Cualquiera que haya observado La Creación de Adán pintada por el gran maestro renacentista Miguel Angel Buonarroti (1475-1564), para el papa Julio II, no dejará de sorprenderse por la fuerza expresiva de los vigororos dedos que están a punto de tocarse. El dedo humano y el divino, uno receptor y otro dador de vida, uno que asciende y el otro que baja a su encuentro. Sin embargo, lo característico es que en ambos no confluyen dos maneras, mutuamente acusadoras, de mostrarse al mundo:la Spenceriana y la Opusista (Una la prolongación de un desnudo total y la otra el apéndice del pudor). Muy por el contrario, ambos reflejan una mutua tolerancia, ambos son humanistas.
En el Islam "íntegral" el dedo índice es la herramienta que Dios da al hombre para que tenga y guarde fielmente su palabra. El dedo integrista islámico se dirige al cielo, enérgicamente, señalando la condena que recaerá sobre todos aquellos no conversos. Es un dedo fanático, siempre dispuesto a inmolarse o matar en el intento. En el cristianismo el dedo tiene un carácter absolutorio, liberador. Su misión no es punitiva o vengativa, sino de perdón. El dedo índice cristiano señala las verdades sin imposición y si apunta al cielo es para indicar las puertas de salvación.
De alguna manera u otra, siempre el índice ha tenido trascendencia. Su carácter profético va más allá de lo meramente religioso. Líderes de todos los tiempos lo han usado para atraer la atención de las masas y alcanzar algún fin político. Desde el tío Sam llamando a los jóvenes a enlistarse en la II Guerra Mundial, hasta famosos políticos buscando su elección. Recordemos la caída de Nixon, después del caso Watergate, como ese dedo sufrió un vertiginoso cambio de acusador a acusado. El caso más cercano lo tenemos en un país sudamericano, donde un dedo televisivo señaló el camino a la presidencia.
Un dedo expresivo, también debe atenerse a ciertas normas de etiqueta para tener éxito. Un índice de uñas largas, mugrientas y faltas de limado, es un dedo condenado al fracaso. Hoy la imagen juega un rol decisivo.
El dedo comercial es aquel que, en forma obreramente viril, invita a adquirir cuánto aparato eléctrico encuentre. Es un dedo vendedor, persuasivo, que no acusa a la competencia sino a sus necesidades.
En nuestros tiempos el índice digital ha cobrado un valor crucial. Su correcto uso nos permite acceder a una amplia gama de bienes y servicios en la red. El dedo digital es preparado, conocedor de las nuevas tecnologías, siempre dispuesto a dar un salto cualitativo.
Pero cuidado. También puede ser instrumento de la obscenidad, de la auscultación espúrea, del bochorno y el error interpretativo. Por lo tanto, aprender a usar el dedo es la meta de todo líder que se precie como tal. Y en esto no me equívoco, pues las generaciones futuras juzgarán si se paró o no el dedo. |