisa ardua y tierna que Camila mostró cuando una lágrima de Maicol cayó sobre su pecho, sonrisa que fácilmente se convirtió en un motivo especial para recordad a todos aquellos momentos sublimes que disfrutaron estos dos jóvenes durante el pasado, pasado que estaba más vivo que antes porque lo recordaban como si hubiera sucedido ayer.
En un principio los únicos sonidos que se podían detectar eran los de la lluvia, los de los granizos y los de los relámpagos, pero después un charco se iluminó de los colores rojo y azul, en ese instante sí se sintió el sonido imponente de la sirena de la ambulancia que Carlota había mandado a traer. Maicol junto al flaco y a los paramédicos subieron a Camila sobre la camilla y luego siguieron todo el procedimiento. Uno de los paramédicos le preguntó al flaco que cuánto tiempo ella había estado tirada en medio de la carretera porque éste estaba pensando que había el riesgo que tuviera hipotermia, pero afortunadamente por ese aspecto no había problema, el problema lo podría tener Maicol que fue el que la cubrió y por ende soportó la caída de los granizos, pero eso no importa porque él podía soportar esas condiciones.
Después de haber pasado tres minutos, ésta ya era la tercera vez que Maicol quedaba solo en menos de veinticuatro horas, esta vez no tenía ni la esperanza de que alguien se acercara hablarle porque los únicos vecinos que habían era eran las gotas, los granizos y las nubes enfurecidas. La nostalgia viviente aumentaba aún más cada vez que el sonido de la sirena abandonaba al casi desolado lugar, el único pensamiento de Maicol era “… y cómo Carlota sí puede acompañar a Camila mientras que yo aquí como un imbécil tengo que hacerme cargo del carro, carro que ni siquiera es mío”, pero eso no era lo que más lo hacía sentir melancólico, lo que más lo hacía sentir melancólico era que aquel flaco también pudiera estar en la ambulancia sin haber colaborado, “un flaco que a pesar de ser el novio no la protegió de la granizada, no le habló en ese momento tan difícil que ella estaba pasando, si no es por mí ese idiota la hubiera dejado morir, ¿por qué la vida ha sido tan injusta conmigo?” pensó el joven. Los celos de Maicol no le dejaban pensar en otra opción que no fuera subirse al auto y llegar al hospital K… en donde sería atendida Camila. Mientras Maicol seguía solo en medio de la carretera, la ambulancia llegaba al hospital K… y se parqueaba. A Camila le atendieron como si fuera la paciente más grave de todas, la trataron con delicadeza y estuvieron alertas a todas sus peticiones. En menos de cinco minutos ya se le había asignado una habitación y, Carlota y el flaco hicieron todo lo posible para no dejarla dormir por el temor que tenían a que ella no volviera a despertar.
Unos minutos más tarde llegó Maicol al hospital y se dejo intimidar porque en ese momento sacaban a un cadáver envuelto en sábanas y en una camilla.
Maicol no ingresó el carro al parqueadero porque él era consciente de que no tenía los documentos de éste, entonces obviamente se darían cuenta de que el carro había sido robado y, por esa razón es que lo parqueó en el barrio que estaba al cruzar, un barrio que siempre ha tenido calles solitarias y angostas, en donde generalmente transitan palomas y abuelos y, en donde se puede sentir que existen fantasmas con figuras de ancianos charlando en las bancas del abandonado parque infantil del barrio La Soledad.
Los siguientes diez minutos se fueron volando, eran como las nueve de la noche y Maicol aún seguía buscando a su terrón de azúcar, pero el clima no le colaboraba para nada, éste ya es el undécimo piso y todavía no ha hallado el pedazo de corazón que le hace falta.
No pasaron muchos minutos para que el muchacho se dejara hundir en la resignación, y asomado en una de las ventanas, sin importarle que los granizos impactaran en su rostro, se dedicó a contemplar a las nubes enrojecidas que amenazaban al lugar, hasta que percibió en el otro bloque al color de una blusa a través de una de las ventanas y enseguida pensó “pero yo dónde he visto esa blusa antes” y luego volvió a pensar “ah, pues claro, es la blusa de Carlota, qué tonto he sido, entonces están en el otro bloque, ¡maldición!”. Sin perder tiempo se dirigió hacia el ascensor, pero en medio de las ansias, notó que éste no llegaba rápido al piso en el que estaba Maicol , entonces él miraba las escaleras y luego al ascensor y, no se decidía, “disculpe” dijo Maicol mientras le tocaba un hombro a un médico que salía afanado , en el momento en que el médico lo miró Maicol le dijo “¿usted sabe si el ascensor está funcionando?”, “sí” dijo el médico pero dos segundos después agregó “supongo”, ese “supongo” hizo que Maicol dudara del ascensor y por ese motivo optó por bajar por las escaleras, pero en el piso octavo vio al ascensor con varias personas y, Maicol sintió como si el ascensor lo estuviera llamando, cuando logró ingresar se recostó y pudo tener un poco de tranquilidad.
La tranquilidad no le duró mucho tiempo porque en el momento en que salió del bloque se estrelló con algo hermoso, algo que perfectamente podemos llamar “placer para nuestros sentidos”, todo parecía irreal, parecía como si éste no fuera el planeta Tierra sino que fuera otro planeta, la tormenta no cesaba, el cielo era tan diferente, realmente el clima hacía que pareciera como si éste fuera un planeta en evolución, pero la sensación no era simplemente física sino que también mental, porque pensar en “¿qué sucederá con Camila?, ¿sobrevivirá?, ¿volverá a ser la misma?, ¿me perdonará?”, hacía que el temor se combinara con el frío, creando una sensación extraña debido a no poder hacer nada para ayudar a su amorcito, sentirse impotente lo hacía pensar como un ser bañado en vergüenza, un ser descontento con todo lo que le había otorgado la vida.
Dentro del bloque B, que es donde está Camila, el suelo se ha inundado y caminar por allí significa un peligro, ya ha pasado más de media hora y Maicol no ha tenido ninguna noticia sobre el estado de Camila, por eso es que no se rindió y logró llegar hasta el ascensor, pero una viejita le recomendó que era mejor que no lo utilizará por seguridad, porque podría quedar atrapado, porque con ese clima nunca se puede descartar una falla mecánica, “okey, okey” dijo el joven, casi gateando subió hasta el quinto piso en donde se topó con Carlota, “¿qué estás haciendo?” Le preguntó la mujer, Maicol se quedó apenado y luego dijo “no, es culpa del viaje”, Carlota lo miró, sonrió y luego miró hacia arriba como pensando “¿por qué habrán hombres tan bobos?”.
Bueno, hace rato que Maicol no sonreía y, con Carlota le tocó sonreír si no quería que ella pensara que él se había sentido mal y, continuando con la conversación Maicol le preguntó “… y a propósito, ¿qué estás haciendo acá en el quinto piso?, ¿Luego la habitación donde está aquella muchacha no está en uno de los últimos pisos?”, “sí papito, pero si vine es porque …, no, mejor respóndeme por qué te has demorado tanto, la muchacha de allá arriba lo único que ha hecho es preguntarlo, por eso es que bajé hasta aquí para buscarlo, oye, la joven de allá arriba es como bobita, la atropellamos y nos pide perdón, según ella, ella se atravesó, pero dejemos así, lo bueno es que no va a poner demandas, vamos, subamos rápido” dijo Carlota.
Ya había satisfacción en el rostro de Maicol porque si lo que decía Carlota era cierto, entonces Maicol sí tendría la oportunidad de reconquistar a Camila, ahora sí estaba convencido de que sí lo podía hacer, de que sí podía volver a revivir un amor y por eso ahora su meta estaba más cerca.
Los dos jóvenes subieron hasta el séptimo piso pero en ese Carlota le preguntó “oye, ¿no vamos a comer algo?, yo no pienso pasar de largo”, “no, pero casi no tengo plata” dijo Maicol, “¿cuánto tienes?” le preguntó la mujer, “no, muy poquito” dijo el joven, “pero ¿tienes para ti?” dijo Carlota como si le estuviera hablando a un niño de primaria, “sí, para mí sí, pero si hoy como, mañana no podré, pero si no como hoy, mañana sí podré” dijo el joven, “no importa, yo tengo aquí unas monedas, vamos que esta noche yo invito, claro que esto es poco en comparación a todo lo que usted ha gastado por mí, pero algo es algo, ¡vamos!, no lo piense” dijo la mujer y luego agarró de un brazo a Maicol y lo hizo bajar a su ritmo. Cuando ya estaban en la cafetería, cada uno pidió lo que quería comer, con su alimento en mano tomaron una mesa central, inicialmente iban a tomar una cercana a la ventana, pero todas esas estaban mojadas porque la tempestad no daba tregua.
Carlota miraba tan fijamente a Maicol que éste ya estaba nervioso, “¿qué me miras?” le preguntó Maicol, “nooo…, no es nada, o sí, una cosita: mi amor, ¿por qué has cambiado tanto conmigo?, ¿ya no me quieres?” dijo Carlota, “de ¿qué estás hablando?” le preguntó el joven, “ay corazón, no te hagas, tú sabes que desde que vimos a esa muchachita tú lo único que has hecho ha sido intercambiar miradas” dijo Carlota mientras se inclinaba quedando tan cerca a Maicol que las narices se alcanzaron a chocar, “pues ¿qué querías que hiciera?, Tengo que portarme bien, ¿no ves que la atropellé?” dijo el joven y al terminar alejó su rostro del rostro de Carlota, “¿pero por qué no me habías dicho que esa muchachita había sido tu novia?” dijo Carlota en reacción a la reacción de Maicol, después de una mirada de rencor Carlota continuó diciendo “lo único que has hecho ha sido utilizarme, cuando llegamos aquí sólo me besaste para que ella te viera, dime Maicol, necesito saber”, Maicol se demoró más o menos cinco segundos antes de decir “no es eso, mi amor”, “¡no me digas mi amor!” dijo Carlota en un tono como para espantar espíritus y de paso haciendo que todos los presentes colocaran su atención sobre esa mesa, “no seas hipócrita” agregó también pero esta vez en un tono menos fuerte, unos segundos más tarde también dijo “no te tiro el café porque no puedo permitir que me dejes tirada en esta ciudad, ¿qué pensaste?, que porque soy prostituta entonces no tengo sentimientos, Maicol, mírame a la cara, todas las mujeres tenemos sentimientos”, dijo y luego volvió a decir “aunque seamos prostitutas” mientras comenzaba a llorar.
Cuando Carlota lloraba parecía realmente una angelita, lo único que le faltaban eran las alas, todos los que la veían se compadecían de ella, se veía tan bonita que incluso el mismísimo Maicol se desprendió de su orgullo y le dijo “Carlota, perdóname, mi amor, si no te lo conté fue porque no quise que pensaras mal de mí, perdóname por favor, no quise partirte tus sentimientos, perdón, por favor, ¿sí?”. Carlota levantó su rostro angelical y le dijo a Maicol “quiero volver a la ciudad en la que estaba, mañana, quiero estar allá mañana, porque si no me llevas no sabes lo que tengo en mente”, “qué vas a hacer entonces” le preguntó Maicol, “soy capaz de denunciar una violación” dijo, “jajaja…, pero quién te va a creer” dijo Maicol, Carlota sacó la mano que tenía debajo de la mesa y abofeteó al joven, eso sonó como un tremendo aplauso, un aplauso que se perdió en el sonido de la lluvia, y así como se perdió el sonido de la abofeteada, también se perdió la silueta de Carlota, pronto Maicol quedó totalmente solo en medio de desconocidos, y, sin más opciones, tuvo que ir adonde lo esperaba su primer amor con los brazos abiertos.
Maicol ingresó y vio a Camila, ella estaba con los ojitos cerrados, el joven creyó que ella estaba dormidita, entonces le dijo “oye, nunca fue mi intención, perdóname por favor” y el joven le dio un pico en sus dulces labios, la adolescente sacó su lengua y se saboreó sus labios, luego abrazó al joven, lo acercó a su rostro y le dijo “mi amor, dame otro beso, sí, dame otro beso, por ti me derrito, dame uno más por favor”.
Una llovizna de besos invadió la habitación 907, ambos jóvenes se hallaban en el paraíso hasta que de repente, el sonido de la puerta golpeó contra la pared y rompió el placer, para que una mirada endiablada desatara su furia, era el flaco, nunca se había visto esa actitud, era una fiera completa, lanzó mesas, sillas, un vaso de vidrio, era irreconocible. “No mi amor, no es lo que estás pensando” le dijo Camila, el flaco la miró y le dijo “sí, eso es lo que siempre dicen”, Maicol entró en el diálogo diciendo “lo que ella dice es verdad, se le había ido la respiración, tuve que darle respiración boca a boca, antes debería agradecerme por haberle salvado la vida a su noviecita”, “sí, pues le voy a gradecer porque aprovechó que me fui a traerla algo de comer a esa desgraciada y cuando vuelvo resulta que está besándose con mi novia, no, pues muchas gracias, ¡Camila!, míreme, gracias por demostrarme quién es usted”, hubieron cuatro segundos de silencio pero no de tranquilidad y luego el flaco murmuró “gracias por besarse con un cualquiera”, Maicol lo alcanzó a escuchar y se le acercó y le dijo “con un qué, perdón”, “lo que oyó” le dijo el flaco. Las frentes de los dos jóvenes se unieron y la pelea a cualquier momento iba a explotar, si no es por el grito aterrador de Camila, todo habría terminado en un caos, el gritó llamó a los médicos, y cuando ellos llegaron, Maicol y el flaco disimularon chistosamente, “bueno, qué está sucediendo aquí” dijo el médico, nadie le respondió, cada uno colocó una cara como de sorpresa para hacerle entender al médico que en esa habitación no era, y como nadie respondió el médico dijo “no puede haber tanta gente aquí, miren, ya son las once y media de la noche, solo uno se puede quedar, no hay más cupo para visitas en este hospital, así que uno me hace el favor y se va”, “ya lo oíste” le dijo el flaco a Maicol, “okey, pues me voy” dijo Maicol, empero cuando estaba saliendo escuchó la dulce voz de Camila que le decía “mi amor, no me dejas sola”, el mismo no me dejes sola que había dicho cuando eran unos chiquillos y se habían tenido que separar. Los recuerdos volvieron, el recuerdo nostálgico del día en que su madre lo obligó a abandonar a esta mismísima tierra, Maicol recordó lo que durante varios años creyó que sería la última vez que vería a Camila, cuando él estaba en el taxi y por la ventana a don Aldemar y a la niña Camila con algunas gotas de lágrimas cristalinas en sus rosetas. Maicol no lo demostraba pero por dentro su alma se estaba ahogando de tanto contener el llanto, es que era exactamente el mismo sentimiento del tiempo del ayer, desde que no hablara podría disimularlo, pero si hablaba se lo demostraría a todo el mundo, él tenía la sensación como si se le hubiera cerrado la laringe, realmente era una sensación incómoda, pero no era una sensación tan incómoda como la que le producía ver al flaco junto a Camila, porque hasta hace cinco minutos pensaba que el flaco le había ganado a la joven pero ahora Maicol sabía que el corazón de Camila le pertenecía.
Cuando Maicol había caminado dos metros fuera de la habitación, la suave mano de Camila agarró su muñeca y luego le dijo “llévame contigo”, los jóvenes se miraron y Maicol le dijo “vamos”, quedaron por dos segundos como estatuas y luego arrancaron a correr , el médico dijo “!ey!”, pero con eso no fue suficiente para detenerlos. El flaco salió lentamente.
Los jóvenes corrían como locos, tumbaban a todos los que se le atravesaron, todo era una locura, la adrenalina les corría por las venas. Cuando salieron no usaron el puente peatonal, sino que cruzaron la carretera atravesándose a una flota, afortunadamente no pasó nada, y simplemente con risitas solucionaron el problema. Pronto localizaron el carro y con gran velocidad se alejaron del lugar, la carreta estaba muy oscura, las luces de los demás carros eran las que le ayudaban a guiarse a Maicol, porque es que ni las casas que estaban a ambos lados de la carretera se podían ver, a ambos lados de la carretera parecían haber sombras gigantes, y en una de estas cayeron, el carro resbaló por un abismo y los dos jóvenes murieron.
Hoy en día hay gente que dicen que por esa zona aparecen dos fantasmas agarrados de la mano, yo creo que sí, yo creo que por fin han podido ser felices, por fin se pueden besar en paz.

FIN

Texto agregado el 08-01-2013, y leído por 199 visitantes. (0 votos)


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