Acerca de la Reunión de Cuenteros en el Tortoni
Cansados de la inoperancia de algunos Bola Roja, que no han sabido dar respuesta a diversos problemas que nuestra comunidad les ha planteado, los Cuenteros de la Página de los Cuentos hemos decidido autoconvocarnos a una Reunión donde trataremos la forma de proceder de aquí en adelante.
El lugar de reunión será en la Ciudad de Buenos Aires, en el subsuelo del Café Tortoni, sito en Avenida de Mayo 653 de esa ciudad.
Así empezaba la lacónica nota que apareció en mi LdV, el Jueves de la semana pasada. También recomendaba silencio y no comentar entre nosotros, al menos en la Página. Sería mejor comunicarnos por Mail, para evitar malos entendidos.
Cuando me dí cuenta que era algo secreto y que nuestra decisión podría estremecer las bases de un sistema injusto y feudal, un río de adrenalina me corrió por la sangre. Me hizo recordar viejos y peligrosos tiempos, donde un pequeño descuido, podría costar la propia vida o lo que era peor, la vida de otros compañeros. Claro que salvando las distancias.
No quise analizar los pro y los contras, porque ya estaba decidido a intervenir. No tengo ninguna queja contra el actual sistema, pero el viejo olorcillo de la aventura y la cierta posibilidad de conocer a algunas cuenteras (y cuenteros, no vayan a creer…) me convencieron de asistir.
El día de la Reunión en el Café Tortoni, decidí concurrir con otra personalidad. Total no conocía prácticamente a nadie y tampoco quería que me conocieran como realmente soy.
Busqué algo de ropa en mi placard y me causó un ataque de risa probarme unos antiguos pantalones “pata de elefante”. No hallaba qué ponerme adecuado a mi nueva personalidad. Quería parecer un viejo cazador que viene llegando de una cacería de elefantes donde estuvo también el Rey de España. Podría inventar un montón de anécdotas respecto al caso, pero me di cuenta que me faltaba el bronceado de la piel. Soy demasiado blanco para haber estado bajo el sol de África y seguir sin tostarme un poco. No me iban a creer.
Al fin lo encontré. Seré un Gay. Quiero parecer un gay. Ya sé que no hay nada más triste que ser un gay viejo, pero me parece mucho más lamentable ser un gay viejo y pobre. Por eso me haré pasar por un gay viejo, pero con mucha plata. Así pasaré desapercibido.
Voy a ir de compras antes que venga a buscarme Erika. Le dejaré una nota donde le diré que mi tío me pidió que fuera a su casa en forma urgente. Eso la calmará, porque le tiene terror a mi tío que siempre que la ve, la desnuda con la mirada y no habría consentido en acompañarme.
Me voy a la calle Florida casi esquina Lavalle, donde he visto una tienda con ropa adecuada.. El vendedor me mira un poco sorprendido al ver que soy un tipo casi normal. Le explico que es para hacerle una broma a algunos amigos a quienes no he visto en años y quiero que crean que me cambié de equipo.
Me muestra varios pantalones y elijo dos: uno color amarillo patito y el otro a cuadros rojos y negros y los llevo aunque el vendedor los desaprueba. Dos camisas, amarilla y rosa, ambas con pechera con voladitos igual que en las mangas. El vendedor está rojo de ira por mis elecciones. No puede concebir mi mal gusto.
También llevo un chaquetón tres cuartos, de pana, para usar sobre los hombros. El vendedor se rehusa a venderme una chalina de seda blanca, diciéndome secamente que está reservada.
A la vuelta de la esquina, compro unos anteojos de sol con el marco blanco y me vuelvo a casa.
Encuentro una nota de Erika que estuvo por ahí, donde me dice que en cuanto regrese, vaya a su casa, porque don Otto (su padre) se va al campo por tres días. Se me hace agua la boca, pero tengo la Reunión de Cuenteros y no quiero faltar.
Aprovecho que Doña Sofía no está en casa y me visto de lo que yo creo, que es un gay con mucho dinero.
Me miro al espejo y me gusto. Quizá con un sombrero me vería mejor, pero creo que sería demasiado.
Llamo a un taxi que me pase a buscar en media hora y me paso frente al espejo practicando mi contoneo y mi acento. De pronto me veo los zapatos. Estoy usando unos borceguíes tipo militar y me parece que no va con mi vestimenta, pero decido dejármelos porque así pareceré más excéntrico.
Me imagino la cara que pondrán algunas amigas virtuales de la Página Azul, cuando vean que soy gay.
Ya la veo a Shosha, a Nanajua, a Mujer Diosa, a Yosoyasí. Tengo que taparle la boca a Nilda porque me conoce ya que somos vecinos y me puede deschavar.
Llego al sótano del Tortoni y ya está lleno. Hay un olor a perfume fino que mata. Las minas se vinieron con todo. Los hombres bien afeitaditos y peinados con excepción del crápula de Chilicote, que poarece estar de elegante sport y ya se está chamuyando a una Cuentera. ¿Quién será? A él lo reconocí por la foto de su biografía.
Están pasando lista. Anotaré a los presentes:
Silvimar- Azucenami-Nanajua- Blueyes-Shosha- El Pimpo- Juan Poeta- Magda 2000- Lindsay- Macacay-Muertelenta-Nelson More-Ollaida-Sendero-6236013-Adrian73-Almaguerrera- Ave Fenix Azul- Bluejean-Calicha-Carlos Alfonso-Centeno-CésarJacobo-Divina Luna-el Mesíaz-Ergozsoft- Flop-Leo Brizuela- Zepol-Felipeargenti-el pinero-Tequendama-Zorin y un montón más que no pude anotar porque se me rompió la punta del lápiz.
Veo que algunos cuenteros han traído sus petacas de licor y las besan a cada rato. Acá va a pasar algo. Mi instinto me lo dice. Por suerte traje mi manopla de la suerte. Es toda de bronce y me entran los dedos con comodidad. La toco, por si caso. Toma el micrófono un cuentero al que no conozco y no alcanza a saludar cuando le ha caído un botellazo en medio de la frente. Alguien se lo tiró con muy buena puntería. Cae desmayado y otro que no alcanzo a ver quién es, toma el micrófono y grita: —¡Compañeros Cuenteros! ¡Calma por favor! ¡No le hagamos el caldo gordo a los eternos…!Glupp!...
Un cenicero de cristal le ha dado de lleno en medio de la boca y se le queda atravesado en ella.
Todas las mujeres gritan. La mayoría de los hombres se empujan unos con otros. Me escondo detrás de una columna, manopla en mano, pero poco a poco se van calmando los ánimos.
—¡Le bajaron los dientes! —grita Nínive, angustiada.
Todos hablan a la vez. Nadie se atreve a tomar el micrófono.
Avanzo entre la multitud. Subo a la tarima y agarro el micrófono. De repente, cuando voy a dar tres rugidos para hacer silencio, me acuerdo de mi papel y hablo muy amariconado: —¡Chicos y chicas! ¡Haya paz! Algunos vinimos desde muy lejos y merecemos…
—¡Una patada en el culo! ¡Eso merecés vos, puto de mierda!—me grito uno que parecía ser Zepol.
—¿Quién es el trolo?—preguntó otro que parecía un gorila en vez de cuentero. Se me vino encima tratando de quitarme el micrófono. Le dí en medio de la jeta con la manopla y si este era poeta, va a tener que recitar sus versos con una bombilla.
Igual me empujaron fuera de la tarima y entonces…
Continuará
(dedicado a Shosha)
Nota del autor: Este relato fue publicado en el 2005 y por eso es que está plagado de frases homofóbicas. En ese entonces los Gays eran considerados enfermos e incluso se estaba trabajando en una vacuna. Mucha agua ha corrido desde entonces hasta nuestros días, donde se han reconocido los derechos gays y prácticamente se ha terminado con la hostilidad que muchos energúmenos les manifestábamos. Para bien o para mal, las cosas han cambiado y hasta yo, viejo troglodita, tengo unos vecinos que me están haciendo cambiar de opinión.
Pido disculpas a los que se sientan ofendidos, pero esto es sólo ficción.
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