“El Día de Quebrar las Alcancías”
Ayer, habría olvidado que era el día previo a Reyes; me encontraba plácidamente disfrutando un café de media mañana de sábado; un sábado frío y en calma, después de largas noches y enteros días de lluvias y nievadas con las que natura bañó este nuevo y recién arribado año.
Chateaba con una compañera de afanes, plácidamente arrellanado en mi descanso; componía el mundo con la brevedad epistolar del los post del chat; Claro, nos proponíamos mover la tierra y corregir sus desvíos y comentábamos sobre los infinitos temas de un nada que une a los amigos, tal cual lo hacemos y haremos siempre, solo que hoy en mesas y sillas separadas, pero tan distantes solo, como un clik del link que nos abraza.
En un instante me arribó un torbellino de nietos a tropel y me cubrieron los gritos que rompían la puerta del viejo portal y que el zaguán casi caía con sus padres tratando de evitar de los chiquillos un tropezón; solo atiné a postearle a mi amiga: -debo dejarte- y alcancé a finalizar con un lacónico -bye- de inmediato cerré el ordenador, cortando a mitad, nuestra mañana de ciber-diálogo y previniendo que me arrebatara aquella turba la portátil, a la vez que recordaba como una avalancha de nieve, que hoy día cinco de enero era “El Día de Quebrar las Alcancías”.
Abuelo, abuelo a coro gritaban todos –un martillo, un martillo- decían, cada uno pretendiendo gritar mejor y más convincente, como logrando así, ser pues, el primero que moviera los huesos del abuelo hacia el cajón de las herramientas que de antemano reconocían como intocable y les prestara aquel viejo pedazo de metal ya con el saca-clavos medio quebrado, pero que parecería la llave de oro que abriria el cielo y que cada uno quería ser el primero en usarlo.
Sus padres lograron contenerlos con la conocida advertencia:
-Primero los Cartones y Periódicos en el Piso- Palabras mágicas que detuvieron la manada desbocada de nietos busca-martillos y mueve-abuelos.
Silencio y ojos grandes buscando y recordando, el donde, La Abuela guarda las cajas desplayadas y los periódicos; todos con tal de ser, el primero aquel, que lograra escoger un espacio y en él tender sus cartones y hojas del Diario a doble plana, para abarcar, un donde podría colocar sus alcancías y darles final a su gorda vida, al cumplirse cabal el destino de su vientre de aire hoy rebosante de billetes y monedas.
Una ves que, entre que los padres y los abuelos proveyeron de espacios y cartones a conformidad, y no de todos, salió del cuarto de trebejos El Abuelo, blandiendo el martillo en alto.
Luces, brillos, arcoíris, sonrisas, ansias, ilusiones y miles de expresiones juntas se dibujaban en aquellos frescos rostros ante la expectativa por cumplirse; al fin habría llegado aquel memorable momento de que brotara el dinero atesorado por un largo, largo año.
-Abuelo- -abuelo yo- -yo abuelo- Era el común denominador de la intención, ganar el derecho de usar el martillo; Nunca un martillo fue deseado tanto y con tanto fervor como ayer; Me vi forzado a conciliar, con Dios y con los nietos, sobe a quien preferir; pero no acepté el reto y terminé dejando a la suerte del palito corto, el quien sería el primero.
Una a una aquellas figuras de barro y yeso, fueron cayendo destrozadas por certeros martillazos y de sus dentros brotaban monedas y billete multidoblados, pero sobre todo un halo mágico trasformaba los rostros de aquellas criaturas superando la alegría de los “santas y reyes mitológicos”, ellos eran los artífices de su propia felicidad la abrían construido con sueños y frustraciones del guardar sus moneditas y no convertirlas en dulces de domingo, por llegar a que se multiplicaran juntas en su tesoro de“El Día de Quebrar las Alcancías” y hoy descubrían que si habían podido y si eran dueños, dueños de un tesoro, su tesoro.
Lo que no comprendían era el llanto en el rostro de sus padres y abuelos…
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