Había un reloj que cortaba el tiempo detenido de los relojes. Una calle insomne que atravesaba las demás calles. Un río dentro de otro río por el que pasaban infinidad de ríos menores, vacíos. Una lágrima en un llanto que lloraba lágrimas. Caras enmascaradas con los ojos fijos dentro de caras enmascaradas. Había un continente sin fronteras que terminaba nada más empezar. Una pared maestra invisible que sostenía el universo. Había una tela de seda cuya trama se extendía hasta más allá del horizonte y caía como un arambel. Había un soldadito de plomo montado en un globo que sustentaba el aire. Los jardines estaban llenos de jarrones con flores marchitas y palomas ausentes. Había escalones sin escaleras y sin rampas para subir. La vida entera estaba escrita en un libro sin páginas que pasaba un niño inmóvil, como una melodía de silencios en medio del vacío. Todo parecía detenido por la ausencia del deseo. Entonces sucedió. Subimos y había desaparecido la ciudad.
Juan Yanes
Texto agregado el 06-01-2013, y leído por 89
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Lectores Opinan
07-01-2013
Qué original, es un mundo al revés lleno de matices y símbolos, muy bueno. **** senoraosa
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