Los ojos del agua
Tienen algo los ojos del agua. Deben tener, seguramente, un ojo de más como los ojos del amor del Majábharata, o como los de Olga Orozco que puede ser chispas de luciérnagas ebrias en la noche cerrada. Algo deben de tener esos ojos de agua que por parecer, parecen ojos deseantes, ojos como los de Ángel Crespo cargado de furiosas esperas, ojos fosforescentes de los ahogados en los cayucos. Algo tienen esos ojos cuando Paul Celan suplica que nos quedemos ciegos porque la eternidad está llena de ojos, ojos calcinados en los hornos crematorios, como los ojos de toda su familia ¿Quién se comerá los ojos del agua, qué cuervo dejará vacías sus órbitas? ¿Será acaso alguno de los cuervos de Raymond Carver? ¿El cuervo de Ted Hughes, el cuervo de Galway, el de Frost, el de Pasternak, el cuervo de Lorca, alguno de los cuervos del viejo Homero, impregnados de sangre coagulada tras la batalla? No, no será ninguno de ellos, porque los ojos sin ojos del agua son ciegos devorados por el fuego del amor.
Juan Yanes |