¿Es cierto que todo cambia?
¿Pero por qué yo sigo igual?
Deambulo aferrado a mi corazón, más que a un camino consciente, aferrado a la gran locura de amarla y no a la suerte echada sobre mi, esta que parece una maldición arrojada directamente a mis pies, como cadenas tremendas, que hieren con la aflicción de cargar el peso de un amor que me ha pagado con dolor.
Y me aferro a la idea de alcanzarte, como un licor mitigante, como una ilusión que me evade del dolor de tu ausencia.
Y entonces miro las estrellas buscando respuestas que no encuentro y hasta me parece que la noche es mi propia cabeza y las estrellas son pensamientos que no alcanzo todavía, la luna no es una ventana, sino un abismo en la cual me sumerjo en la soledad de no estar contigo, una lágrima de luz, una lagrima que cae fría en el manto del cielo, junto a las mías que escuecen cristalinas y pálidas, la piel morena sobre la que tu dormías.