No sé dónde te llevará el tiempo, que asido al fleco de tu falda te arrastra con sus saetas; por dónde pasarás con los pies de puntillas, tenue como la lumbre de una lámpara de aceite; qué lugares conocerás, qué compañía elegirás, cuántas cosas aprenderás. Eres ave de paso, rebaño en trashumancia, sin visado pero viajera. Mientras yo, perpetuo, me marchito. Yo, árbol partido en la medianera, lamido por el musgo, cobijo de alimañas, te espero en la ladera soñando con el hacha que desplome lo que queda. Y entre sueños me invento convertido en leña que, en el hogar de tu retorno, alimente la hoguera; o ser cabecero que vele tu cama y amarre de tus brazos las muñecas; o madera que dibuje el umbral de tu puerta; ser silla, viga o escalera; pliego del diario donde guardes los secretos que te quedan o lápiz en tu maleta. Cuento las hojas que me arranca la espera, para volver a ser soporte de tu espalda en tardes de primavera. Volver a ti más tarde que temprano, pero de alguna manera. |